The Project Gutenberg EBook of El Arroyo, by Eliseo Reclus This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.org Title: El Arroyo Author: Eliseo Reclus Release Date: March 22, 2004 [EBook #11663] Language: Spanish Character set encoding: ASCII *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL ARROYO *** Produced by http://gallica.bnf.fr/, Virginia Paque and the Online Distributed Proofreading Team. ELISEO RECLUS EL ARROYO #El ARROYO# Eliseo Reclus Traduccion de A. Lopez Rodrigo #EL ARROYO# CAPITULO PRIMERO #La fuente# La historia de un arroyo, hasta la del mas pequeno que nace y se pierde entre el musgo, es la historia del infinito. Sus gotas centelleantes han atravesado el granito, la roca calcarea y la arcilla; han sido nieve sobre la cumbre del frio monte, molecula de vapor en la nube, blanca espuma en las erizadas olas. El sol, en su carrera diaria, las ha hecho resplandecer con hermosos reflejos; la palida luz de la luna las ha irisado apenas perceptiblemente; el rayo la ha convertido en hidrogeno y oxigeno, y luego, en un nuevo choque, ha hecho descender en forma de lluvia sus elementos primitivos. Todos los agentes de la atmosfera y el espacio y todas las fuerzas cosmicas, han trabajado en concierto para modificar incesantemente el aspecto y la posicion de la imperceptible gota; a su vez, ella misma es un mundo como los astros enormes que dan vueltas por los cielos, y su orbita se desenvuelve de cielo en cielo eternamente y sin reposo. Toda nuestra imaginacion no basta para abarcar en su conjunto el circuito de la gota y por eso nos limitamos a seguirla en su curso y su caida, desde su aparicion en la fuente, hasta mezclarse con el agua del caudaloso rio y el oceano inmenso. Como seres debiles, intentamos medir la naturaleza con nuestra propia talla; cada uno de sus fenomenos se resume para nosotros en un pequeno numero de impresiones que hemos sentido. ?Que es el arroyo, sino el sitio hermoso y apacible donde hemos visto correr el agua cristalina bajo la sombra de los alamos, balancearse sus hierbas largas como serpentinas y temblar agitados los juncos de sus islitas? La orilla florida donde gozabamos acostandonos al sol, sonando en la libertad, el sendero tortuoso que bordea el margen y que nosotros seguimos con paso lento contemplando el curso del agua, la arista de la piedra desde la cual el agua unida en apretado haz se precipita en cascada o se deshace en espuma; he ahi lo que en nuestro recuerdo es el arroyo, casi con toda su infinita y compleja naturaleza, puesto que lo restante se pierde en las obscuridades de lo inconcebible. La fuente, el punto donde el chorro de agua, oculto hasta alli, se manifiesta repentinamente, es el paraje encantador hacia el cual nos sentimos invenciblemente atraidos; que esta parezca adormecida en un prado como simple balsa entre los juncos, que salga a borbotones de la arena arrastrando laminitas de cuarzo o de mica, que suben y bajan arremolinandose en un torbellino sin fin, que brote modestamente entre dos piedras, a la sombra discreta de los grandes arboles, o bien que salga con estrepito de una abertura de la roca ?como no sentirse fascinado por el agua que acaba de salir de la obscuridad y tan alegremente refleja la luz? Gozando nosotros del espectaculo encantador que el manantial nos ofrece, nos es facil comprender por que los arabes, los espanoles, los campesinos de los Pirineos y otros muchos hombres de todas las razas y de todos los climas han creido ver en las fuentes "ojos" de seres encerrados en las tenebrosas entranas de las rocas, con los cuales contemplan el espacio y la verdura. Libre de la carcel que la aprisionaba, la ninfa alegre mira el cielo azul, los arboles, las hierbas, las canas que se balancean; refleja la inmensa naturaleza en el hermoso zafiro de sus aguas, y, sugestionados por sus limpidas miradas, nos sentimos poseidos de misteriosa ternura. La transparencia de las fuentes fue en todo tiempo el simbolo de la pureza moral; en la poesia de todos los pueblos, la inocencia se compara con el agua cristalina de las fuentes, y el recuerdo de esta imagen, transmitido de siglo en siglo, se ha convertido para nosotros en atractivo. No cabe duda que esta agua se enturbiara mas lejos; pasara por rocas que le dejaran materias impuras y arrastrara vegetales en putrefaccion; se escurrira por sucias tierras y se cargara de inmundancias por los animales y los hombres; pero aqui, en su balsa de piedra O en su cuna de juncos, es tan pura, tan luminosa, que parece aire condensado: los reflejos movibles de la superficie, los repentinos borbotones, los circulos concentricos de sus rizos, los contornos indecisos y flotantes de las piedras sumergidas, es lo unico que revela que ese fluido tan claro, es agua lo mismo que los rios cenagosos. Inclinandonos sobre la fuente y viendo en ella reflejada nuestra cara fatigada y con frecuencia nada buena sobre su limpida superficie, no hay nadie que no repita instintivamente, hasta sin haberlo aprendido, el antiguo canto que los gueebros ensenaban a sus hijos: Acercate a la flor, pero no la deshojes, Mirala y di en voz baja: iOh, quien fuera tan bueno! En fuente cristalina no arrojes nunca piedras; Contemplala y exclama: iOh, quien fuera tan puro! iQue hermosas son esas cabezas de nayade con la cabellera coronada de hojas y flores que los artistas helenicos han burilado en sus medallas y esas estatuas de ninfas que han elevado sobre las columnatas y los templos! iCuan encantadoras son esas imagenes ligeras y vaporosas que Goujon ha sabido, no obstante, fijar para los siglos en el marmol de sus fuentes! Cuan graciosa y alegre no es esa fuente que el viejo Ingres ha casi esculpido con su pincel! Nada parece ser tan fugitivo, tan indeciso como el agua corriente vista entre juncos; es cosa de preguntarse como una mano humana puede atreverse a simular la fuente, con sus rasgos precisos, en el marmol o la tela; pero pintor o escultor, el artista no tiene mas que mirar esta agua transparente, dejarse seducir por el sentimiento que le invade, para ver que aparece ante su vista la imagen graciosa y de redondeces abultadas y hermosas. Hela ahi, bella y desnuda, sonriendo a la vida, fresca como la onda en la que su pie se bana; es joven y no envejecera jamas; aunque las generaciones pasen rapidas ante ella, sus formas seran siempre igualmente suaves, su mirada igualmente pura, y el agua que se extiende como perlas en su urna encantada, brillara siempre al sol con iguales resplandores. iQue importa que la ninfa inocente, desconocedora de las miserias de la vida, no tenga en su cabeza un torbellino de ideas! Feliz ella, no suena en nada; pero su dulce mirada nos hace sonar a nosotros y, a su vista, nos prometemos ser sinceros y buenos hasta ser su igual, y su virtud nos fortalece contra el mundo odioso del vicio y la calumnia. La leyenda romana nos dice que Numa Pompilio tenia como consejera a la ninfa Egeria. Penetraba solo en el interior de los bosques, bajo la sombra misteriosa de las encinas; se aproximaba confiadamente a la gruta sagrada y con su sola presencia, al agua pura de la cascada, con su ropaje bordado de espuma y el flotante velo de vapor, irisado, adquiria la forma de una mujer hermosa y le sonreia con amor. Numa, el misero mortal, la hablaba como a su igual, y la ninfa le contestaba con voz cristalina, a la que se mezclaban como un coro lejano el murmullo del follaje y los ruidos del bosque. El legislador aprendio alli su sabiduria. Ningun anciano con su barba blanca hubiera pronunciado palabras tan juiciosas como las que salian de los labios de la ninfa, inmortal y eternamente joven. ?Que nos dice esta leyenda, sino que solo la naturaleza y no la baraunda de las multitudes puede iniciarnos en la verdad? ?que para iniciarse en los misterios de la ciencia es preciso retirarse a la soledad y desarrollar su inteligencia por la reflexion? Numa Pompilio, Egeria, no son mas que nombres simbolicos que resumen todo un periodo de la historia del pueblo romano, lo mismo que la de toda sociedad naciente: a las ninfas, o, por mejor decir, a las fuentes; a los bosques, a los montes deben los hombres la inspiracion de sus costumbres y sus leyes en el origen de la civilizacion. Y aun cuando fuera cierto que la discreta naturaleza hubiera dado asi consejos a los legisladores, transformados bien pronto en opresores de la humanidad, icuanto bien no ha hecho sobre ella en favor de los que sufren en la tierra, para darles energia, consolarlos en las horas de desgracia y fortalecerlos para la gran batalla de la vida! Si los oprimidos no hubieren tenido donde templar las energias y crearse un alma fuerte contemplando la tierra y sus grandes paisajes, la iniciativa y la audacia hubieran muerto ha muchos siglos. Todas las cabezas se hubieran inclinado ante unos cuantos despotas y todas las inteligencias hubieran caido en una indestructible red de sutilezas y mentiras. En nuestras universidades e institutos, muchos profesores, sin saber lo que hacen o creyendo hacer bien, intentan disminuir el valor de la juventud educando la fuerza y la originalidad segun sus propias ideas, imponiendo a todos la misma disciplina y mediocridad. Existe una tribu de pieles rojas en la que las madres intentan hacer hijos para consejeros y para la guerra haciendoles inclinar la cabeza hacia adelante o hacia atras por medio de solidos instrumentos de madera y vendajes apropiados; lo mismo que esta tribu existen pedagogos que se consagran a la obra funesta de fabricar cabezas de funcionario y otros cargos, lo cual consiguen, desgraciadamente, con harta frecuencia. Pero pasan los diez meses de cadena, los diez largos meses de estudios, y llegan los dias felices de vacaciones: la juventud adquiere su libertad; vuelve al campo, ve nuevamente los alamos del prado, los arboles del bosque, y la fuente sobre cuyas aguas flotan ya las primeras hojas amarillas que el otono marchita; llenan sus pulmones con el aire puro de la campina, renuevan su sangre, fortalecen un cuerpo y todos los aburrimientos de la escuela seran insuficientes para hacer que desaparezcan del cerebro los recuerdos de la naturaleza libre. Que el colegial salido de la carcel, esceptico y extenuado, se aficione a seguir el tortuoso sendero que bordea al arroyo, que contemple los remolinos de las aguas, que separe las hojas o levante las piedras para ver salir el agua de los pequenos manantiales, y este ejercicio le hara muy pronto sencillo de corazon, jovial y candido. Y lo mismo que sucede a los jovenes sucede a los pueblos en su adolescencia. A miles, los sacerdotes y directores de las naciones, perfidos o llenos de buenas intenciones, se han armado del latigo y la mordaza, o bien, con mayor habilidad se han limitado a hacer repetir en todos los siglos las ideas de obediencia con objeto de matar las voluntades y envilecer los espiritus; pero, afortunadamente, todos esos _pastores_ que han querido esclavizar al hombre por el terror, la ignorancia o la aplastante rutina, no han conseguido crear un mundo a su imagen, no han podido hacer de la naturaleza un gran jardin de olorosos naranjos, con arboles retorcidos en forma de monstruos y de enanos, con valles cortados como figuras geometricas y rocas talladas a la ultima moda. La tierra, por la magnificencia de sus horizontes, las frescuras de sus bosques y la pureza de sus fuentes, ha sido y continua siendo la gran educadora y no ha cesado de llamar a las naciones a la armonia y a la conquista de la libertad. Tal monte cuyas nieves y hielos aparecen en pleno cielo por encima de las nubes, tal bosque en el que el viento ruge, o tal riachuelo que corre susurrante por prados y valles, han hecho con frecuencia mucho mas que formidables ejercitos por la libertad de un pueblo. Asi lo sintieron los antiguos vascos, nobles descendientes de los iberos, nuestros abuelos: por el anhelo de libertad y altiva valentia, construian sus residencias al borde de las fuentes, a la sombra de los grandes arboles, y mas aun que su fiereza, el amor a la naturaleza aseguro durante siglos su independencia. Nuestros otros antepasados, los arios de Asia, adoraban las aguas corrientes, y desde el origen de las edades historicas, fueron objeto de un culto verdadero. Vivian en la salida de los hermosos valles que descendian de Palmira, el "techo del mundo", sabian utilizar todos los torrentes de agua clara dividiendolos en numerosos canales, transformando asi en fertiles huertas sus aridas tierras, y si invocaban a las fuentes, si las ofrecian sacrificios, no era solo porque el agua fertilizaba sus campos y hacia crecer sus arboles y calmaba la sed de ellos y sus ganados, sino tambien, segun decian, porque el agua purifica a los hombres, equilibra las pasiones y calma los "deseos desmedidos". El agua era quien les evitaba los odios y furias insensatos de sus vecinos, los semitas del desierto, y ella era quien les habia salvado de la vida errante fecundando sus campos y alimentando sus cultivos; a ella debian el haber podido fijar la primera piedra del hogar, y luego, la poblacion y la ciudad, ensanchando asi el circulo de sus sentimientos y sus ideas. Sus hijos, los helenos, comprendieron la importancia del agua y su influencia decisiva en el origen de las sociedades, segun mas tarde demostraron construyendo un templo y levantando la estatua de un dios al borde de cada una de sus fuentes. Hasta entre nosotros, ultimos descendientes de los arios, subsiste en algunos puntos un resto de la antigua adoracion a las fuentes. Despues de la muerte de los antiguos dioses y la destruccion de sus templos, los pueblos cristianos continuaron en muchas partes venerando el agua de los manantiales: asi en el nacimiento del Cefiso en Beocia, se ve una al lado de otra, las ruinas de dos ninfeos griegos con sus elegantes columnas y la pesada arquitectura de una capilla de la Edad Media. En la Europa occidental algunas iglesias y conventos han sido construidos en la orilla de las fuentes; pero en muchos mas puntos aun, los sitios encantadores en donde alegremente salen del suelo las aguas cristalinas, han sido maldecidos como parajes frecuentados por demonios. Durante los dolorosos siglos de la Edad Media, el temor transformo los hombres, y este sentimiento funesto les hizo ver caras gesticulantes y ridiculas, en donde nuestros antepasados sorprendieron la sonrisa de los dioses, transformando en antesala del infierno la alegre tierra que para los helenos fue la base del Olimpo. Los negros sacerdotes, comprendiendo por instinto que la libertad podria renacer del amor a la naturaleza, habian entregado la tierra a los genios infernales; habian puesto los demonios y los fantasmas en el mismo punto que antes ocupaban los driadas y las fuentes donde en otro tiempo se banaban las ninfas. Al nacimiento de las aguas acudian los espectros de los muertos para unir sus sollozos con los quejidos lastimeros de los arboles y el murmullo del agua al chocar con las piedras; era tambien el punto de reunion de las bestias salvajes, en donde por las noches el siniestro duende se emboscaba detras de una brena para lanzarse de un salto sobre los caminantes y convertirlos en cabalgadura suya. En Francia, como en Espana icuantas "fuentes del diablo" y "bocas de infierno" existen, no frecuentadas por los campesinos supersticiosos, y teniendo unicamente de infernal, sin embargo, esas fuentes temidas y esos antros subterraneos, la majestad salvaje del lugar o la azul profundidad de sus aguas! En adelante, a todos los hombres que aman a la vez la poesia y la ciencia, a todos los que deben trabajar de comun acuerdo para el bienestar general, corresponde el deber de levantar la maldicion arrojada sobre las fecundas y encantadoras fuentes por los sacerdotes de la Edad Media. No adoraremos, es cierto, como nuestros antepasados, arios, semitas o iberos, el agua transparente que sale a borbotones del suelo; para manifestar nuestro agradecimiento por la vida y las riquezas que produce a las sociedades, no lo construiremos ningun ninfeo, no le dedicaremos ninguna libacion solemne, pero en honor de la fuente haremos mas que todo eso. Estudiaremos en sus aguas, en su espuma, en la arena que arrastra, en las tierras que disuelve y, a pesar de las tinieblas, remontaremos el curso subterraneo hasta la primera gota que la roca transpira; a la luz del dia la seguiremos de cascada en cascada, de curva en curva, hasta llegar al inmensa deposito del mar a donde va a confundirse, y conoceremos con exactitud el papel importante que desempena en la historia del planeta. Al mismo tiempo, aprenderemos a utilizarla de un modo completo en el riego de nuestros campos, convirtiendola en una de nuestras riquezas, poniendola al servicio comun de la humanidad, en vez de dejarla arrasar los cultivos o perderse en pestilentes pantanos. Cuando hayamos, en fin, comprendido a la fuente con exacta perfeccion, entonces sera nuestra fiel asociada en la obra de embellecimiento del globo; entonces apreciaremos practicamente su encanto y su belleza, y nuestras miradas no seran ya de infantil admiracion. El agua, como la tierra que vivifica, nos parecera cada dia mas hermosa en cuanto se haya purificado, no sin pena, de su larga maldicion. Las tradiciones de nuestros antepasados, los ciudadanos helenicos, que miraban con tanto amor el perfil de los montes, el nacimiento de las aguas y el contorno accidentado de las orillas del arroyo, han sido vueltas a la vida por nuestros artistas para la tierra entera como para la fuente, y gracias a esta resurreccion la humanidad florece de nuevo en su juventud y su alegria. Cuando empezo el renacimiento de los pueblos europeos, un mito extrano se propago entre los hombres. Se contaba que lejos, muy lejos, mas alla de los limites del mundo conocido, existia una fuente maravillosa, que reunia las virtudes de todas las demas fuentes; no solo curaba los males sino que rejuvenecia y daba la inmortalidad. El vulgo creyo esta fabula y se puso a buscar la "Fuente de la Juventud," esperando encontrarla, no en la entrada de los infiernos, como la laguna Estigia, sino al contrario, en un paraiso terrestre, en medio de flores y verdura, bajo una primavera eterna. Despues del descubrimiento del Nuevo Mundo, los soldados espanoles, a millares, se aventuraban con heroismo inusitado en medio de tierras desconocidas, a traves de los bosques, pantanos, barrancos y montes, y en regiones pobladas de enemigos; iban siempre adelante, y cada una de sus etapas se marcaba con la muerte de muchos de ellos; pero los que quedaban avanzaban sin detenerse, esperando hallar al fin, en recompensa de sus esfuerzos, esa agua maravillosa cuyo contacto les haria vencer a la muerte. Aun hoy, segun se dice, los pescadores descendientes de los primeros conquistadores espanoles dan vueltas alrededor de las islas del estrecho de las Bahamas, con la esperanza de ver en alguna playa salir a borbotones la maravillosa agua. ?Y a que es debido el que hombres, gozando despues, de todo de un excelente buen sentido y gran fuerza de voluntad, buscaran con tanta pasion la fuente divina que debia renovar sus cuerpos y se exponian alegremente a todos los peligros con la esperanza de encontrarla? Consiste en que nada les parecia imposible a los que habian visto realizarse las maravillas del Renacimiento. En Italia, los sabios habian sabido resucitar el mundo griego con sus pensadores y artistas; en la brumosa Alemania los magos de la verdad habian descubierto la maravilla de hacer grabar el metal y la madera; los libros se imprimian, y el dominio infinito de las ciencias se abria asi a las masas del pueblo, condenadas en otro tiempo a la obscuridad de la ignorancia; en fin, los navegantes genoveses, venecianos, espanoles y portugueses habian hecho surgir, como un segundo planeta unido al nuestro, un continente nuevo con sus plantas, sus animales, sus pueblos y sus dioses. La inmensa renovacion de las cosas habia embriagado los espiritus; solo lo posible parecia quimerico. La Edad Media desaparecio en el abismo de los siglos pasados, y, para los hombres empezaba una nueva era, mas libre y feliz. Los que por el estudio se habian emancipado del error y las supersticiones, comprendieron que la ciencia, el trabajo y la union fraternal podian solo aumentar el poder de la humanidad y hacerla triunfar definitivamente de la influencia del pasado; pero los soldados groseros, heroes contra el buen sentido, iban buscando en el pasado legendario esa gran era de renovacion que se abria precisamente por las conquistas de la observacion y la negacion del milagro; tenian necesidad de un simbolo material para creer en el progreso, y este simbolo era el de la fuente, en donde los miembros del anciano recobraran la fuerza y la belleza. La imagen que se presentaba naturalmente a su imaginacion era la de la fuente, naciendo a la libertad del fondo tenebroso del suelo y haciendo crecer en seguida sobre sus orillas frondosas las plantas, las flores y la juventud. CAPITULO II #El agua del desierto# Para comprender la importancia que han tenido los manantiales y los arroyos en la vida de las sociedades, es preciso transportarse, aunque solo sea con el pensamiento, a los paises donde la tierra avara no deja brotar mas que muy raras fuentes. Acostados blanda y comodamente sobre la hierba de nuestros prados, cerca del agua que se escapa a borbotones, es muy facil abandonarnos a la voluptuosidad de vivir, contentandonos solo con los encantadores horizontes de nuestro clima; pero dejemos nuestro espiritu vagar bastante mas alla de los limites donde alcanza nuestra mirada. Viajemos a capricho lejos de las matas gramineas que se balancean a nuestro lado a la otra parte de los alamos que hacen sombra a la fuente, y de los surcos que rayan la falda de la colina; mas alla todavia de las ondulaciones vaporosas de las crestas que marcan las fronteras del valle y de los blancos jirones de nubes que festonean el horizonte. Sigamos en su vuelo, al otro lado de los montes y los mares, al pajaro que se marcha hacia otros continentes. La frente refleja un instante su rapida imagen pero bien pronto desaparece en el espacio. Aqui, en nuestros ricos valles de la Europa occidental, el agua corre en abundancia; las plantas bien regadas, se desarrollan con toda su belleza; las ramas de los arboles, con su corteza lisa y tierna, estan rebosando savia; el aire tibio esta cargado de vapores. Por influencia del contraste, es natural pensar en otras comarcas menos felices, en las que la atmosfera no produce lluvia, y el suelo, demasiado arido, da vida raquitica a una insignificante vegetacion. En esas regiones es donde las gentes saben apreciar el agua en su justo valor. En el interior del Asia, en la Peninsula arabiga, en el Sahara y el desierto del Africa Central, en las llanuras del Nuevo Mundo, y hasta en ciertas regiones de Espana, cada fuente es algo mas que el simbolo de la vida; es la vida misma: que el agua sea abundante y la prosperidad del pais se acrecentara; si la cantidad disminuye o desaparece completamente, los pueblos se empobrecen o mueren: su historia es la del hilo de agua, cerca del cual construyen sus cabanas. Los orientales, cuando tienen ensuenos de felicidad, se ven siempre al borde de un arroyuelo, y en sus cantos celebran, sobre todo, la belleza de las fuentes. Mientras que en nuestra Europa, con bastante agua para el desenvolvimiento de la vida, nos saludamos burguesamente preguntandonos por la salud y los negocios, los gallos del Africa oriental, se preguntan inclinandose. "?Has hallado agua?" En el Indostan, al criado encargado de refrescar la morada rociando el piso, le llaman el "paradisiaco". En las costas del Peru y de Bolivia, donde el agua pura es muy rara, miran frecuentemente con desesperacion la vasta extension de las ondas saladas. La tierra arida tiene un color amarillo, el cielo es azul o de un color de acero. Sucede a veces que una nube se forma en la atmosfera: inmediatamente, las gentes se juntan para seguir con la mirada el hermoso lienzo de vapor que se deshace en el espacio sin resolverse en lluvia. No obstante, despues de meses y anos de espera, un feliz movimiento del aire funde en agua a la nube sobre las arideces de la costa. iQue alegria, ver caer el chaparron tanto tiempo esperado! Los ninos salen de la casa para recibir la lluvia sobre sus cuerpos desnudos y se banan en las charcas lanzando gritos de alegria; los adultos esperan impacientes el final de la tormenta para salir al aire libre y gozar del contacto con las moleculas humedas que flotan todavia en la atmosfera. La lluvia que acaba de caer va a renacer por todas partes, no en fuentes, sino cambiada por la maravillosa quimica del suelo, en verdura, en flores y en aromas, para transformar durante algunos dias el desierto arido en hermoso prado. Por desgracia, esas hierbas se secan en muy pocas semanas, la tierra se calcina de nuevo, y los habitantes, afligidos, se ven obligados a ir en busca del agua necesaria, a las llanuras lejanas cubiertas de eflorescencias salitrosas. El agua se deposita en grandes tinajas, y les gusta mirarse en ella, lo mismo que en nuestros felices climas podemos hacer en el magico espejo de nuestras fuentes. El extranjero que se aventura por ciertos pueblos del alto Aragon, construidos sobre las cumbres de los montes que sirven de base a los Pirineos lo mismo que rocas a punto de rodar hasta el valle, se ve sorprendido por la tierra roja que cimenta las piedras irregulares de las miserables casuchas. Supone que la roja argamasa se ha amasado con arena rojiza, pero no es asi; los constructores, avaros de su agua, han preferido hacer el mortero con vino. La cosecha del ano anterior ha sido buena, sus bodegas estan llenas de liquido, y si se quiere colocar la nueva cosecha, no tiene otro recurso que vaciar una buena parte. Para ir en busca del agua, muy lejos en el valle, al pie de las colinas, seria necesario perder dias enteros y cargar numerosas caravanas de mulas. En cuanto a servirse del agua que cae gota a gota por la hendidura de la roca inmediata, es un sacrilegio en el cual nadie piensa. Esta agua, las mujeres que van todos los dias a recogerla en sus cantaros, la conservan con un amor religioso. iCuanto mas viva todavia debe ser la admiracion que por el agua siente el viajero que atraviesa el desierto de piedras o de arena, y que ignora si tendra la suerte de hallar un poco de humedad en algun pozo, cuyas paredes estan formadas con huesos de camello! Llega al punto indicado, pero la ultima gota acaba de ser evaporada por el sol; ahonda el humedo suelo con la punta de su lanza; todo inutil, la fuente que buscaba no volvera a tener agua hasta la proxima temporada de lluvias. ?Que tiene, pues, de extrano que su imaginacion, siempre obsesionada por la vision de las fuentes, dirigida hacia la imagen de las aguas, se las haga aparecer repentinamente? El espejismo no es solo, tal como lo dice la fisica moderna, una ilusion de la vista producida por la refraccion de los rayos del sol al traves de un plano en el que la temperatura no es en todas partes la misma; es tambien con frecuencia una alucinacion del fatigado viajero. Para el, el colmo de su felicidad seria ver aparecer a sus pies mismo un lago de agua fresca, en el cual pudiera al mismo tiempo que calmar su sed, refrescar su cuerpo, y tal es la intensidad de su deseo, que transforma su ensueno en una imagen visible. El hermoso lago que describe en su pensamiento, se le aparece al fin reflejando a lo lejos la luz del sol y presentando a su vista la orilla dilatada hasta el horizonte, poblada de tupidas y elegantes palmeras. Dentro de algunos minutos nadara voluptuosamente en sus aguas, y ya que no puede gozar de la realidad, disfruta al menos con la ilusion. iQue momento de entusiasmo y alegria aquel en que el guia de la caravana, dotado de vista mas penetrante que sus companeros, divisa en el horizonte el punto negro que le revela el verdadero oasis! Lo senala con el dedo a los que le siguen, y todos sienten en el mismo instante disminuir la laxitud: la vista de ese pequeno punto casi imperceptible ha sido suficiente para reparar sus fuerzas y cambiar en alegria su desesperacion; las caballerias alargan el paso, porque tambien ellas saben que la terrible jornada va a tener pronto fin. El punto negro aumenta poco a poco; ahora se presenta ya como una nube indecisa, contrastando por su color negro con la superficie inmensa del desierto de un color rojo deslumbrador; luego la nube se extiende y se levanta sobre la llanura: es un bosque, sobre el cual empiezan a distinguirse las redondas cimas de las palmeras, parecidas a bandadas de gigantescos pajaros. Al fin, el viajero penetra bajo la alegre sombra, y ahora si que es agua, agua verdadera, lo que oye murmurar al pie de los arboles. iPero que cuidado religioso ponen los habitantes del oasis en utilizar hasta la ultima gota del precioso liquido! Dividen el nacimiento en una multitud de pequenos regueros, con objeto de esparcir la vida sobre la mayor extension posible, y trazan a todas estas pequenas venas de agua el camino mas recto hacia las plantaciones y los cultivos. Empleada asi hasta la ultima gota, la fuente no va a perderse en el arroyo y en el desierto: sus limites son los del oasis mismo; donde crecen los ultimos arbustos, alli acaban las ultimas arterias del agua, absorbida por las raices para transformarla en savia. iExtrano contraste el de las cosas! Para los que habitan el oasis es este un presidio; para los que lo divisan de lejos o lo ven solo con la imaginacion, es un paraiso. Sitiado por el inmenso desierto, donde el viajero desorientado solo halla hambre, sed, la locura, o tal vez la muerte, los habitantes del oasis son ademas diezmados por las fiebres que la pestilencia de las aguas producen, al pie mismo de las poeticas palmeras. Cuando los emperadores romanos, modelo de todos los que les han sucedido en la historia de la autoridad, tenian interes en deshacerse de un enemigo sin necesidad de derramar sangre, se limitaban a desterrarlos a un oasis, y poco tiempo despues tenian la alegria de saber que la muerte habia hecho rapidamente el servicio esperado. Y no obstante, esos oasis mortiferos, gracias a sus aguas cristalinas y al contraste que ofrecen con las soledades aridas, hacen surgir en el hombre la idea de un lugar de delicias y han llegado a ser el simbolo mismo de la felicidad. En sus viajes de conquista a traves del mundo, los arabes, deseosos de crearse una patria en todas las comarcas a donde les llevaba el amor de conquista y el fanatismo de la fe, intentaron crear por doquier pasaban pequenos oasis. ?Que son en Andalucia esos jardines encerrados entre las tristes murallas de un alcazar moro, sino miniaturas del oasis, que les recordaban los del desierto? Por el lado de la poblacion y de sus calles llenas de polvo, las altas murallas coronadas de almenas y agujereadas de trecho en trecho por algunas angostas aberturas, presentan un aspecto terrible; pero cuando se ha penetrado en el recinto y se han pasado las bovedas, los corredores y las arcadas, se nos presenta el jardin rodeado de elegantes columnas que recuerdan los esbeltos troncos de las palmeras. Las plantas trepadoras se enlazan en los fustes de marmol, las flores llenan el reducido espacio con su perfume penetrante, y el agua, poco abundante, pero distribuida con el mayor arte, cae como perlas sonoras en el vaso de la fuente. En presencia de las hermosas fuentes de nuestro clima, cuya agua nos apaga la sed y nos enriquece, se nos ocurre preguntar cual de los agentes naturales de la civilizacion ha hecho mas para ayudar a la humanidad en su lento desenvolvimiento. ?Es acaso el mar con sus aguas pobladas de vidas, con sus playas, que fueron los primeros caminos empleados por el hombre, y su superficie infinita excitando en el barbaro el deseo de recorrerla de una a otra orilla? ?Es acaso el monte con sus altas cimas, que son la belleza de la tierra, sus profundos valles, donde los pueblos hallan abrigo, su atmosfera pura, que da a los que la respiran una alma fuerte? ?O sera tal vez la humilde fuente, hija del mar y de los montes? Si; la historia de las naciones nos ensena como la fuente y el arroyo han contribuido directamente al progreso del hombre mas que el oceano, los montes y toda otra parte del gran cuerpo del planeta que habitamos. Costumbres, religiones, estado social, dependen, sobre todo, de la abundancia de aguas corrientes. Segun una leyenda oriental, fue a la orilla de una fuente del desierto donde los legendarios antepasados de las tres grandes razas del antiguo mundo cesaron de ser hermanos para convertirse en enemigos. Los tres, fatigados por la marcha a traves de la arena, se sentian morir de calor y de sed. Llenos de alegria al divisar una fuente, corrieron para arrojarse en sus aguas. El mas joven que llego primero, salio transformado; su color, negro como el de sus hermanos antes de sumergirse en la fuente, habia tomado el color de un blanco rosado, y sobre sus espaldas brillaban rubios cabellos. El agua desaparecia por momentos, y el segundo hermano no pudo banarse por entero; no obstante, se revolco sobre la arena humeda, y su piel se tino de un color dorado. A su vez el tercero se arrojo en la balsa, poro no quedaba ya ni una gota de agua. El desgraciado se agitaba inutilmente queriendo beber y humedecer su cuerpo; pero solo las plantas de los pies y las palmas de sus manos, apretando la arena se humedecieron un poco y adquirieron un matiz ligeramente blanco. Esta leyenda relativa a los habitantes de los tres continentes del Antiguo Mundo, nos cuenta, tal vez en forma velada, cuales son las verdaderas causas de la prosperidad de las razas. Las naciones de Europa han llegado a ser las mas morales, las mas inteligentes y las mas felices, no porque lleven en si preeminencia alguna, sino porque gozan de un mayor numero de rios y fuentes, y sus cuencas fluviales estan mas felizmente distribuidas. El Asia, donde muchos pueblos son del mismo origen ario que las principales naciones de Europa, tiene una historia mucho mas antigua, y ha hecho, no obstante, menos progresos en civilizacion y poderio sobre la naturaleza porque sus canales de riego estan peor distribuidos, y porque vastos desiertos separan sus fertiles valles. Y el Africa, continente informe, poblado de desiertos, de mesetas, de llanuras tostadas por el sol, y de pantanos, hace largos siglos que es la tierra desheredada a causa de la falta de fuentes y de rios. Pero a pesar de los odios y las guerras, en auge todavia, los pueblos se hacen mas solidarios cada dia, y saben ya comunicarse sus privilegios para hacer de ellos un patrimonio comun; gracias a la ciencia y a la industria que se propagan de dia en dia, saben ya hacer brotar el agua donde nuestros antepasados no sabian hallarla, y poner en comunicacion unos rios con otros, aunque esten muy distantes. Los tres primeros hombres se separaron enemigos en la fuente de la Discordia, pero la misma leyenda anade que se reconciliaron un dia en el manantial de la Igualdad, para ser eternamente hermanos. En las regiones predilectas del sol, donde tradiciones y mitos van a buscar la mayor parte de las causas de la civilizacion de las naciones, es alrededor de la fuente, condicion principal de la vida, donde afirman que por vez primera se reunieron los hombres. En medio del desierto, la tribu vive aprisionada en el oasis; forzosamente agricola, los limites de su territorio estan marcados por el alcance que el agua tiene. Las estepas de abundante hierba, mas faciles de atravesar que el desierto, no mantienen en cautiverio a las tribus, y los pastores nomadas conduciendo sus rebanos, viajan, segun la temporada, de un extremo a otro de la llanura; pero los puntos de reunion son siempre las fuentes, y de la mayor o menor abundancia del manantial depende el poderio de la tribu. La institucion patriarcal de los semitas del Asia occidental y de las demas razas del mundo, es debida sobre todo a la carencia de manantiales. La altiva ciudad griega, y con ella la admirable civilizacion de los helenos, que continuara resplandeciente a traves de la historia, se explica tambien en gran parte por la forma del Helada, donde numerosos lagos, separados unos de otros por colinas y elevadas montanas, tienen cada uno su pequena familia de arroyuelos y de valles. ?Se puede imaginar Esparta sin el Eurotas, Olimpia sin el Alfeo y Atenas sin el Iliso? Ademas, los poetas griegos supieron reconocer lo que debia su patria a esas pequenas corrientes de agua que un salvaje de America ni siquiera se dignaria mirar. Los aborigenes del Nuevo Mundo desprecian al arroyo porque ven correr con su terrible majestad los grandes rios como el Madeira, el Tapajoz y el Amazonas; pero esas enormes masas de agua no las comprenden ni siquiera lo necesario para apreciar su potencia, y al contemplarlas se quedan como estupidos. El griego, al contrario, lleno de gratitud por el mas insignificante hilillo de agua, lo deificaba como una fuerza natural; le construia templos, le erigia estatuas y acunaba medallas en su honor. Y el artista que grababa o esculpia esos rasgos divinizados, comprendia tan perfectamente las virtudes intimas de la fuente, que, al ver la imagen los ciudadanos que corrian a contemplarla, la reconocian inmediatamente. iCuan celebres son los nombres de los pequenos arroyuelos del Helada y del Asia Menor asi transfigurados por los escultores y los poetas! iCuando el viajero desembarca en el Helesponto, sobre las mismas playas donde Ulises y Aquiles sacaron sus embarcaciones sobre la arena; cuando apercibe el llano que en otro tiempo sostenia las murallas de Troya y ve su propia imagen reflejarse, bien en los famosos manantiales del Escamandro, o en el agua cristalina del pequeno rio Simois, donde estuvo a punto de perecer el valiente Ajax, bien pobre es su imaginacion y bien rebelde su corazon si no se siente profundamente conmovido en presencia de esas aguas que el viejo Homero ha cantado! ?Quien no se sentira conmovido al visitar esas fuentes de Grecia, con sus hombres armoniosos de Caliroe, Mnemosina, Hipocrene, Castalia?... El agua que entonces manaba y que continua naciendo todavia, es la que los poetas miraban con amor como si la inspiracion hubiera salido del suelo al mismo tiempo que las fuentes; a esos hilillos transparentes iban a beber, pensando en la inmortalidad y queriendo leer el destino de sus obras en los rizos de la pequena laguna y en las pequenas ondulaciones de la cascadita. iNo es posible que haya un viajero que no se deleite recordando esas celebres fuentes, si ha tenido la felicidad de contemplarlas un dia! Yo recuerdo todavia con verdadera emocion las horas y los minutos en que, cual humilde amante de las fuentes, pude dirigir mi mirada hacia las aguas puras de los manantiales de la Sicilia griega, y sor prender en su alegre nacimiento, acariciados por la luz del sol, los pequenos torrentes Aeis y Amenanos, y los borbotones transparentes de Cianea y Aretusa. Es cierto que estas fuentes son hermosas, pero me parecian mil vecen mas encantadoras al recordar que muchos millones de hombres ya desaparecidos, las habian admirado como yo: una especie de piedad filial me hacia participar de los sentimientos de todos aquellos, que desde el juicioso Ulises, se habian detenido al borde de esas aguas para satisfacer su sed, o tan solo para contemplar la profundidad azul y la cristalina corriente. El recuerdo de los pueblos que se habian unido alrededor de esas fuentes, y cuyos palacios y templos se habian reflejado temblando sobre la rizada superficie, se mezclaba para mi con el murmullo de la fuente saliendo fuera de su carcel calcarea o de lava. Los pueblos han sido destruidos; diversas civilizaciones se han sucedido con su flujo y reflujo de progreso y decadencia; pero la fuente, con su voz clara, no cesa un instante de contar la historia de las antiguas ciudades griegas: mas aun que la grave historia, las fabulas con las que los poetas han adornado la descripcion de las fuentes, sirven en nuestros dias para resucitar ante nosotros las pasadas generaciones. El riachuelo Acis que festejaban Galatea y las ninfas del bosque y que el gigante Polifemo medio enterro entre las rocas, nos habla de una erupcion del Etna, el gigante terrible, con la mirada de fuego, encendida sobre la como el ojo fijo del Ciclope; Cifanelo o el Azulado que se coronaba de flores cuando el negro Platon vino a llevarse a Proserpina para abismarse con ella en las cavernas del infierno, nos hace aparecer los dioses jovenes en la epoca de sus amores con la tierra virgen todavia; la encantadora Aretusa que la leyenda nos dice haber venido de Grecia nadando a traves de las olas del mar Jonico, siguiendo la estela de las embarcaciones doricas, nos cuenta la emigracion de los colonos griegos en su marcha gradual de progreso hacia Occidente. Alfeo, el rio de Olimpia, corriendo en persecucion de la bella Aretusa, habia tambien salvado el mar y mezclado sus aguas, en las costas de Sicilia, con la onda adorada de la fuente. Segun dicen los marinos, se ve a veces al Alfeo levantarse sobre el mar en grandes borbotones, cerca de los muelles de Siracusa, y en su corriente arremolina las hojas, las flores y los frutos de Grecia. La naturaleza entera, con sus aguas y sus plantas, habia seguido al heleno a su nueva patria. Mas cerca de nosotros, en el Mediodia de Francia, pero tambien sobre esas vertientes del Mediterraneo que, por sus rocas blancas, su vegetacion y su clima se parece mas al Africa y a Siria que a la Europa templada, una fuente, la de Nimes, nos cuenta las bienandanzas del agua de los manantiales. Fuera de la poblacion, se abre un anfiteatro de rocas poblado de pinos, cuyas cimas superiores estan inclinadas por el viento que baja de la torre Magua: en el fondo de este anfiteatro, entre murallas blancas con balaustres de marmol es donde aparece la balsa de la fuente. Alrededor se ven algunos restos de construccion antigua. En la orilla misma se levantan aun las ruinas de un templo de las ninfas que se creia en otro tiempo haber sido consagrado a Diana, la diosa casta, a causa, sin duda, de la belleza de las noches, en las que se refleja sobre las aguas el disco de la luna rielante y tembloroso. Bajo la terraja del templo, un doble hemiciclo de marmol rodea la fuente y sus gradas, donde las jovenes iban en otro tiempo a aprovisionarse de agua, bajan hasta hundirse en el liquido cristalino. La fuente es de un azul insondable a la mirada. Saliendo del fondo de un abismo abierto como un embudo, la masa de agua se ensancha subiendo y se extiende circularmente en la superficie. Como un enorme ramo de verdura que sobresale del jarro, las hierbas acuaticas con sus plateadas hojas que crecen al borde de la fuente, y las algas de limo con sus largas cuerdas enguirnaldadas cediendo a la presion del agua que rebasa, se doblan hacia afuera por el borde del estanque; por entre su espesa capa la corriente se escapa abriendo anchos regueros con su cauce adornado de flotantes serpentinas. Al escaparse del tazon de la fuente, el arroyo acaba de nacer; se sumerge a lo lejos bajo bovedas sonoras, se precipita en pequenas cascadas por entre los troncos sombreados de grandes castanos; luego, encerrado en un canal de piedra, atraviesa la ciudad, de la que es arteria de vida, y mas lejos, cargado de sedimentos impuros, se corrompe, convertido en canal de inmundicias. Sin la fuente que le alimenta, Nimes no se hubiera fundado; y si las aguas se extinguieran, la ciudad dejaria tal vez de existir: en los anos de sequia, cuando el manantial arroja tan solo un hilito de agua, los habitantes emigran en gran numero. Sin duda, los naturales de Nimes podrian traer de lejos a sus calles y plazas muchas otras fuentes y hasta un brazo del Ardeche o el Rodano; pero, ien cuantos trabajos futiles no distraen su actividad sin pensar antes en procurarse lo indispensable, es decir, agua abundante para proporcionarse con ella bienestar e higiene! Como para burlarse de su propia incuria, los nimeses han erigido en una de sus plazas, la mas arida y llena de polvo, un grupo magnifico de rios adornados con tridentes y arroyuelos coronados de nenufares; pero, a pesar de ese fausto escultural, el unico recurso es siempre la fuente venerada, hermosa y pura como en los dias en que sus antepasados los galos construyeron la primera cabana al borde mismo de sus aguas. En los paises del Norte, regados casi todos con abundancia por fuentes, arroyos y rios, los manantiales no han atraido hacia ellos, como las fuentes del Mediodia, la poesia de las leyendas y la atencion de la historia. Como barbaros que miramos solo las ventajas del trafico, admiramos el rio caudaloso en proporcion al numero de sacos o toneladas que transportan durante el ano, y apenas si nos ocupamos de los rios secundarios que lo forman y de las fuentes que los alimentan. Entre los muchos millones de hombres que habitan en las orillas de los grandes rios de la Europa occidental, solo algunos millares, en sus paseos o viajes, se dignan desviarse un poco de su camino para ir a contemplar las fuentes principales del rio que riega sus ricas tierras de la vega donde nacieron, pone en movimiento sus fabricas y mantiene a flote las embarcaciones. Algunas fuentes, admirables por la transparencia de sus aguas y por el encanto del paisaje que las rodea, permanecen completamente ignoradas para los burgueses de la ciudad vecina, que, fieles a las rutinas en boga, van todos los anos a llenarse de polvo por las calles y caminos de las ciudades en moda. Como viven una existencia artificial, han olvidado completamente a la naturaleza y no saben siquiera abrir los ojos para contemplar el horizonte, ni mirar lo que existe en donde ponen sus pies. iPoco nos importa! ?Es acaso la naturaleza menos hermosa porque ellos la miren con indiferencia? ?Porque jamas se hayan dignado mirarlas, son menos encantadoras las pequenas fuentes que nacen susurrantes en medio de las flores y el poderoso manantial que se escapa a borbotones de las concavidades de la roca? CAPITULO III #El torrente de la montana# Entre los innumerables arroyos que corren por la superficie de la tierra y se precipitan en el mar o se reunen para formar grandes rios, este, cuyo curso vamos a seguir, no tiene nada que particularmente atraiga la atencion de los hombres. No sale de altos montes cubiertos de hielo; sus orillas no aparecen pobladas de una especial vegetacion; su nombre no es tampoco celebre en la historia. No obstante, es encantador, ?pero que arroyo no lo es, a menos de que corra por fetidas tierras pantanosas, por el desaguee de las ciudades o que sus orillas no hayan sido afeadas por un cultivo sin arte? Los montes de donde nacen aguas del arroyuelo son de una mediana elevacion: verdes hasta la cima, aparecen afelpados por los prados de sus hondonadas; las pequenas colinas que le rodean estan pobladas de bosque, y los terrenos para el pastoreo, medio cubiertos por los azulados vapores del aire, tapizan las altas pendientes. Una cima de ancho lomo domina las demas cumbres, que, alineandose en larga fila, forman una prolongada cadena de colinas entre los valles laterales. Las bruscas escarpaduras y los promontorios avanzados, no permiten encerrar el paisaje en una mirada: al pronto solo se ve una especie de laberinto donde depresiones y alturas alternan sin orden; pero si volaramos como los pajaros, o si nos balancearamos en la barquilla de un globo, se veria que los limites de las vertientes se redondean alrededor de todas las fuentes del arroyo como un anfiteatro, y que los barrancos abiertos en la vasta redondez se inclinan y convergen para reunirse en un valle comun. La cadena principal de las alturas forma el borde mas elevado del circo; otros dos lados los forman cadenas laterales que, bajando gradualmente, se alejan de la grande arista, y algunas pequenas colinas se aproximan para cerrar el circo paralelamente a los grandes montes; dejan, sin embargo, una abertura por la cual se escapa el arroyo. Los montes, diferentes por su elevacion, lo son tambien por la naturaleza de los terrenos, el perfil y el aspecto general. La cima mas elevada, que parece el pastor del rebano de montes, es una ancha cupula con resistentes bases; la masa de granito, oculta bajo las plantas, se revela por los majestuosos movimientos de la verdura que forma su relieve. Otras cimas mas humildes, ensenan en las inmediaciones sus largas crestas como dientes de sierra gigantesca en rapidos declives: son asientos esquistosos que el cono central de granito ha formado al levantarse. Mas lejos aparecen alturas calcareas, cortadas verticalmente y se continuan por vastas mesetas ligeramente redondeadas. Cada cima tiene su vida propia; como un ser distinto, tiene su osamenta particular y su forma exterior correspondiente; cada arroyuelo que corre por sus flancos tiene su curso y accidentes particulares y su lenguaje, su murmullo y su estruendo propio. La fuente que nace a mayor altura es la que brota del pico mas elevado y la que por consecuencia recorre mas espacio hasta llegar al valle. Con frecuencia, en los dias lluviosos, y hasta en los que estan los campos alumbrados por un sol hermoso, hemos visto, a una distancia de varias leguas, formarse la fuente en las alturas del aire. Una nube blanca se levanta como una humareda de la cima lejana, crece poco a poco o rapidamente y cubre los prados, dividiendose en jirones impelida por el viento. "El monte se pone el sombrero", dice el campesino, y ese sombrero de nubes no es otra cosa que la fuente bajo diferente forma: despues de haber sido nube, niebla y lluvia, reaparece ya fuente algunos cientos de metros mas abajo de la cima por una hendidura de la roca o por un ligero repliegue del terreno. Durante el invierno y parte de la primavera, el viento deposita en las alturas en forma de nieve el agua que ha de brotar del suelo como fuente permanente. Las nubes grises que se pegan al suelo de la cumbre, no se evaporan sin dejar huellas de su paso; en el punto donde antes se veia la verde dehesa se extiende ahora un vasto lienzo de blanca nieve. Esta blanca capa de copos, es todavia, bajo una nueva forma, la nube de vapor que se condensaba en el espacio, que bien pronto sera el arroyo que se dirija alegremente hacia la llanura. Mientras que la superficie de la nieve caida se endurece por el frio del invierno, sobre todo durante las noches, un sordo trabajo se realiza debajo del gran laboratorio del monte: las gotas que el sol ha fundido durante el dia, penetran en el suelo hasta las rocas de granito y de un grano de arena a otro, y del cristal de cuarzo a la molecula de arcilla, desciende imperceptiblemente por la pendiente; se juntan unas gotas a otras, se hacen mas gruesas, a su vez estas se reunen y se forman hilillos de agua que corren subterraneamente por entre las raices del cesped o por las fisuras de la roca subyacente. Luego, cuando llegan los primeros calores del verano, la nieve se funde rapidamente en agua, para aumentar el caudal de las corrientes ocultas, y la hierba, que parece abrasada por un incendio, reaparece a la luz y adquiere nuevamente su color verde. Si el monte tuviera grietas profundas, las aguas se sumergirian por las hendiduras y no reaparecerian sino muy lejos en la llanura, o hasta pudiera ser que no renacieran otra vez; pero no, la roca es compacta y solo ligeramente hendida en la superficie; el agua corriente no se introduce mucho en el monte y hela nuevamente, de una depresion del suelo, salir en pequenos borbotones levantando granillos de arena y balanceando blandamente las verdes hojas del berro. Es cierto que la hermosa fuente no es abundante, sobre todo durante los calores del verano, cuando solo queda en la tierra la humedad de las nubes y la niebla; acostandose en el suelo para beber en la fuente, se ve disminuir su recipiente a medida que los labios la absorben; pero el pequeno deposito medio vacio se llena de nuevo, y el agua pura se desborda por la pendiente para emprender su viaje por el mundo exterior. La fuente mas alta y el cesped que la rodea son el paraje mas delicioso de todas las montanas. Alli se esta en el limite de dos mundos; de un lado, por encima de los promontorios poblados de vegetacion exuberante, aparece el valle frondoso con sus cultivos, sus casas, sus aguas tranquilas, y la bruma indistinta que alla lejos pesa sobre la ciudad; por el otro lado, se extienden las laderas solitarias y el pico banado en el profundo azul del cielo. El aire es fortificante y suave: se sienten deseos de lanzarse al espacio, y cuando se divisa el aguila volando a lo lejos sostenida por sus fuertes alas, llegamos casi a preguntarnos por que nosotros no volamos tambien, como ella, sobre los montes y los llanos, mirando desde arriba las pequenas obras de los hombres. iCuantas veces, mas por la voluptuosidad de ver que por las dulzuras del reposo, me he sentado cerca del alto manantial del monte, apartando mis miradas de la discreta fuente para dirigirlas hacia ese mundo que se difuminaba a lo lejos dentro del gran circulo del horizonte! De la pequena laguna de la fuente se escapa un chorrito de agua que desaparece entre las hendiduras del suelo y por entre las raices del cesped para aparecer y desaparecer alternativamente, produciendo el efecto de una serie de fuentes escalonadas. A cada salida, la pequena corriente adquiere una fisonomia nueva; choca contra el saliente de una roca y salta en grupos de perlas; se rompe entre las piedras, luego se extiende en un pequeno rellano arenoso, lanzandose en seguida en una pequena cascada cuyas gotas, separadas en el salto, van a mojar las hierbas de la orilla. A derecha e izquierda, nuevos manantiales vienen a aumentar el caudal uniendose a la principal corriente, y muy pronto la masa liquida es bastante abundante para poder correr por la superficie: cuando en su curso llega a una roca inclinada, se extiende ampliamente en un vasto lienzo, que se puede ver desde el llano a algunos kilometros de distancia. Esa agua que cae resbalando por la piedra, y que el sol hace brillar, aparece a lo lejos como una placa de pulido metal. Descendiendo sin cesar y creciendo constantemente, el arroyo se vuelve estrepitoso; cerca del nacimiento apenas si su arrullo era perceptible; en ciertos puntos, para oir el susurro de las aguas es preciso prestar mucha atencion, escuchando de un modo indefinido el pequeno estremecimiento de la hierba y el choque insensible contra las pequenas piedras; pero he aqui que el pequeno arroyo habla con voz clara, luego se hace ruidoso, y cuando corre por rapidas pendientes o se arroja en cascadas, su ruido lo repercuten los ecos del bosque y las concavidades del monte. Mas abajo todavia, sus saltos producen el ruido del trueno, y hasta en los parajes de su curso donde el cauce es casi horizontal, el arroyo muge y produce sordos murmullos al rozar en las orillas y arrastrarse sobre el fondo sinuoso. Al principio solo arrastra pequenos granos de arena; luego, mas fuerte ya, mueve los pequenos guijarros; y ahora arrastra en su marcha piedras enormes que chocan unas con otras produciendo sordos ruidos; mina en su base las paredes de la roca que le aprisionan, y hace caer masas de tierra y piedra, rompiendo las raices de los arboles que le prestan su sombra. Asi, la pequena hebra liquida, apenas perceptible, se ha cambiado en arroyuelo, y mas tarde en verdadero torrente. Con los nuevos barrancos tributarios aumenta el caudal de sus aguas, e impetuoso y alborotador, sale al fin de los desfiladeros del monte para correr mas lentamente por el ancho valle dominado solo por las redondeadas colinas. El intrepido explorador que ha seguido su curso desde su nacimiento hasta la superficie menos accidentada del valle, ha visto, durante su largo descenso, en muchas partes peligroso, las mas bruscas desigualdades del terreno, con sus inesperadas diferencias de inclinacion: a los rellanos en donde el agua parece estancada, suceden repentinamente los precipicios perpendiculares donde el arroyo se arroja furioso; abismos, declives mas o menos rapidos, superficies horizontales, aparecen sin orden aparente a primera vista; y, sin embargo, cuando el geografo, sin hacer caso de detalles, calcula y traza sobre el papel la curva descrita por el arroyo desde la fuente situada en la region de los pastos hasta el valle frondoso, se ve que esta curva es de una regularidad casi perfecta. El torrente trabaja sin descanso para formarse un cauce, y, rebajando los salientes y llenando de arena y arcilla los agujeros de la roca, ha conseguido determinar una parabola regular, parecida a la que describe un carro bajando desde lo alto de una montana rusa. CAPITULO IV #La gruta# Al pie de un promontorio de base escarpada y redonda cima, poblado de grandes arboles, el torrente de la montana viene a chocar con otro arroyo, casi tan abundante, y como el, corriendo y saltando por un plano excesivamente inclinado. Las aguas del afluente, que se mezclan a las mas caudalosas corrientes, formando anchos torbellinos bordeados de espuma, son de una pureza cristalina; ni una molecula de arcilla enturbia su transparencia, y por el fondo de limpia roca, ni siquiera se arrastra un grano de arena. La masa liquida no ha tenido todavia tiempo para ensuciarse, derribando las orillas y mezclandose con el barro que el suelo rezuma; acaba da salir del seno de la colina, y lo mismo que corria por un cauce tenebroso, salta ahora transparente de luz y de alegria. La gruta de donde sale el arroyo no esta lejos del confluente; apenas se han andado algunos pasos, cuando se ve ya, por entre las ramas que se cruzan, la puerta grande y negra que da acceso al templo subterraneo. El umbral aparece cubierto por el agua que se esparce en raudal sobre las piedras amontonadas; pero saltando de uno a otro saliente de las rocas o sobre las piedras que el agua no llega a cubrir, se puede penetrar en la gruta y seguir junto a la corriente, una estrecha y resbaladiza cornisa por la cual se puede ascender, no sin peligro. A los pocos pasos se siente el curioso transportado a otro mundo. Un frio humedo sorprende repentinamente; el aire estancado, donde los bienhechores rayos del sol no penetran jamas, tiene yo no se que de agrio, como si no lo debieran respirar los pulmones humanos; el murmullo del agua repercute en ecos lejanos por sonoras cavidades, y parece oirse a las rocas lanzar clamores, unas repercutiendo a lo lejos, y otras exhalando sordos y delicados suspiros en las subterraneas galerias. Todos los objetos adquieren formas fantasticas: cualquier orificio practicado en la roca se nos antoja un abismo; la convexidad insignificante que aparece en la regularidad de la boveda adquiere las proporciones de un monte derribado; las concreciones calcareas entrevistas aqui y alla toman el aspecto de monstruos enormes; un murcielago que vuela, cualquier cosa que se desprende, nos produce un extremecimiento de horror. No es esto el palacio encantado, rico y esplendido que nos describe el poeta arabe de las _Mil y una noches_; es, al contrario, un antro sombrio y siniestro, un lugar terrible. Esta sensacion la sentiremos, sobre todo, si para gozar como artistas de la emocion del espanto, que experimenta hasta el hombre mas fuerte y bravo al entrar en una caverna, nos atrevemos a penetrar sin companero y sin guia: sin la emulacion que proporciona la compania de los amigos, sin el amor propio que nos induce a adoptar una actitud audaz, sin el embriagamiento ficticio que producen las exclamaciones, el eco de las voces, la luz de las antorchas, solo osamos marchar con el santo terror del griego al entrar en el infierno. A cada momento volvemos atras la mirada para ver la hermosa luz del dia: como en un cuadro, el paisaje sonriente y vaporoso aparece entre las sombrias paredes, festoneadas en la entrada de hiedra y de vina virgen. A medida que se avanza, el foco luminoso disminuye gradualmente; de repente, una salida de la roca nos oculta la luz, y solo una claridad mortecina se refleja sobre las paredes y pilares de la caverna. Luego penetramos en la obscuridad sin fondo de las tinieblas, y, para guiarnos, solo tenemos la incierta y caprichosa luz de las antorchas. El viaje es penoso y parece largo a causa del temor a lo desconocido que llena las simas y las galerias. En ciertos parajes, solo se puede avanzar con mucha pena: es preciso entrar en el cauce de la corriente y tenerse en equilibrio sobre las piedras resbaladizas; mas lejos, la boveda se rebaja por una curva repentina, y solo deja un estrecho paso, que es preciso atravesar arrastrandose. Se sale del paso lleno de barro, y se sube a una roca escalonada, por cuyas desiguales gradas se asciende temblando. Las salas, con bovedas inmensas, suceden a los desfiladeros y estos a las salas; montones de piedras desprendidas del techo se levantan como islas en medio del agua. El riachuelo, siempre variando, diferente siempre, salta sobre las rocas; en algunos puntos se extiende como tranquila laguna, turbada solo por las gotas que caen por las grietas de la boveda. Mas arriba, se oculta por el asiento de una piedra; ni siquiera se oye el ruido, pero en una curva violenta, aparece de nuevo saltando rapidamente, hasta que, por fin, se llega ante una estrecha abertura, de donde el agua sale como por la boca de un tubo. Al llegar aqui, nuestro viaje, siguiendo el curso del arroyo, se ve forzosamente detenido. Sin embargo, la gruta se ramifica hasta el infinito en las profundidades del monte. A derecha e izquierda se abren, como bocas de monstruo, las negras avenidas de las galerias laterales. Mientras que en el libre valle, corriendo sin cesar, acariciado por la luz, el arroyo ha derribado y arrastrado los escombros de las enormes masas de piedra que unian las aristas de los montes, actualmente cortadas, el agua de las cavernas que con el auxilio del acido carbonico atacaba a la dura roca para disolverla y agujerearla paulatinamente, ha practicado tambien galerias, balsas y tuneles, sin haber hecho hundirse al enorme edificio en cuyas entranas nace. En cientos de metros de altura y algunas leguas de largo, la masa de las rocas esta agujereada en todos sentidos por antiguos lechos que el agua ha formado y que luego ha abandonado por haber hallado una nueva salida. Las cavidades inmensas como salas de fabulosos palacios, se suceden a estrechos desfiladeros y estos a aquellas; chimeneas, abiertas en la roca por antiguas cascadas, aparecen en la boveda; al borde de estos pozos siniestros nos detenemos con horror, en los cuales, las piedras que arrojamos, bajan chocando contra los salientes de las paredes y solo despues de algunos segundos deja de oirse el ruido que produce en la caida. Desgraciado del que se desorientara en el laberinto infinito de las grutas paralelas y ramificadas que suben y bajan; tendria que tomar la resolucion de sentarse sobre un banco de estalagmitas, y contemplar como su antorcha se apagaba lentamente, lo mismo que su vida, si tenia bastante resignacion para no morir desesperado. No obstante, esas cavernas sombrias, en donde hasta acompanado de un guia y sin perder de vista los lejanos reflejos del sol, sentimos el corazon oprimido por el terror, eran los antros que habitaban nuestros antepasados. Para reverenciar el pasado, nos dirigimos en peregrinacion a las ruinas de las ciudades muertes, y contemplamos con emocion uniformes montones de piedras, porque sabemos que bajo esos escombros yacen los huesos de hombres que trabajaron y sufrieron por nosotros, creando penosamente con la miseria y la lucha la preciosa herencia de experiencias que llamamos historia. Pero si la veneracion a las generaciones pasadas no es mas que un vano sentimiento, icon cuanto mas respeto todavia debieramos recorrer estas cavernas, donde se refugiaban nuestros primeros abuelos, los barbaros iniciadores de toda civilizacion! Buscando detenidamente en la gruta y escudrinando los depositos calcareos, podemos hallar las cenizas y el carbon del antiguo hogar donde se agrupaba la familia naciente; al lado estan los huesos roidos, restos de festines que se celebraron hace cientos de millares de anos, y en un rincon cualquiera se encuentran los esqueletos de los seres que en el tomaron parte rodeados de sus armas de piedra, hachas, mazas y venablos. No cabe duda que entre esos restos humanos, mezclados con los de rinocerontes, hienas y osos de las cavernas, ninguno encerraba el cerebro de un Esquilo o de un Hiperco; pero ni Hiperco ni Esquilo hubieran existido si los primeros trogloditas divinizados por los griegos con el simbolo de Hercules, no hubiesen conquistado el fuego del rayo o del volcan, si no hubiesen fabricado armas para limpiar la tierra de los monstruos que la poblaban, si no hubieran asi, en una inmensa batalla que duro siglos y siglos, preparado para sus descendientes las epocas de relativo descanso, durante las cuales se ha elaborado el pensamiento. La labor de nuestros antepasados fue ruda, y su existencia llena de terrores. Salidos de la gruta para ir en busca de caza, arrastrabanse por entre las hierbas y raices para sorprender su presa, y luchaban cuerpo a cuerpo con las mas feroces bestias; a veces tenian que luchar con otros hombres, fuertes y agiles como ellos; durante la noche, temiendo la sorpresa, vigilaban la entrada de la caverna, para lanzar el grito de alarma en cuanto advirtieran la presencia de un enemigo y tener tiempo suficiente para que las familias pudieran esconderse en el dedalo de las galerias superiores. Sin embargo, tambien ellos debian tener momentos de reposo y alegria. Cuando volvian de la excursion de caza o de la batalla, se regocijaban oyendo el murmullo del arroyo y el acompasado y monotono ritmo de las gotas que caian; lo mismo que el lenador al volver a su cabana, miraban con piedad nuestros primeros padres los pilares de la gruta bajo los cuales descansaban sus mujeres y en donde habian nacido sus hijos. En cuanto a estos, corrian y jugaban a lo largo del arroyo subterraneo, en los lagos cristalinos, bajo la ducha de las cascadas; se divertian ocultandose en los tenebrosos corredores como los ninos de nuestros dias en los andenes de los jardines, y tal vez en medio de sus alegres proezas treparan por las paredes para sorprender a los murcielagos en sus negros refugios, practicados en la boveda. Ciertamente no seremos nosotros los que afirmemos que la existencia actual sea menos penosa para el hombre. Muchos de nosotros, desheredados todavia, viven en las alcantarillas de los palacios que habitan sus hermanos mas felices que ellos; miles y millones de individuos del mundo civilizado habitan chozas estrechas y humedas, grutas artificiales bastante mas insanas que las cavernas naturales donde se refugiaban nuestros antepasados. Pero si consideramos la situacion en conjunto, nos es preciso reconocer que los progreses realizados desde aquellos tiempos son bien grandes. El aire y la luz entran en la mayor parte de nuestras residencias; el sol penetra por las ventanas; a traves de los arboles vemos brillar a lo lejos las perlas liquidas del arroyo y a nuestra vista se presenta hasta el inmenso horizonte. Es cierto que el minero habita durante la mayor parte de su existencia las galerias subterraneas que el mismo ha vaciado, pero esas sombras de muerte donde se deposita el grisu, no son su unica patria; si trabaja en ellas, su pensamiento esta en otra parte, arriba, sobre la tierra alegre, al borde del fresco arroyo que murmura bajo los olmos, festoneado de juncos. A veces, cuando nos cuentan escenas de guerras antiguas, horribles episodios nos recuerdan lo que debio ser la vida de nuestros antepasados los trogloditas, y lo que seria la nuestra si ellos no nos hubieran preparado dias mas felices que los suyos. Muchas tribus perseguidas se han refugiado en las cavernas que sirvieron de morada comun a sus abuelos, y a los perseguidores barbaros o pretendidos civilizados, negros o blancos, vestidos con pieles o uniformados con bordados y condecoraciones, no se les ha ocurrido nada mas humano que asfixiar por el humo a los refugiados en ellas, encendiendo hogueras a la entrada de la gruta. En otras partes, los desgraciados encerrados han tenido que comerse unos a otros, y luego morir de hambre, intentando roer algunos restos de huesos; multitud de cadaveres han quedado esparcidos por el suelo, y durante muchos anos se han visto rodar sus esqueletos, antes que el agua caida de las bovedas los haya envuelto en un blanco sudario de estalagmitas. Como simbolo del tiempo que todo lo modifica, la gota, cargada de la piedra que ha disuelto, hace desaparecer lentamente las huellas de nuestros crimenes. Hasta las grutas dejan de existir por la accion del tiempo. La lluvia que cae sobre el monte y penetra en las fisuras de la piedra, se carga constantemente de moleculas calcareas. Cuando despues de un recorrido mas o menos largo, viene a caer temblando por la boveda de la caverna, una parte de liquido se evapora en el aire, y una pequena particula de piedra, prolongada como la gota que la tenia en suspension, queda suspendida de la roca; una nueva gota deposita otra particula sobre la primera, luego se deposita una tercera y millares de millones hasta el infinito. Lo mismo que arboles de piedra, los estalactitas crecen por capas concentricas endureciendose poco a poco. Bajo ellas, en el suelo de la gruta, el agua caida se evapora igualmente y deja en su puesto otras concreciones calcareas, que, de hoja en hoja, se levantan por grados hacia la boveda. Con el tiempo, las irregularidades de arriba y los conos de abajo, llegan a encontrarse; primero se convierten en pilares y luego acaban por convertirse en paredes que se extienden a lo largo de la galeria, y la gruta asi obstruida, se encuentra dividida en una serie de salas distintas. En el interior del monte, los rezumamientos y los hilos de agua que se asocian para formar el arroyo, realizan asi dos trabajos inversos: de un lado, ensanchan las fisuras, agujeran las rocas y forman anchos cauces; y de otro, cierran las hendiduras del monte, apoyan la boveda con columnas y llenan de piedra los enormes agujeros que ellas mismas practicaron miles de anos antes. De otra parte, las estalactitas, como todas las cosas de la naturaleza, varian hasta el infinito, segun la forma de la gruta, la disposicion de las fisuras y la mas o menos cantidad de gotas que depositan las revocaciones calcareas. A pesar de las obscuras tinieblas que las llenan, infinidad de cavernas se han cambiado asi en maravillosos palacios subterraneos. Verdaderos cortinajes de piedra con innumerables y elegantes pliegues, coloreados a trozos por el ocre de rojo y amarillo, se extienden como escaparates de tejidos en las entradas de las salas; en el interior se suceden hasta perderse de vista las columnas con basamentos y capiteles adornados con relieves caprichosos; monstruos, quimeras y grifos, se retuercen en grupos fantasticos en las naves laterales; altas estatuas de dioses se levanten aisladas, y a veces, a la luz de las antorchas, parece que su mirada se anima y que, con energico ademan, alargan sus brazos hacia nosotros. Esas roperias de piedra, esas columnatas, esos grupos de animales, esas figuras de hombres o de dioses, las ha esculpido el agua, y cada dia, cada minuto, sin cesar en su obra, trabaja para anadir alguna modificacion graciosa a la inmensa arquitectura. CAPITULO V #La sima# No lejos de la caverna, gran laboratorio de la naturaleza, donde se ve la formacion de un arroyo gota a gota, se abre un valle tranquilo en el fondo del cual brota otra fuente. Sale tambien de la roca, pero esta roca no se levanta perpendicular como la de la gran caverna; se ha inclinado a consecuencia de algun desprendimiento. Del cesped que la cubre crecen algunas plantas salvajes; y en su base, alrededor de la cristalina fuente, se han agrupado grandes arboles, cuyas ramas entrelazadas se balancean armoniosa y ritmicamente, impulsadas por la brisa. Todo es apacible y encantador en ese pequeno rincon del universo. La laguna es transparente, casi sin ondas, y el agua, saliendo por un arco de algunas pulgadas de altura, se extiende sin temor. Inclinado sobre el agua que centellea por los rayos del sol, medito mirando la sombra por donde sale, y envidio la pequena arana acuatica que corre patinando sobre la superficie liquida y va a refugiarse en un agujero de la roca. En la entrada distingo todavia algunas sinuosidades del fondo; piedras blancas, un poco de arena que se mueve lentamente, empujada por el agua que sale, produciendo ruidos de hervor; un poco hacia dentro se distinguen aun los rizos de las pequenitas ondulaciones, y las diminutas columnas que soportan la boveda; alumbradas vagamente por reflejos de luz, parecen temblar en la sombra: diriase que una redecilla de seda flota sobre ella con ligeras ondulaciones. Mas alla todo esta negro; la corriente subterranea no se revela ya, mas que a veces, por el ahogado susurro. ?Que sinuosidades son las del agua mas adentro del punto a donde alcanzan los ultimos reflejos de luz? Esas curvas del arroyo son las que yo intente buscar con la imaginacion. En mis ensuenos de hombre curioso, me convierto en un ser pequenisimo, de algunas pulgadas de alto, como el gnomo de las leyendas, y saltando de piedra en piedra, insinuandome por debajo de las protuberancias de la boveda, observo todos los confluentes de los arroyuelos en miniatura, y remonto los imperceptibles hilos de agua, hasta que convertido en atomo, llego por fin al punto donde la primera gota de agua rezuma en la piedra. No obstante, sin convertirnos en genios como hacian nuestros antepasados en los tiempos fabulosos, podemos, paseando tranquilamente por los campos cultivados o las aridas lomas, reconocer en la superficie del suelo los indicios que revelan el curso del oculto arroyo. Un sendero tortuoso que empieza al borde mismo de la fuente, sube por el flanco de la colina, contornando los troncos de los arboles, desaparece luego cubierto por las altas plantas en un repliegue del terreno, y llega, por fin, al llano, sembrado de hermoso trigo. Con frecuencia, cuando yo era un colegial libre, subia corriendo ese sendero para bajarlo despues en pocos saltos; a veces, tambien me aventuraba alejandome algo por el llano, hasta perder de vista el bosquecillo de la fuente; pero en un angulo del camino me paraba sorprendido y sin aliento para ir mas lejos. A mi lado veia abierto un abismo en forma de embudo, lleno de parras y zarzas enlazadas. Piedras de bastante peso, arrojadas por los transeuntes o arrastradas por las lluvias violentas, se veian flotando sobre el follaje polvoriento y mortecino; en el fondo se entrelazaban algunas ramas gruesas, y por entre sus hojas veia la negrura temida de un abismo. Un sordo murmullo salia de alli constantemente como quejidos de algun animal encerrado. Actualmente me alegro de volver a encontrar el "gran agujero" y hasta me atrevo a descender por el aunque para ello tenga que asustar a los animales que se refugian en su maleza. Pero en otro tiempo, icon que horror mirabamos, cuando ninos todavia, se cruzaba en nuestro camino este siniestro pozo en cuyo borde se detenia el arado! Una noche tranquila, de hermosa luna, tuve que pasar solo cerca del sitio terrible. Aun tiemblo al recordarlo. El abismo me miraba, me atraia; mis rodillas se doblaban desobedeciendo mi esfuerzo y los tallos de los arbustos avanzaban para arrastrarme hacia la negra boca. Pase, sin embargo, golpeando con mis pies el suelo cavernoso y ocultando el pavor que me invadia; pero detras de mi un gigante inmenso, formado de vapor, surgio inmediatamente: se inclino para cogerme y el murmullo del abismo resono en mi oido durante largo rato como risa de odio o de triunfo. Ahora ya lo se; ese abismo es una sima que sirve de respiradero al arroyo, y el sordo ruido que de ella sale es el que produce el agua chocando con las piedras. En una epoca no conocida, mucho antes que fueran redactados por el notario del pais los primeros documentos de propiedad, uno de los asientos de las rocas que forman el valle subterraneo se hundia en el lecho del arroyo; luego, las tierras, faltas de base, fueron gradualmente arrastradas hacia el llano; poco a poco el _gran agujero_ se fue abriendo, y las aguas, corriendo por sus declives, le dieron la forma de un embudo casi regular. Los campesinos de la comarca que pasan con frecuencia cerca de el, le llaman el _Bebe-todo_, porque bebe en efecto, todas las lluvias que podrian fertilizar los campos. El agua caida en la llanura que la tierra se niega a embeber, corre hacia el agujero en pequenas corrientes, coloreadas por la arcilla, para reaparecer luego en la fuente, cuya cristalina pureza enturbia durante algunas horas. La sima que me asustaba en mi infancia, no es la unica que se ha abierto sobre las galerias profundas. Siguiendo la parte mas baja, determinada por una especie de repliegue del suelo en la llanura, se pasa por cerca de otras cavidades que indican a los transeuntes el curso interior de las aguas. Estas cavidades son diferentes en forma y dimensiones. Algunas son enormes pozos donde desaparecerian enormes rios; otras son simples depresiones del suelo, especies de nidos bien tapizados por el cesped, donde en los hermosos dias de otono se puede gozar de las tibias caricias del sol, sin temor al aire que pasa silbando sobre las hierbas secas del llano. Algunos de esos agujeros se obstruyen y se llenan gradualmente; pero hay otros que se ensanchan y se ahondan de ano en ano visiblemente. Algunas aberturas que nos parecian refugio de serpientes, en las que no hubieramos metido la mano por temor a ser mordidos, eran un principio del abismo; las lluvias y los derrumbamientos interiores las han ensanchado tanto, que muchas de ellas son hoy principios con declives de roja arcilla, surcados por la corriente de las aguas. De estos pozos naturales, los mas pintorescos son los mas alejados del nacimiento de la fuente. Donde se encuentran estos, el llano, cuyo plano es ya mas desigual, termina bruscamente al pie de una muralla rocosa, al lado de la cual se abre un valle que lleva sus aguas a un rio lejano. Las rocas levantan hasta el cielo sus bellos frontis dorados por la luz; pero sus bases estan ocultas por un bosquecillo de encinas y castanos; gracias a la verdura y variedad del follaje, el contraste demasiado duro que formaria la abrupta pared de las rocas con la superficie horizontal del llano, aparece suave. En el paraje mas espeso del bosque, es donde se encuentra el abismo. Sobre sus bordes, algunos arbustos inclinan sus tallos hacia la superficie azul, que se ve por entre las ramas de la encina; solo un abedul deja caer por encima de la sima sus ramas delicadas. Al llegar a estos parajes es preciso tomar algunas precauciones, porque el suelo esta demasiado accidentado y los pozos no tienen ningun brocal como los que construyen los ingenieros. Avanzamos lentamente arrastrandonos bajo las ramas; luego, tendidos sobre el vientre, apoyando la cabeza en nuestras manos, dirigimos nuestra mirada hacia el vacio. Las paredes del pozo circular, ennegrecidas a trozos por la humedad que destila la roca, descienden verticalmente; apenas si algun pequeno saliente se insinua fuera del plano de los muros de piedra. Matas de helechos y escolopandras crecen en las anfractuosidades mas altas; mas abajo la vegetacion desaparece, a menos que una mancha roja que se ve en la obscuridad del fondo, sobre un saliente de la roca, sea un grupo de algas infinitamente pequeno. A primera vista, en el fondo no hay mas que tinieblas; pero nuestros ojos, acostumbrandose poco a poco a la obscuridad, distinguen luego una superficie de agua clara sobre un lecho de arena. Ademas, puede descenderse al pozo, y yo soy uno de los que han tenido ese placer. La aventura produce una agradable sorpresa, puesto que es un viaje de exploracion; pero en si misma no tiene nada de seductora, y ninguno de los que han hecho estos descensos al abismo quedan en disposicion de repetirlo. Una cuerda, prestada por un campesino de las inmediaciones, se ata fuertemente al tronco de una encina, y dejandola caer al fondo del abismo, oscila dulcemente por la impulsion de la pequena corriente de agua, en la cual se moja la extremidad libre. El viajero aereo se coge fuertemente a la cuerda, al mismo tiempo que con las manos, con las rodillas y los pies, y desciende con lentitud por la boca tenebrosa. El descenso no es siempre facil, desgraciadamente; se da vueltas con la cuerda alrededor de si mismo, se enreda en las matas de helecho, que el peso del cuerpo rompen, se choca varias veces contra la roca llena de asperezas, y con la ropa se enjuga el agua fria que las paredes rezuman. Por fin se aborda una cornisa, se descansa un poco en ella para tomar aliento y equilibrio, y luego se lanza nuevamente en el vacio para descansar mas tarde sobre el fondo de tierra firme. Yo recuerdo sin alegria mi estancia durante algunos instantes en el fondo del abismo. Mis pies, estaban dentro del agua; el aire era frio y humedo; la roca estaba cubierta de una especie de pasta resbaladiza de arcilla diluida; una sombra siniestra me rodeaba y un resplandor tibio, vago reflejo de la luz del dia, me revelaba solamente algunas formas indecisas y una gruta llena de arrogantes protuberancias. A pesar mio, mis ojos se dirigian hacia la zona iluminada que aparecia redonda sobre la boca de la sima; miraba con amor la guirnalda de verdura que adornaba el borde del pozo, las grandes ramas con su follaje superpuesto, que los rayos del sol doraban alegremente, y los pajaros lejanos volando con libertad por el azul del cielo. Tenia vehementes deseos de volver a la luz; di el grito de aviso y mis companeros me sacaron fuera del pozo, ayudados por mi, que ascendia apoyando mis pies en las sinuosidades de las rocas. Como candido joven, me creia un gran heroe por haber realizado el pequeno descenso a los "infiernos", a unos treinta metros de profundidad, y buscaba en mi cabeza algunas rimas para el poeta que se aventura a bajar al fondo de un abismo para sorprender la sonrisa de una ninfa encantada, mientras olvidaba a los verdaderos heroes, que, sin recitar jamas versos por sus frecuentes entrevistas con las divinidades subterraneas, se relacionan con ellas durante dias y semanas enteros. Estos son los que conocen bien el misterio de las aguas ocultas. Al lado de sus cabezas, la pequena gota, suspendida de las estalactitas de la boveda, brilla como un diamante a la luz de sus lamparas, y cae sobre el pequeno charco estancado, produciendo un ruido seco que repercute el eco de las galerias. Pequenas corrientes de agua, formadas por ese destilamiento de gotas, corren bajo sus pies, y formando regueros y mas regueros se dirigen hacia la balsa de recepcion, donde la bomba a vapor, parecida a un coloso encadenado, sumerge alternativamente sus dos brazos de hierro, lanzando prolongados gemidos a cada esfuerzo. Al ruido de las aguas de la mina se mezcla a veces el sordo rumor de las aguas exteriores que un desgraciado golpe de pico puede hacer inundar repentinamente la galeria. Mineros hay que no tienen temor en llevar sus trabajos de zapa hasta debajo del mar, desde donde no cesan de oir al terrible oceano arrastrar constantemente los guijarros de granito por encima de la boveda que los protege; durante los dias de tempestad, solo a algunos metros de donde ellos trabajan van a estrellarse los navios contra las rocas. CAPITULO VI #El barranco# Descendiendo por el curso del arroyo, en el que vienen a unirse el ruidoso torrente de la montana, el arroyuelo nacido en la caverna y el agua apacible del manantial, vemos a derecha e izquierda sucederse los valles, diferentes unos de otros por la naturaleza de sus terrenos, su pendiente, el aspecto que presentan y la vegetacion, distinguiendose ademas por el caudal de aguas que aportan al cauce general del valle. Casi enfrente de un torrente pequeno y murmurador, que salta alegremente de piedra en piedra para sumarse a la bastante considerable cantidad de agua del arroyo, se abre un barranco de rapida pendiente y seco con frecuencia. Es probable que este barranco, formado por la depresion en un suelo poroso, este sobre el cauce subterraneo de un arroyo permanente; este barranco solo se ve banado por la corriente de agua despues de chubascos tempestuosos o de grandes lluvias. Como todos los pequenos valles laterales, el barranco es tributario del cauce central, pero tributario intermitente. Sin embargo, es curiosisimo el visitarlo, porque paseandose sobre su seco cauce, se puede estudiar detenidamente la accion del curso de las aguas. Un pequeno sendero que los surcos del labrador destruye cada otono, y que el transito de los caminantes marca de nuevo muy pronto, serpentea sobre la ribera del barranco. Es verdad que las ramas de espino, plantadas por el campesino avariento, prohiben el paso; pero el humilde obstaculo, simulacro del temible dios Termino, no tiene nada de terrorifico para los agricultores vecinos, y el camino, practicado tal vez por los hombres desde la edad de piedra, no cesa de reformarse de ano en ano. Seria, pues, facil remontar el barranco en su largo curso sin tener necesidad de servirse de las manos para salvar los accidentados obstaculos de su cauce, pero quien ama la naturaleza y la quiere gozar de cerca, abandona el pequeno sendero y se lanza con entusiasmo por el estrecho espacio abierto entre sus bordes. Desde los primeros pasos se halla como separado del mundo. Por detras, una curva de la desembocadura le oculta el arroyo y los verdes prados que riega; por delante, el horizonte se limita bruscamente por una serie de gradas que el agua salta en pequenas cascadas despues de la lluvia; por encima, las branchas de arboles que bordean las riberas se curvan y entrelazan formando boveda, y los ruidos de fuera no penetran en este salvaje cauce casi subterraneo. Es una gran alegria hallarse asi en la naturaleza virgen, solo a algunos pasos de los campos arados en surcos paralelos y sentirse obligado a trazarse un camino por entre las piedras y la maleza, no lejos del honesto burgues que se pasea placidamente contemplando sus cosechas. A cada vuelta del tortuoso barranco, la inclinacion y la forma del lecho cambian bruscamente: los saltos y los hoyos se suceden contrastando de un modo extrano. Encima de un grupo de arbustos enlazados por zarzas que el agua invade solo en las mayores crecidas, se extiende un pequeno prado de algunos metros de ancho y frecuentemente banado por las inundaciones de un momento. Alrededor del prado y el grupo de arbustos, se desarrolla en semicirculo una playa arenosa, en donde los materiales finos o gruesos, se han depositado con orden, segun la fuerza de la corriente que los arrastro. El modesto lecho fluvial, de donde el agua ha desaparecido, es aun tal cual lo trazo el torrente efimero, y revela tanto mejor las leyes de su formacion, por cuanto ni un pequeno charco de agua se halla en su curso. Una especie de foso con su borde lleno de cieno seco y hojas en descomposicion, nos ensena que en este paraje el curso de las aguas es tranquilo y casi sin corriente; mas lejos, el lecho aparece apenas trazado porque las aguas se resbalan con rapidez por la gran pendiente; en otra parte, las aristas paralelas de los asientos rocosos atraviesan oblicuamente el fondo desde una a otra orilla, formando obstaculos sobre los cuales la corriente se descompone formando pequenas ondas. Una gran piedra ha hecho determinar una curva a la corriente, lanzando a esta contra otra orilla, formando una brusca sinuosidad, y asi gradualmente se ha cavado un cauce segun su capacidad: mas arriba, ramas encadenadas; hierbas y piedras, han servido de punto de apoyo para formar uno o varios islotes rodeados de cauces tortuosos llenos de arena hermosamente blanca. A unos cuantos pasos de alli, el aspecto del barranco cambia todavia. Aqui el fondo no es mas que un pequeno reguero practicado por el agua en arcilla dura, casi rocosa; no sin pena, consigo pasar por el desfiladero asiendome de algunas ramas que se mecen sobre mi cabeza. El hilo de agua o la columna liquida, segun la fuerza del arroyo periodico, murmura dulcemente o ruge con estrepito por el estrecho corredor resbalandose rapidamente por una sucesion de grados; luego, al pie de la caida, ha formado una especie de cubo, ancha balsa donde las piedras arrastradas ruedan empujadas por la presion de las aguas. Despues de haber pasado el desfiladero, encuentro aun algo que fueron islas en otro tiempo, curvas, rapidas corrientes, cascadas: hasta encuentro fuentes extinguidas que reconozco por la humedad de la arena y las fisuras rocosas. El borde desde donde se lanza una cascada lo forman dos raices enlazadas, sujetas solo por un lado, encrustadas en la arcilla. En este barranco, en el cual penetramos con alegria para contemplar en un pequeno espacio el cuadro de la naturaleza libre y para huir del aburrimiento de los campos cultivados con barbara monotonia, una multitud de animalejos de varias especies, refractarios como nosotros al exterior, penetran tambien buscando un refugio contra el hombre, inflexible perseguidor; desgraciadamente, el tenaz cazador los persigue hasta este retiro, a pesar de las zarzas y las raices. Las tierras recientemente removidas, los negros agujeros practicados en las paredes de la orilla, nos revelan el sitio donde se ocultan los conejos y los zorros; al notar nuestra presencia, las serpientes enroscadas desenrrollan rapidamente sus circulos y desaparecen en la espesura; las lagartijas, mas rapidas, corren haciendo crugir las hojas caidas; los insectos saltan sobre la arena o se balancean por las hierbas. En las ramas de los arbustos se ven nidos de pajaros: todo un mundo de fugitivos puebla este asilo, en donde se encuentra abrigo y comida. Y es que, en efecto, dentro de este pequeno barranco, de algunos metros de ancho, la vegetacion es muy variada; una multitud de plantas de origen y altitud diversos se encuentra aqui reunida, mientras que en los campos vecinos la uniformidad del terreno cultivado deja germinar apenas, ademas de la simiente arrojada por el campesino, hasta cuatro o cinco "malas hierbas", trivial adorno de los campos arados. En esta estrecha hendidura, invisible de lejos, a no ser por la verdura de sus orillas, todas las cualidades del suelo, todos los contrastes de sequia y humedad, todas las diferencias de la sombra y el sol se encuentran en yuxtaposicion y, como consecuencia, numerosas plantas, desterradas de vulgares terrenos de cultivo, hallan en este rincon, respetado por el hombre, el ambiente propio para su desarrollo. La arena tamizada por las aguas tiene sus plantas especiales, lo mismo que los amontonamientos de piedras arrastradas, la arcilla color de ocre y los intersticios de la dura roca. Las tierras vegetales, mezcladas en diversas proporciones, tienen tambien su flora y su fauna; las rapidas pendientes expuestas al sol del mediodia, se encuentran pobladas de hierbas y arbustos que fabrican su savia en terreno seco; el fondo humedo donde jamas llega un rayo de sol, da tambien vida a otra vegetacion y el cieno que el agua cubre aun, aparece cubierto por un mundo vegetal que le es peculiar. iY, sin embargo, nada aparece desordenado en esta diversidad! Al contrario, las plantas, libremente agrupadas, segun sus secretas afinidades y la naturaleza del terreno que les da vida, constituyen en conjunto un espectaculo que llena el alma de una impresion singular de paz y armonia. Nada hay aqui de artificial ni de impuesto como en un regimiento de soldados con sus movimientos mecanicos y sus uniformes, sino lo pintoresco, el encanto poetico, la libertad de actitud y de vida como en una multitud de hombres de todos los paises, aproximandose por afinidad cada cual a los suyos. Es cierto que en este barranco, al igual que en toda la tierra, la batalla de la vida por el goce del aire, del agua, del espacio y de la luz, no cesa un instante entre las especies y las familias vegetales; pero esta lucha no ha sido regularizada todavia por la intervencion del hombre, y parece que en medio de estas plantas tan diversas y tan graciosamente asociadas, nos encontramos en una republica federativa en la que cada vida esta garantizada por la alianza de todas. Hasta las colonias de plantas extranas a la naturaleza libre, son respetadas, al menos por algun tiempo: sobre una cornisa de tierra rebajada que ha quedado suspendida al flanco de la ribera, veo balancearse las canas flexibles de una mata de avena, humilde colonia de esclavos fugitivos aventurados en un mundo de libres heroes barbaros. Lo mismo que el arroyo del valle y los grandes rios del llano, el pequeno barranco tiene sus orillas sombreadas por arboles. El alamo blanco se levanta al lado del haya y el abedul; las hojas finamente cortadas del fresno, aparecen por entre dos altos olmos con su ramaje como arreglado por la mano del hombre; el tronco blanco del abedul resalta al lado de la rugosa y sombria corteza de la encina. En lo mas alto de la ladera, donde el barranco no es mas que un repliegue del terreno, los pinos, en actitud grave y de hojas casi negras, se ven reunidos como en un concilio. Alrededor de ellos, la tierra sin vegetacion ha desaparecido bajo una espesa capa de agujas color de hierro oxidado mientras que no lejos de alli, un alegre alerce color verde claro, levanta su cima, hermosamente adornada por clematides, sobre un grupo de arbustos y plantas. A causa de la extrema variedad de las condiciones del suelo, el estrecho barranco es bastante mas rico en especies diversas que los grandes bosques que cubren vastos territorios. En algunos parajes, los troncos estan tan juntos que de una a otra ribera no se ve penetrar ni un rayo de sol; del fondo de las hondanadas, los arboles suben como columnas amontonadas para un edificio; luego, al nivel de los bordes, las ramas se extienden ampliamente, cubren la madera con su verdura y se prolongan sobre las tierras cultivadas buscando avidamente su alimento de aire y de luz. Bajo sus sombrias bovedas, en las profundidades del barranco, la temperatura es siempre fresca, hasta en lo mas fuerte del verano; las ramas enlazadas impiden a la humeda atmosfera su salida hacia el espacio y, gracias al acuoso vapor, los helechos, con sus grandes hojas caidas y los hongos, agrupados fraternalmente en pequenas asambleas, crecen y prosperan en las orillas. El aire esta tan cargado de humedad, que basta cerrar los ojos para hacerse la ilusion de que se esta a la orilla de un arroyo, cuyas tranquilas aguas corren silenciosas. Despues de todo, el agua alli esta; si ha desaparecido es solo en apariencia. El musgo que tapiza el fondo del barranco y recubre las raices de los arboles, se presenta hinchado del liquido absorbido durante la ultima inundacion: dilatados como esponjas, guardan, durante mucho tiempo, la fecunda y bienhechora humedad; despues, a la mas insignificante lluvia, se hinchan de nuevo, empapandose con avidez de las gotas caidas. Asi, de musgo a musgo y de planta a planta, en la multitud infinita de celulas organicas, se encuentra aun el caudal de aguas corrientes del arroyuelo, desde, el principio al fin del barranco. Es verdad que no se ve esta corriente, que no se oye su murmullo, pero se adivina y se goza la dulce frescura que esparce por la atmosfera. Sin embargo, hay algo que me encanta y admira. Este arroyuelo es pobre e intermitente, pero su accion geologica no es menos grande; es tanto mas poderosa relativamente cuanto mas insignificante es el agua que por el corre. Una pequenita corriente ha cavado el enorme foso, ha abierto esas profundas hendiduras a traves de la arcilla y la dura roca, ha esculpido las gradas de sus pequenas cascadas, y por los hundimientos de tierra ha formado esos amplios circulos en sus orillas. El es tambien quien da vida a la rica vegetacion de musgo, hierbas, arbustos y grandes arboles. ?Es que el Misisipi, o el Amazonas proporcionalmente a su caudal de agua, realizan en la superficie de la tierra la milesima parte del trabajo de este? Si los caudalosos rios tuvieran igual fuerza relativa que el pequeno arroyuelo intermitente, arrasarian las cordilleras, serian sus cauces abismos de algunos millares de metros de profundidad, alimentarian bosques con arboles cuyas cimas irian a balancearse en las mas elevadas capas atmosfericas. Precisamente, en estos pequenos retiros es donde la naturaleza se nos muestra en todo su esplendor. Acostado sobre un tapiz de musgo, entre dos raices que me sirven de apoyo, contemplo con admiracion estas altas riberas, sus desfiladeros, sus circos, sus gradas y la boveda de follaje, que me cuentan con tanta elocuencia la grandiosa obra de la pequena gota de agua. CAPITULO VII #Los manantiales del valle# A todos los arroyuelos visibles e invisibles que descienden de barrancos y vallecillos hacia el arroyo principal, se unen aun a centenares infinidad de pequenas fuentes y venas de agua, todas diferentes por el aspecto y el paisaje de las piedras, los zarzales, arbustos o arboles que las rodean, diferenciandose tambien por la cantidad de sus aguas y por la oscilacion de su nivel, segun los meteoros y las estaciones del ano. Algunas de ellas solo tienen una existencia temporal; despues de haber manado durante cierto numero de horas, se secan repentinamente; los pequenos saltos de agua cesan de susurrar, las paredes de su balsita se secan y las hierbas que humedecia se doblan languidamente. Luego, pasados minutos u horas, se oye un murmullo subterraneo y he aqui el agua que sale nuevamente de su carcel de piedra, para devolver la vida a las raices y las flores; con sus argentinos sonidos anuncia alegremente su resurreccion a los insectos ocultos entre el cesped, a todo un mundo infinitamente pequeno que esperaba su despertar para despertar ellos mismos. Los hombres de ciencia nos explican la causa de estas intermitencias; nos dicen el por que de ese salir y ocultarse del agua alternativamente en las cavidades subterraneas, dispuestas en forma de sifon. Todo esto es hermoso, pero a estos juegos de la naturaleza, a esas fuentes que aparecen y se ocultan en un instante, preferimos los manantiales permanentes de los que oimos constantemente su alegre murmullo, y en los cuales, a cualquiera hora, podemos ver como se refleja la luz, rielando en su ondulada superficie. Mas encantadora aun me parece la discreta fuente que nace en el fondo del arroyo a la que solo contemplan los observadores estudiosos de la naturaleza. En medio del agua transparente, no siempre se sabe distinguir la columna liquida del manantial que brota, pero se revela por las ondulaciones de las hierbas que acaricia su onda ascendente, por las burbujas que salen de la arena y vienen a deshacerse al contacto del aire, y por el silencioso hervor que se produce en la superficie del agua y se propaga alejandose en rizos ondulados que disminuyen gradualmente. Desiguales por su caudal y por el paisaje que las rodea, no lo son menos por la gran diversidad de substancias minerales que llevan en suspension. Por muy pura que el agua del manantial parezca a nuestra vista, no es esta, como la quimica dice, una combinacion de dos cuerpos simples, el hidrogeno, que forma, segun dicen, los inmensos torbellinos de las mas lejanas nebulosas, y el oxigeno, que para todos los seres es el gran alimento de la vida; contiene ademas muchas otras substancias, ya rodando por su cauce en estado de arena, ya disueltas en su masa liquida y transparentes como ella. Entre las fuentes tributarias del arroyo, hay algunas que, surgiendo de la dura pena, arrastran pepitas de oro en sus aluviones. Si arrastraran grandes cantidades como ciertos manantiales de California, Colombia, el Brasil o los Urales, inmediatamente una multitud de hombres se precipitaria con avidez hacia las fuentes bienhechoras, y las arenas depositadas en sus orillas, serian muy pronto tamizadas, y hasta la roca seria atacada por los picos y azadones y sus fragmentos serian sometidos a los martillos de la fundicion; poco tiempo despues, a las cabanas de un villorrio, habitadas por mineros, reemplazarian los grandes arboles de los prados y los valles. Tal vez el pais al ser mas rico, mas populoso y prospero, seria tambien, a la larga, mas instruido y feliz; no obstante, nos paseamos llenos de noble alegria por las virgenes orillas de nuestro Pactolo, desconocido de la multitud, en el que hallamos la soledad y el silencio, como en los dias que vimos brillar por vez primera las pepitas de oro. En sus alrededores solo existe, afortunadamente, un solo buscador de pepitas, viejo geologo que ensena con orgullo algunos granos brillantes contenidos dentro de una caja de carton, donde posee todo el fruto de sus largos trabajos. Otro manantial, vecino al pequeno Eldorado, se presenta tambien prodigo en pepitas brillantes pero de bien distinta especie. Es un chorro de agua que surge de rocas micaceas y que arrastra sus particulas hacia la luz. Las pepitas que la corriente hace rodar por el fondo se arremolinan un momento y luego se depositan llanas sobre otras laminas, de modo que se ve siempre lucir sus reflejos bajo la temblorosa superficie. Los ninos de la vecindad se divierten en sus juegos, viniendo a sacar con sus manos esta arena brillante; apilan en montoncitos las pepitas de oro y las de plata, sabiendo, afortunadamente, los pobres ninos, que la masa reluciente no es oro y plata mas que en apariencia; de otro modo, empezarian, tal vez, en la orilla de la apacible fuente, esa dura batalla por la vida, que mas tarde, cuando sean hombres, tendran que emprender unos contra otros para arrancarse, en forma de moneda, el pan de cada dia. En un pequeno valle, al pie de rocas calcareas, nace otra fuentecita que, lejos de arrastrar pepitas brillantes, recubre, al contrario, de una especie de bano gris las piedras, las hojas y las ramitas caidas de los arbustos que la adornan. Este bano se compone de innumerables moleculas calcareas disueltas por el agua en el interior de la colina. Contenida el agua por un obstaculo cualquiera, la corriente se desprende de las particulas de piedra de que estaba saturada. Al lado de la balsita crece un helecho que balancea sus verdes hojas agitadas por el aire humedo, mientras que sus raices, sumergidas en el agua, estan recubiertas de una capa de piedra. La naturaleza de los manantiales varia por las substancias solidas y gaseosas que arrastran o disuelven en su curso subterraneo y que sacan al exterior. Hay algunas que contienen sal, otras son ricas en hierro, en cobre y en diversos metales, habiendo alguna que exhala acido carbonico o emanaciones de gases sulfurosos. La proporcion de mezclas que se operan asi en el laboratorio de las fuentes difiere cada una de ellas, y el quimico que quiere conocer esta proporcion de un modo preciso, se ve obligado a hacer un largo analisis especial, que tiene que repetir varias veces. Luego, cuando ha pesado las diversas substancias, utilizando los medios prodigiosos que actualmente le suministra la ciencia, tiene que estudiar los rayos coloreados que el agua del manantial despide en un espectro luminoso. Estas rayas que permiten al astronomo descubrir los metales en los astros, brillan como un punto en el fondo del espacio infinito y advierten al quimico la existencia de cuerpos que se hallan en cantidades infinitesimales en la pequena gota de agua del manantial. El dia que dos alemanes senalaron, o mejor dicho, arrancaron a la fuente por la fuerza de la ciencia, metales que no eran todavia conocidos, es uno de los grandes dias de la historia. Comparados con esta fecha, icuan insignificantes son en los anales de la humanidad las victorias o la muerte de los mas celebres conquistadores! Las fuentes, diferentes entre si por las substancias que arrancan en sus viajes subterraneos, arrastrandolas al arroyo, son tambien diferentes por sus temperaturas diversas. En algunas, el calor de sus aguas es la temperatura media del pais; otras estan por debajo de este termino medio, porque descienden de las nieves o porque una fuerte evaporacion se verifica en sus canales interiores bajo la influencia de las corrientes de aire; otras tambien, presentan al exterior tibias o calientes sus aguas; se encuentran a diversas temperaturas desde la del hielo hasta la del vapor a gran presion. Por su temperatura, la fuente nos resume su historia subterranea: con solo mojar un dedo en sus aguas, podemos saber como ha sido su viaje a traves de los ocultos abismos. Desde la orilla de un manantial frio, miramos los montes nevados y podemos decir: "iEsta agua baja de alla arriba!" Pero si sale tibia, es, sin duda alguna, porque ha descendido, saltando de hueco en hueco hasta bajar a grandes profundidades, habiendose calentado en esos conductos tenebrosos antes de salir a la superficie. Y, en fin, cuando la temperatura de una fuente se aproxima a la del vapor a grandes presiones, sabemos por ello que sus aguas han llegado a dos o tres kilometros bajo la superficie del suelo, porque solo a tal profundidad la temperatura de las rocas es la misma que la del agua en ebullicion. Sentados sobre el cesped, al borde del manantial, con toda comodidad podemos seguir con el pensamiento el itinerario recorrido por el pequeno canal del agua en las entranas del monte antes de salir a la luz, ayudados de los datos cientificos que la dolorosa experiencia del minero ha adquirido habitando las profundas galerias. Las aguas tibias o termales, mucho mas que las frias, contribuyen a disolver las piedras en el interior de los montes, para depositarla bajo otra forma a su salida. En muchos parajes, el agua caliente que corre a unirse con el arroyo, se extiende primero en un gran lago que ella misma ha formado molecula tras molecula; al lado se encuentran otras lagunas secas, y a uno y otro lado las fisuras abiertas en la piedra estan bordadas por hermosas concreciones parecidas a los adornos de marmol que vemos ornamentando las fachadas de nuestros edificios. iPero cuan insignificantes son esos depositos siliceos o calcareos comparados con las enormes construcciones erigidas en diversos paises del mundo por esos rios termales, como por ejemplo los de Holly-Springs, en los Estados Unidos! Los viajeros nos cuentan que esas aguas calientes edifican verdaderos palacios, ciudadelas y murallas de algunos kilometros de longitud. Blancos como el alabastro, los pilares y basamentos crecen incesantemente por el deposito de las cascadas susurrantes que poco a poco ocupan la llanura. El agua, construyendo sin cesar, se cierra el paso, y, buscando continuamente un nuevo cauce, deja detras grandes balsas, puentes no terminados y bosquejos de admirables columnatas. Montes enteros que el geologo explora con admiracion, han sido formados por los torrentes de agua caliente al salir de las profundidades. Pero esas maravillas lejanas y nada numerosas, pocos de nosotros las han podido contemplar y ver al mismo tiempo esos rios de agua caliente como trabajan en la construccion de sus marmoreos edificios. Mucho mas modesta, la fuente de la pequena laguna no cambia los accidentes del terreno ni el aspecto del pais en algunos anos; pero empleando siglos y siglos en su trabajo, llega por fin a renovar todo el espacio que bana; cambian poco a poco la piedra y se trazan un cauce diferente al que les habia preparado la naturaleza. El geologo y el minero que penetran por la fuerza con su pico y martillo en las entranas de la roca, descubren venas de jaspe y otras piedras transparentes o coloreadas; es el hilillo de agua termal, arrastrando arcilla en disolucion, que lo ha depositado en la fisura por donde corria, y que luego ha cambiado de curso. Todos esos filones sinuosos que atraviesan las rocas como arterias de cristal, deben su origen a modestas corrientes de agua. Es cierto que en la mayor parte de los casos, el agua sale de las profundidades del suelo, no en forma de liquido, sino en forma de vapor y a elevada temperatura, porque de otro modo no podria disolver los materiales que tapizan las paredes de sus antiguos lechos. Asi los minerales de oro y plata han sido arrancados de las entradas de la roca por los vapores de un Pactolo subterraneo. Fuertes por el enorme poder que les da el tiempo, los manantiales que disuelven las piedras y oxidan los metales, consiguen tambien alguna vez hacer temblar los montes. En una hermosa tarde de otono, un temblor de tierra se dejo sentir en la pequena cuenca del arroyo; las casas se balancearon con gran terror de sus habitantes, y algunas paredes ya agrietadas se derrumbaron con estrepito. El temblor de tierra no tuvo otras funestas consecuencias, pero fue el tema que durante algun tiempo preocupo a los sabios e ignorantes de los pueblos y aldeas. Unos hablaban de un mar de fuego que llenaria la tierra, y que una tempestad habia agitado sus olas; otros pretendian que un volcan intentaba surgir en las inmediaciones, y que dentro de poco tiempo, el crater se abriria; habia quien no sabiendo nada de fuego central, ni habiendo jamas visto crateres ni corrientes de lava, pensaba en un grupo de fuentes salinas y yesosas que nacian en un vallecillo al pie de una ladera pedregosa; al notar que despues del temblor sus aguas se habian enturbiado y arrastraban lodo, y que algunas de ellas habian cambiado de orificio de salida, se preguntaban si no serian ellas la verdadera y unica causa. Tal vez, los aldeanos tenian razon. Es verdad que ni en un segundo, estas fuentes arrastraban una pequena cantidad de sulfato de cal y otras substancias solidas; pero en el transcurso de anos y siglos, los hilos de agua subterraneos han ido destruyendo la base de los montes. Debilitados los colosales cimientos del gigantesco edificio, ceden al peso, las bovedas se hunden, el monte se estremece, y la tierra se agita algunos cientos de kilometros alrededor, como si una terrible explosion hubiera dislocado sus capas. El gigante Encelado que ha hecho temblar asi los montes, las colinas y los llanos, es el tranquilo manantial que puede ocultar una mata de hierba. Afortunadamente, las fuentes saben hacer que las perdonemos los momentos de terror que nos causan a veces haciendo trepidar el suelo. Ellas nos dan agua para beber nosotros y abrevar nuestros ganados, fertilizan nuestros campos y hacen germinar las simientes, alimentan nuestros arboles y nos traen del fondo de la tierra tesoros que sin ellas jamas hubieramos conocido; fortifican, en fin, nuestro cuerpo, nos devuelven la salud perdida y restablecen el equilibrio en nuestro trastornado espiritu. Tales son al salir de la tierra bienhechora las virtudes curativas de las fuentes termales y minerales, que en todos los paises civilizados se han construido edificios en los nacimientos de los manantiales, para aprisionar el agua y medir cuidadosamente el empleo en los banos y piscinas. Con objeto de recoger hasta la ultima gota del precioso liquido, los ingenieros cavan a lo lejos las rocas para sorprender en su curso el pequeno hilo de agua que corre por las hendiduras interiores y el escape de vapor que sube desde las ocultas profundidades. Avidos de salud, los enfermos utilizan todo lo que el manantial lleva consigo y todo lo que banan sus aguas; respiran el gas que desprenden, se envuelven en el lodo negro que forman la arcilla y la arena y llegan a cubrirse como tritones con el verde limo que se extiendo cual tapiz sobre las aguas. Sin embargo, no llevan la religion hasta acariciar contra sus cuerpos los animales que nacen y se desarrollan al dulce calor del agua termal. Existen bonitas culebras, muy numerosas en algunas fuentes. Cuando el banista ve al reptil ondulando a su lado sus graciosos anillos, no cree en la maravillosa aparicion de la serpiente de Esculapio, sino que, lleno de terror, salta sobresaltado prorrumpiendo en grandes gritos. En otro tiempo, los hechiceros y los adivinos eran los encargados de ensenar a los enfermos los manantiales donde encontrarian la salud o el alivio de sus males; hoy los medicos y los quimicos reemplazan a los magos de la Edad Media, indicandonos con mayor autoridad el agua bienhechora que nos ha de devolver las fuerzas y ha de darnos una segunda juventud. Cuando la ciencia se complete con nuevos conocimientos, el hombre, sabiendo perfectamente cual debe ser su genero de vida, sabra tambien que aguas, que atmosfera son utiles para curar sus males y entonces gozara plenamente de la vida hasta el termino natural, con la sola condicion de que nuestro estado social no sea el de odiarnos y exterminarnos. En Arabia, los fanaticos soberanos de Wahabites hacian tapar cuidadosamente todas las fuentes termales y minerales, por temor a que sus subditos, convencidos de la virtud de las aguas de sus manantiales, se olvidaran de poner toda su confianza en el solo poder de Alah. En el porvenir, al contrario, sabremos utilizar todas las gotas que surjan del suelo, todas las moleculas que salgan a la superficie y sabremos designar su funcion para el provecho de la humanidad. CAPITULO VIII #Las corrientes y las cascadas# Mezclandolo todo en su cauce, lo mismo las aguas que bajan del monte que las fuentes que brotan del suelo, manantiales frios, tibios y termales, salinos, calcareos y ferruginosos, el arroyo crece y crece sin cesar en cada vuelta del valle, a cada nuevo afluente. Rapido y alegre como joven que entra en la vida, ruge y salta desordenadamente; ya le llegara la calma y hara mas lenta su corriente al llegar a la llanura horizontal y monotona; en el momento se resbala con alegria por la pendiente precipitandose hacia el mar. Es que se encuentra todavia en el periodo heroico de su existencia. En esta parte de su curso, las corrientes, las cascadas y los saltos, son los grandes fenomenos de la vida del arroyo. No siendo todavia bastante fuerte para regularizar completamente la inclinacion de su lecho, y minar las bases de la roca, arrasar los salientes de la piedra y reducir a polvo los cantos esparcidos, tiene el arroyo que salvar estos obstaculos saltando por encima o escaparse por los lados. Los saltos varian hasta el infinito, segun la altura de las piedras que ha de franquear, la inclinacion de la pendiente, la abundancia de las aguas, el aspecto de sus orillas, la vegetacion de sus riberas y el volumen de las piedras emergidas. Aunque diferentes entre si, todas son igualmente hermosas, ya por su graciosa forma, ya por su majestad, sintiendose alegre y satisfecho quien se deja mojar los pies. Las corrientes son el bosquejo de las cascadas donde toman estas su impetu, para detenerse luego y precipitarse despues. Aqui, el agua que choca contra una piedra musgosa la envuelve como con un globo de transparente cristal, y cine su base con una orla de espuma; alla, la corriente inclinada desaparece rapidamente por entre dos rocas, y despues, por encima de ocultos escollos, se repliega en ondas paralelas; mas lejos, el caudal se divide en varias curvas lanzandose por saltos desiguales. El hoyo profundo, la sutil capa de agua y la franja de espuma, se suceden con desorden hasta abajo de la pendiente donde el arroyo recobra su calma y la regularidad de su curso. iY cuan grande es tambien la diversidad de las cascadas! Yo conozco una, encantadora entre todas, que se oculta bajo las flores y el follaje. Antes de precipitarse, la superficie del arroyo es completamente lisa y pura; ni una roca saliente, ni una hierba en su fondo interrumpen su curso rapido y silencioso; el agua cae en un canal trazado con igual regularidad que si fuera obra del hombre. Pero en el punto de la caida, el cambio es repentino. Sobre la cornisa de donde el agua se lanza en cascada, se levantan macizos de roca parecidos a pilares de un puente derribado, apoyandose sobre anchos estribos cuya base lame la espuma. Grupos de saponaceas y otras plantas salvajes, crecen como en jarrones de adorno en las anfractuosidades de los puntos dominados por las cascadas, mientras que las zarzas y clematides, desplegadas como cortinajes, descansan sus guirnaldas sobre los salientes de la piedra y velan los distintos despenaderos de la caida. La espesa red de verdura oscila lentamente por la presion del aire que arrastra el agua al caer, y las lianas aisladas, cuyas extremidades se banan en los remolinos de espuma, se estremecen incesantemente. Los pajaros hacen su nido en este follaje y se dejan balancear por el aire. Hermoseado por las flores en primavera, adornado de frutos en verano y otono, el cortinaje suspendido delante de la catarata ahoga en parte el estrepito; hasta podria suponersele lejana si el sol, penetrando sus rayos por entre las ramas, no hiciera brillar por diversos puntos el gigantesco diamante que oculta la verdura. A poca distancia de esta cascada cubierta por las hojas y las flores, otro asiento de penascos atraviesa el arroyo, pero estos son tan duros que el agua ha hecho muy poca mella en ellos y apenas si esta trazado su lecho. Ha tenido por consecuencia que extenderse a lo ancho y, rodeando piedras y arrastrando tierras vegetales, se ha dividido en numerosos hilos de agua, procurandose cada cual un curso favorable para llegar al punto de caida. Cortado en su paso por una roca pulida que se levanta en medio de sus cascaditas, los vemos saltar por todas partes; unos bastante fuertes para arrastrar las piedras y otros tan debiles que apenas pueden descubrir las raices del cesped. Aqui una pequena capa de agua se extiende sobre una roca cubierta de verdoso limo y luego resbala por un asiento inclinado rodeado de helechos, ocultandose furtivamente por entre dos ramas de sauce que se inclinan hacia el liquido. Mas lejos un pequenisimo hilo de agua, contenido en una pequena hendidura, corre, centellea y murmura en mi caida. Otro se precipita por una fisura negra y no se distingue desde fuera mas que por centelleos indistintos; otro aun se lanza por aqui y alla retorciendose como una serpiente de circulos alternativamente negros y plateados. A traves de las rocas, los arbustos y las hierbas, todos los arroyuelillos, despues de un momento en reposo, se juntan nuevamente como una porcion de ninos al grito de la madre. Y todo esto rie y canta con alegria. Cada cascadita tiene su voz, dulce o grave, argentina o profunda, produciendo en conjunto un encantador concierto que adormece el pensamiento, dandole, al igual que la musica, un movimiento acompasado y ritmico. Por fin, todas las fracciones se han reunido en el cauce comun; chocan las corrientes bordadas de espuma y luego juntas emprenden el camino hacia la llanura. La catarata es otra cosa distinta. En ella las aguas no se extienden sobre un ancho espacio para precipitarse luego al azar; se reunen, al contrario, para lanzarse en masa compacta por el estrecho paso abierto entre dos puntas de roca. Deprimido en sus orillas e hinchado en el medio por la presion de la corriente, el arroyo se estrecha y se curva hasta el corte, desde donde se lanza al vacio. El agua, empujada por rapida velocidad, ha perdido sus ondulaciones y sus pequenas olas; todos sus rizos, prolongados por la rapidez del torrente se han cambiado en otras tantos lineas perpendiculares como trazadas por la punta de un estilete. Parecida a una tela sedosa que se despliega, el lienzo liquido se desprende de la arista de la roca y se curva por encima de un negro corredor, en el fondo del cual bullen las aguas en torbellino. La base de la catarata es un caos de espuma. La masa que cae se deshace en olas que chocan entre si, dirigiendose en tumulto hacia el chorro enorme contra el que se precipitan como para escalarlo. En el estruendoso remolino, el agua y el aire, arrastrados a un mismo tiempo por la tromba, se confunden en una masa blanca que se agita incesantemente. Cada torrente, cambiando a cada instante de forma, es un caos en el caos. Escapandose del torbellino, el aire aprisionado levanta millares de gotas pequenas, que al dirigirse hacia el espacio producen fina niebla que el sol irisa. A veces tambien, encerrado bajo la masa del agua, arrastra torrentes espumosos que se ven entre ella escurrirse a lo largo de la roca como blancos espectros; bastante lejos, delante de la caida, continua el torbellino del arroyo. Por cada lado ruedan violentos remolinos en el fondo de los cuales chocan las piedras, produciendo para las edades futuras "ollas de gigante". Por la fuerza del huracan que la empuja, el agua, blanca y chispeante, entra rapida en el canal; sin embargo, poco a poco su marcha se hace lenta y adquiere un tono de azul calizo como el del opalo; luego, solo presenta ligeras estrias de espuma, y poco despues encuentra su calma y su reflejo azul. Nada recuerda ya la estrepitosa caida del arroyo, si no es la niebla de imperceptibles gotas que se ve brillar a lo lejos sobre el raudal que cae, produciendo un continuo mugido que hace vibrar la atmosfera. Cierto que la modesta catarata del arroyo no es un mar que se despena como el salto del Niagara; pero por pequeno que sea, no deja de producir una impresion de grandeza a quien sabe mirarlo, y no pasa indiferente por su lado. Irresistible e implacable, como si fuera empujada por el destino, el agua que cae lleva tal velocidad, que ni el pensamiento puede seguirla: se cree tener ante la vista la mitad visible de una ancha rueda que gira incesantemente alrededor de la roca. Contemplando esta corriente siempre la misma y renovandose sin cesar, se pierde la nocion de la realidad. Pero para sentirse poderosamente atraido por el vertigo de la cascada, es preciso mirar hacia arriba, por encima del sitio donde el agua cesa de correr y, describiendo su curva, se lanza libre al espacio. Los botones de espuma y las hojas arrastradas, llagan lentamente a la compacta masa como viajeros cuya quietud nadie turba; despues, repentinamente, se les ve temblar, dar vueltas sobre si mismos y, aumentando la rapidez a cada instante, se precipitan en los pliegues del agua para desaparecer en la caida. Asi, en infinita procesion, todo lo que baja por la superficie del agua obedece a la atraccion del abismo; todos estos objetos se ven desaparecer como rapidas estrias, como pequenas visiones que desaparecen en el momento de ser vistas; la mirada misma, arrastrada por la pendiente, por ese pasar desordenado de hojas y archipielagos de espuma, tiende a descender al abismo hacia el cual todo parece marchar, como si fuese alli, en el rugiente pozo, donde debe hallarse la paz. Frecuentemente se ve llegar un insecto que hace esfuerzos o que intenta subir sobre una hoja flotante, arrastrado tambien hacia el precipicio. Se le ve agitar sus patas y antenas a la desesperada, se mueve y retuerce en todas direcciones, pero en cuanto ha sentido la invencible atraccion, cuando ha empezado a describir con la masa de agua la gran curva de la caida, cesa repentinamente todos sus movimientos abandonandose a su destino. Del mismo modo, un indio y su mujer, remando en su piragua, a corta distancia de la catarata del Niagara, fueron cogidos en un violento remolino y arrastrados hacia la caida. Durante largo rato intentaron luchar contra la terrible presion; los asustados espectadores que estaban en las orillas creyeron durante un momento que conseguirian dominar la corriente; pero no; la piragua, vencida en su esfuerzo, cede y cede sin cesar; la arrastra la corriente; se acerca a la terrible curva, se ha perdido toda esperanza. Entonces los dos indios cesan de remar, se cruzan de brazos, miran con serenidad el turbulento espacio que les rodea y altivos hasta en la muerte, como es propio a los heroes, desaparecen en la inmensa tromba. Contemplada por la mirada de la ciencia en el infinito de las edades, la cascada en si no es un fenomeno menos pasajero que los insectos o los seres humanos arrastrados hacia el abismo, porque tambien ella ha nacido y desaparecera. En la superficie de la tierra todo nace, envejece y se renueva como el planeta mismo. Todo valle, cuando fue recorrido la primera vez por el rio o el arroyo que hoy lo bana, estaba bastante mas accidentado que en la actualidad; la graciosa sucesion de fisuras y de charcos, no ofrecia mas que una serie de lagos unidos y de cascadas que se sumergian en ellos; pero poco a poco la pendiente se ha determinado, los huecos se han llenado de aluvion, las cascadas que desgastaban gradualmente la roca se convirtieron en torrentes y despues en arroyos pacificos. Tarde o temprano la corriente descendera hacia el mar, siguiendo un curso tranquilo y regular. Al fin, toda irregularidad desapareceria si la tierra, al envejecer por un lado, no rejuveneciera por otro. Si hay montes que desaparecen, roidos por el tiempo y la intemperie, hay otros que surgen empujados hacia la luz por fuerzas subterraneas; mientras unos rios se secan lentamente absorbidos por el desierto, otros torrentes nacen y crecen; unas cascadas se obliteran, pero otras, despues de haber roto las paredes que las retenian, se desprenden de los altos lagos desplegandose en ligeras velas o se lanzan en compactas masas sobre las faldas de los montes. CAPITULO IX #Las sinuosidades y los remolinos# Puesto que desde la cumbre del monte hasta la llanura baja, el suelo removido por las aguas durante el curso de las edades se inclina en pendiente regular hacia el oceano, el arroyo, empujado por su peso, debia, al parecer, descender en linea recta; pero, por el contrario, su curso es una sucesion de curvas. La linea recta es una pura abstraccion del espiritu, otra quimera como el punto matematico, que no existe mas que para los geometras. En la inmensidad del espacio, el sol y los cometas ruedan en curvas inmensas; en nuestro globo planetario, arrastrado como los demas en una espiral de elipses infinitas, los huracanes, las trombas, los aires, el mas insignificante cefiro, se propagan en lineas curvas; las aguas del mar se pliegan y desarrollan, en curvadas olas; todas las formas organicas, animales y plantas, no ofrecen en sus celulas y cavidades mas que superficies curvas y sinuosidades; hasta los duros cristales, mirados con el microscopio, no tienen esos planos regulares, esas aristas inflexibles que aparecen a simple vista. Los dientes, las agujas, las estrias de los minerales y de los organismos infinitamente pequenos, revelan, bajo la mirada del instrumento que los analiza, las suaves ondulaciones de sus contornos. Donde se produzca un movimiento, tanto en la piedra como en otro cuerpo o en la juntura de los mundos, este movimiento, resultante de diversas fuerzas, se realiza siguiendo una direccion curvilinea. Para ver las sinuosidades de los arroyos, no es preciso que nos armemos de un microscopio. El cauce tortuoso y bajo los arboles que le dan sombra, se desarrolla en circulos, en remolinos, en espirales; las hierbas del fondo, cabelleras ondulosas, los rizos de la superficie, las libelulas que revolotean entre los juncos y que se juntan y se separan para volverse a reunir; los mosquitos que giran en circulos sin fin, el viento que pasa matizando de obscuro la brillante capa sobre la que dibuja sus circulares soplos, en todo, en fin, no veo mas que curvas graciosamente cruzadas, circulos enlazados y figuras de contornos flotantes. Tal cual lo indican las inmersiones y emersiones sucesivas de la hoja arrastrada, el agua que baja al fondo remonta en nueva curva hacia la superficie, aparece a la luz y desaparece otra vez bajo las curvas liquidas, que, al mismo tiempo, han descendido hasta el fondo del cauce. Por la Impulsion de la corriente, las moleculas de agua cambian constantemente su posicion respectiva; dirigense unas hacia la derecha y otras se desvian hacia la izquierda. En el cauce comun cada gota tiene su curso particular, graciosa serie de curvas verticales, horizontales, oblicuas, comprimidas en las grandes sinuosidades del arroyo: asi es tambien como el circuito de un planeta se desenvuelve en la orbita inmensa del sistema solar que lo arrastra. Estudiado en conjunto, el arroyo se desvia a un lado y a otro como las gotas que lo componen. Su masa, contenida por una piedra o un tronco de arbol que obstruye su lecho, se desvia un poco y va a chocar contra una orilla. Rechazado por el obstaculo, se dirige hacia la orilla opuesta, la hiere y, nuevamente rechazado, se lanza en sentido inverso. Asi la corriente se dirige sin cesar de un lado a otro trazando curvas sucesivas: desde el manantial a la desembocadura, el agua no hace mas que rebotar contra los dos ribazos. Las ondulaciones concavas y convexas alternan en toda la longitud de sus bordes: para la mirada es esto un ritmo, una musica. Tampoco la regularidad de las curvas es matematica; las sinuosidades varian de forma hasta el infinito, segun la naturaleza del terreno, el declive del suelo, la violencia de la corriente y los guijarros que rueden por su cauce. Entre las paredes de las rocas, los angulos se redondean ligeramente en las vueltas repentinas; el agua, impotente para minar los asientos de las piedras, retrocede bruscamente; en los montes, sobre todo, donde la pendiente del cauce es muy considerable, el torrente encajonado por los desfiladeros, serpentea a uno y otro lado con impetus sucesivos, como animal perseguido que procura salirse de la punteria del cazador. En el llano, sus riberas, consolidadas por las raices de grandes arboles, resisten tambien durante mucho tiempo a la accion de la corriente, y en muchos puntos el cauce del arroyo no ofrece mas que ligeras sinuosidades en un gran trecho: asiendose fuertemente de una rama e inclinandose por encima de las aguas, se ve a lo lejos la perspectiva de ramas y troncos reflejados sobre el movible cristal, rayado por la luz de trecho en trecho. No obstante, tambien aqui, donde el curso parece casi recto, concluye por determinar una sinuosidad a la que suceden otros rodeos hasta que el arroyo se mezcla con las aguas del rio para confundirse con las del mar. Las corrientes que mas encantadoramente presentan esta ritmica sucesion de rincones y pequenas peninsulas, son los torrentes cuyo cauce se extiende por un amplio lecho de arenas y guijarros, y los riachuelos o barrancos que corren por prados, entre orillas arenosas que se hunden facilmente por la accion de la corriente. Tales son las orillas de nuestro arroyo en casi todo su curso que empieza en la base de los montes. Al igual que muchas otras aguas corrientes cantadas por los poetas, esta despierta en la imaginacion la idea de una gigantesca serpiente que se resbala bajo la hierba reflejando sus circulos. Visto desde la cumbre de una colina, sus curvas brillan a la luz como los pliegues y repliegues de una culebra con reflejos de plata; solo que, mayor que los dragones de la antigua mitologia, estas enormes serpientes tienen por lecho un valle que se extiende hasta perderse de vista, desde los montes hasta la tierra baja o hasta las arenosas playas del oceano. En casi todas las comarcas del mundo, los campesinos han tenido la natural idea de asimilar el nacimiento del arroyo a la cabeza de un animal inmenso: para ellos la fuente es el "Jefe del Agua", _Ras el Ain_. Lo mismo que nuestro arroyo y todos los riachuelos y rios del mundo, igual que el tortuoso Meandro de Asia, que ha dado su nombre a las sinuosidades de su curso, los arroyuelos de algunos metros de largo que se determinan en las playas del oceano, despues de los reflejos de la marea, tienen tambien graciosas formas serpentinas. Cada uno de estos pequenos surcos, con sus afluentes casi imperceptibles que a el convergen, se dibuja sobre el suelo como la imagen de un arbusto cuyas ramas sacude el aire. El mar, poderoso, con una sola de sus olas cubre de arena todos esos pequenos sistemas de rios en miniatura; pero los hilillos de agua que descienden luego se practican un nuevo cauce, y sus lechos, de solo algunos milimetros de ancho, se determinan otra vez en una serie de ondulaciones regulares. Si se practica un agujero en la arena por encima de un cuerpo solido arrastrado tras la corriente, o en el punto ocupado por una concha marina, el pequeno torrente de unas cuantas gotas, atraido hacia este hoyo, desaparece dando vueltas en movimiento analogo al de un tornillo. Cuando el microscopio nos revela los misterios de la simple gota de agua apenas perceptible a primera vista ?que vemos en ella, sino corrientes sinuosas y remolinos circulares, como en el rio y el gran oceano? El viaje del agua que baja desde el monte al mar se verifica por un circuito de curvas que se suceden constantemente. ?Es tal vez por esto por lo que la leyenda germanica nos representa las ondinas de los arroyos volando durante las noches en vastos circulos, tocando con el pie el agua de las fuentes? Por encima de los remolinos y torbellinos es donde las danzas de las ninfas, vistas por la imaginacion de los poetas, deben ser interminables porque el agua da vueltos sin fin en un circulo sin salida. Al pie de una cascada, un promontorio de rocas, sitiado por el espumoso torrente, protege con su masa un hoyo tranquilo donde ruedan las aguas que la corriente lanza lateralmente. Nada mas alegre a primera vista, ni mas entristecedor que el espectaculo ofrecido por el movimiento de un objeto que se ha perdido en el remolino al precipitarse con la cascada. Una bellota de encina, todavia dentro de su cupula, acaba de ser arrastrada por la caida y reaparece en medio de la espuma. Durante algunos instantes parece desaparecer con la corriente, pero un movimiento oblicuo del agua la rechaza y separa; entra nuevamente en el remolino y, flotando, rozando la base del promontorio, vuelve poco a poco hacia la cascada. Se encuentra de nuevo en la lucha de las aguas que chocan, pero avanza lentamente, sin embargo, para llegar bien pronto bajo la masa del arroyo que se despena; entonces, como animada de un subito arranque de la voluntad, se sumerge en el pequeno abismo, dando una serie de piruetas. Mas abajo reaparece en las tranquilas aguas, pero para continuar su camino y sumergirse de nuevo por la fuerza de nuevas duchas. A veces se aleja tanto, que se la llega a creer definitivamente libre de la atraccion del remolino y parece decidida a marcharse juntamente con un copo de espuma; pero no; se detiene todavia y luego, como si fuera un barco obediente al timon, vuelve su cabeza hacia la cascada y empieza nuevamente su movimiento giratorio. Tal vez estas vueltas sin fin, duraran hasta que, separada la bellota de su cupula, ya completamente impregnada de agua, descienda al fondo del pozo para disgregarse y convertirse en lodo. Con frecuencia suelen hallarse sobre las orillas del arroyo extranas bolas erizadas de pinchos como castanas en el arbol todavia; son agrupaciones de espinas que se han aglomerado rodando por el remolino. Durante las grandes crecidas del arroyo, cuando sus aguas arrastran hacia el mar, no solamente bellotas de encina y ramitas de espino, sino arboles enteros, en el torbellino del pozo es donde termina, al menos por algun tiempo, la odisea de los troncos viajeros. Una manana, algunos amigos y yo fuimos a visitar la cascada para ver brillar a los primeros rayos del sol la espuma matizada de rosa. Un gran pino, desbranchado por sus choques contra las piedras, rodaba pesadamente por el charco. Jovenes y muy ignorantes aun de las cosas de la naturaleza, mirabamos con extranesa los sobresaltos e inmersiones del destrozado arbol. Traqueteado el tronco incesantemente por el movimiento de las aguas, iba desde la cascada a la roca y volvia luego de esta a la cascada; giraba aqui un momento, se perdia un instante en las olas de agua y espuma, y luego reaparecia por otro lado, levantandose fuera del abismo como el palo de un navio naufragado. Volviendo a caer con estrepito, flotaba lentamente hasta la extremidad del charco y chocaba contra una orilla, haciendolo retroceder a la catarata. Simbolo de los desgraciados a quienes persigue el destino inexorable, daba vueltas y mas vueltas con la incesante desesperacion de una fiera salvaje encerrada en una jaula de hierro. Entretanto, nosotros esperabamos candidamente que saliera del circulo fatal para verlo flotar sobre la corriente. Secretamente irritados contra el por su tardanza en continuar su viaje, nos habiamos prometido no marcharnos de alli hasta su salida para saborear con tal triunfo nuestra comida. Pero, iay de nosotros! el monstruo no puso termino a sus vueltas e inmersiones, y, atormentados por el hambre, nos hubimos de resignar a marcharnos avergonzados, no sin lanzar una mirada furiosa al tronco de pino que, impasible, continuaba dando vueltas aun. Antes de decidirse a partir, esperaba que la corriente cambiara de nivel. No solamente corre el agua por numerosas sinuosidades, torbellinos, curvas y remolinos, sino que ademas toda impulsion que viene de fuera se propaga en la superficie del arroyo, determinando redondeadas formas. Una hoja que se desprenda del arbol, un grano de arena que caiga de la orilla, hace rizarse el agua formando ligeros pliegues. Alrededor de la depresion se levanta un reborde circular rodeado por un pequeno foso. Un segundo circulo concentrico, luego un tercero, y otro y otros se forman alrededor del primero; la superficie entera del arroyo se cubre de redondeces tanto mas anchas y desiguales cuanto mas se alejan del centro. Golpeando en la orilla, cada onda de agua se propaga en sentido inverso cruzando las olitas que la siguen; otras series de pliegues producidos por la caida de un nuevo grano de arena o por un estremecimiento de la onda, se confunden con las primeras y una multitud de lineas, propagandose en todas direcciones, suben y bajan como las mallas de una red cuya trama solo la mirada habil puede distinguir. Comparadas con el ancho del arroyo, sus debiles ondulaciones son mil veces mayores que las mas formidables e impetuosas olas del mar. Reflejados en el ondulado cristal de la superficie liquida, los arboles de la orilla, las ramas cruzadas y las nubes del cielo, se retuercen y desplazan en ritmicas curvas; el espacio infinito parece danzar sobre el centelleante espejo. Si la liquida masa del arroyo no se arrastrara hacia el mar y estuviera inmovil como la de un lago o estanque, cada ola concentrica se extenderia en circulo con perfecta regularidad; pero la corriente es rapida, las moleculas de agua cambian de punto constantemente y, por consecuencia, el circulo regular, como la linea recta, son una pura abstraccion. De esta deformacion de circulos resulta una variedad mas en el entrecruzamiento de los liquidos rizos. Las desigualdades de la corriente que arrastra el sistema entero de ondulaciones, modifica sus curvas, aproximandolas o alejandolas unas de otras; un obstaculo comprime y frunce las olas, un impulso rapido las separa y prolonga alisando la superficie: por la duracion de cada intervalo entre los rizos de agua se puede calcular exactamente la velocidad de las pequenas corrientes parciales que componen el torrente total. En los sitios en que es mayor la profundidad, cada piedra sirve de dique para contener la corriente, cada estrecho entre dos guijarros es una esclusa por la que el agua se precipita y el caudal del arroyo queda dividido en infinidad de pequenos triangulos esfericos, multitud infinita de ondulaciones que es a la vez red luminosa que hace vibrar y centellear las brunidas piedras del fondo. Ademas, no son solamente cuerpos inertes los que ondulan la superficie del arroyo, hay tambien seres vivos que, cambiando de punto, transforman al mismo tiempo el centro de las ondulaciones. Un pez que pasa como un dardo da al conjunto de las vibraciones la forma de un ovalo muy prolongado; el insecto flotante que se mueve por impulsos sucesivos, deja tras si dos estelas oblicuas en las que se encierran circulos desiguales; otro bicho, una abeja tal vez caida de un arbol, se deshace dando vueltas agitando sus alas con tal rapidez que el agua se riza con una miriada de lineas vibrantes, entrecruzando sus innumerables circulos: el insecto que se agita con tanta viveza, es lentamente arrastrado por el curso del arroyo y a veces lo vemos desaparecer repentinamente; es que un pez, con rapidez incomparable, acaba de tragarse al insecto, cesando todo su cortejo de lineas circulares. Y yo tambien, tranquilo contemplador del arroyo y sus maravillas, puedo variar hasta el infinito el aspecto de la superficie liquida con solo sumergir mi mano en la corriente. Dirigiendola al azar, lenta o rapidamente, cada uno de mis movimientos modifica las ondulaciones de la superficie movible. Las ondas, los remolinos y los torbellinos cambian de punto; todo el regimen del curso liquido varia por mi voluntad segun la posicion de mi brazo, y las ondas que se forman ante mi las veo agruparse hacia la corriente, mezclarse a otras ondulaciones y, cada vez mas debiles, pero siempre visibles, se extienden hasta la inmediata curva del arroyo. La presencia de esa superficie rizada, obedeciendo al impulso de mi mano, despierta en mi una especie de tranquila alegria mezclada con no se que de melancolia. Las pequenas ondulaciones que yo provoco en la superficie del agua se propagan a lo lejos de ola en ola a grandes distancias. De igual modo, toda idea vigorosa, toda palabra energica y firme, todo esfuerzo en el gran combate de la justicia y la libertad, repercuten al salir de nosotros de hombre en hombre, de pueblo en pueblo, y desde los mas remotos tiempos a las edades futuras. Pero si nos colocamos en otro punto de vista, y observamos la interminable sucesion de las cosas, entonces, la historia entera de la humanidad no es otra cosa, segun la expresion de Heimholz, que una ola casi imperceptible en el mar sin limites del tiempo. CAPITULO X #La inundacion# Durante muchas horas seguimos con la mirada el curso del torrente y con sorpresa observamos que la superficie del arroyo cambia a nuestra vista. Al parecer es en el mismo punto donde las hojas entran en el remolino y se sumergen dando vueltas; en esos sitios el agua se extiende en lienzos, se pliega en ondulaciones y se precipita por rapidas pendientes; a la misma altura, al parecer, se mojan las raices del alamo y la flor de miosotis se bana en el agua transparente. No obstante, el caudal cambia sin cesar; al mismo tiempo cambian tambien de sitio los torbellinos, la forma y extension de los remansos y sus ondulaciones; la altura de las cascadas y la inmersion de las plantas y raices de los arboles. Todas estas pequenas variaciones de la corriente serian faciles de observar si en vez de medir el agua con una simple mirada, se consignara la altura por medio de un instrumento de precision. Las oscilaciones del arroyo, que son apenas perceptibles durante los dias apacibles, cuando gozamos paseando por la orilla de las aguas susurrantes, se vuelven por el contrario, fuertes y rapidas, despues de los bruscos cambios de temperatura y de las grandes lluvias. Si no tememos a pesar de la lluvia y el viento huracanado, detenernos en la orilla, protegidos por el pobre abrigo que ofrece el tronco de un sauce, veremos con cuanta rapidez puede aumentar el caudal del arroyo, como se aumenta la velocidad de su corriente, llena su cauce hasta los bordes y, salvando las orillas, inunda los campos cultivados. En las gargantas de los montes las crecidas y las inundaciones son aun mas rapidas. Alli, el agua que cae de las nubes, chocando en las aristas de las piedras corre inmediatamente por los declives; de todos los pequenos regueros de los vallecillos, afluyen los hilos de agua y los torrentes para reunirse en enorme masa, en el gran receptaculo abierto al origen de casi todos los valles. Al agua de lluvia o las montanas de nieve medio derretida que el tibio chubasco ha hecho desprender de las laderas, se mezclan los restos fangosos, las piedrecitas y los fragmentos de roca caidos de los flancos del monte. Por los cauces, donde de ordinario salta en sonoras cascadas un pequeno torrente de cristalina agua, corre ahora con estrepito una especie de fango, un liquido semisolido que es al mismo tiempo que un diluvio un desprendimiento. Estos son los fenomenos que, con el tiempo, rebajan poco a poco los montes y los extienden en capas horizontales de aluvion sobre los llanos y en el fondo de los mares. El curso de los torrentes acaba por allanar las mas altas cimas; derribaran los Andes y el Himalaya como han hecho ya desaparecer montes no menos elevados que los geologos nos dicen han existido en otras edades. Yo recuerdo aun el terror de una noche pasada a orillas del Chirua, pequeno torrente de Sierra Nevada, en los Estados Unidos de Colombia. El dia habia sido hermoso; solo una tempestad habia estallado algunas leguas de alli, en las gargantas superiores de la Sierra, y esta tempestad habia contribuido a la hermosura del dia. El sol se habia ocultado detras de un horizonte esplendoroso, cuya purpura realzaba el extrano contraste de las nubes sombrias con reflejos de cobre, ocultandonos las cimas de algunos montes, donde el estruendo del trueno se oia sin cesar. A la caida de la tarde la violencia de la tormenta habia terminado; cesaron los truenos, se apagaron los relampagos, e inmediatamente la luna, asomandose por la cumbre lejana, parecio dispersar por el cielo los jirones de nube, lo mismo que un navio rompe con su proa las flotantes islas de alga. Lleno de confianza y fatigado por una larga correria, no me entretuve ni perdi tiempo en buscar un refugio. La arena del barranco brillaba a los rayos de la luna y veia con agrado que me brindaba una cama mas blanda y menos humeda que las hierbas del bosque; ademas estaba seguro de no encontrar ninguna serpiente enroscada en la maleza, y contra todo otro animal, tenia la ventaja de encontrarme en un espacio libre desde donde podia, al menor aviso, distinguir a mi enemigo. Me desembarace de mi mochila para convertirla en almohada, me afloje el cinturon y con el cuchillo en la mano me tendi para descansar. Afortunadamente, los mosquitos no cesaron de turbar mi reposo; como durmiendo con sueno intranquilo, mi oido percibia vagamente todos los ruidos a mi alrededor y oia la charanga enervante de los mosquitos y el saltar de los monos chillones. Pero, repentinamente, al triste concierto se unio un murmullo creciente parecido al de una multitud lejana que sollozaba, gemia y gritaba desesperadamente. Mi sueno se hacia intranquilo por momentos, cambiandose al instante en pesadilla y despertando sobresaltado. Ya era hora; mis ojos, extraviados por el terror, distinguieron a corta distancia una especie de muralla movible precedida de una masa espumosa que avanzaba hacia mi con la velocidad de un caballo desbocado. Esa muralla de barro, agua y piedras, era la que producia el terrible estruendo que me habia despertado y me amenazaba. Recogi mi bagaje precipitadamente, y a grandes saltos, consegui ganar la orilla del torrente. Cuando volvi la vista, el furioso elemento cubria ya el punto donde estaba acostado momentos antes. Las olas, amontonadas en torbellinos, pasaban silbando; las piedras del cauce, empujadas por las aguas, cambiaban lentamente de puesto como monstruos despertados de su sueno y chocaban entre si produciendo un sordo ruido; arboles arrancados de raiz, se levantaban fuera del agua y se sumergian pesadamente rompiendose las ramas contra las piedras arrastradas; las orillas temblaban sin cesar por los choques de los enormes proyectiles que el agua furiosa lanzaba contra ellas. Durante toda la noche, el Chirua continuo mugiendo, pero el estrepito disminuyo poco a poco; el agua, negra por el arrastre de materias extranas, se aclaro un poco, y las pesadas piedras que arrastraba la corriente se detuvieron en mitad del cauce. Cuando los rayos del sol esparcieron por la superficie del arroyo sus primeros reflejos, me parecio que el agua habia disminuido lo suficiente para franquear el arroyo y continuar mi marcha despues de liar mis ropas en una especie de turbante que rodeaba mi cabeza; me aventure a franquear la corriente y, no sin peligro, consegui llegar a la orilla opuesta. El rapido torrente hacia temblar mis piernas y doblarse mis rodillas; guijarros de punta me cortaban los pies; pequenas piedras arrastradas chocaban aun contra mi, y la corriente me empujaba violentamente. Cuando llegue al fin, sano y salvo a la parte opuesta, senti no haber tenido la buena idea del campesino austriaco, que esperaba candida y pacientemente sobre las orillas del Danubio, que el rio cesara de correr: algunas horas despues de mi paso, el Chirua no era mas que un debil hilo de agua, serpenteando por entre las piedras, que hubiera podido franquearse saltando de una a otra orilla. Afortunadamente, estas crecidas repentinas, que debieramos llamar avalanchas de agua, cambian de aspecto en la base de las montanas. En los llanos donde la inclinacion del suelo es relativamente debil, y a veces imperceptible, la masa liquida del arroyo pierde su fuerza de impulsion y cesa de empujar las materias arrancadas de las laderas. Las piedras son las primeras que se detienen, luego los objetos pesados, y, por fin, el torrente, convertido en arroyo, no arrastra por el fondo de su cauce mas que pequena grava, y solo lleva en suspension la fina arena y la tamizada arcilla. Se calma la furia del diluvio, sobre todo, despues de haberse unido a otros cursos de agua venidos de otras regiones donde no ha llovido, o por lo menos, no al mismo tiempo. Sin embargo, aun perdiendo su velocidad, el caudal aumenta sin cesar por los afluentes que descienden de las gargantas superiores, acumulandose asi en masa considerable; gana en anchura y profundidad, se desborda de su cauce demasiado estrecho, y se extiende lateralmente por encima de los ribazos; a veces transforma los campos de sus riberas en verdaderos lagos, donde las aguas, llevadas por la crecida, se clarifican poco a poco, depositando el aluvion. En mas o menos tiempo, la superficie sucia del lago reemplaza a la verdura de los prados, hasta que al fin, la capa liquida penetra en el suelo y se cambia en vapor, o bien, despues de la crecida, vuelve al cauce del arroyo. Durante la inundacion, el pequeno arroyo, olvidando sus pacificas costumbres, se convierte en destructor de cuanto encuentra a su paso. Derrumba sus puentes, ahonda su lecho, cambia de sitio sus corrientes y remolinos, nivela sus cascadas, arrasa las partes de la orilla que se oponian a su marcha y vacia profundas grutas en los basamentos de las rocas. Las hierbas del fondo son arrancadas y saltan a la superficie, formando largos montones que se posan o deshacen en las ramas de los arboles; luego se las encuentra a algunos metros de altura del suelo o suspendidas en las extremidades de las ramas como los nidos de ciertos pajaros de America. Los agujeros de los terrenos de la orilla se llenan de agua o bien se hunden por la presion de la corriente; los animales que huyen a la ventura se ahogan o son devorados por las aves de rapina o las fieras del bosque; los cultivos del hombre son devastados o cubiertos de cieno. Para el "rudo agricultor" que ha concentrado su amor en la siembra que germina bajo la tierra y en la verde mata acariciada por el sol, la inundacion, tan hermosa e imponente a los ojos del artista, es el mas terrible espectaculo que puede presenciar. ?Que son, pues, esas pequenas oscilaciones periodicas, esas crecidas y descensos de nivel comparadas con los cambios que se han realizado durante el curso de los siglos? En un intervalo de miles de siglos los mayores rios pueden convertirse en arroyuelos y estos en rios caudalosos; las corrientes crecen y disminuyen, aumentan y se secan, oscilan incesantemente con los continentes y los climas. Todo cambia en la naturaleza; la forma de los montes y las colinas, las sinuosidades de los valles, los accidentes de las margenes y todos los rasgos de la gran figura de la tierra se modifican de ano en ano. El calor aumenta unas veces y disminuye otras; las lluvias caen a torrentes durante un siglo; luego, durante otro periodo, son raras o faltan casi completamente en un mismo punto de nuestro planeta. Asi cambian tambien los cauces de las aguas, cuya direccion y volumen dependen a la vez de todas las condiciones del relieve y el clima. En cuanto a nuestro arroyo, fue seguramente en tiempos pasados un ancho y profundo rio. Su valle, cuyos campos y prados ocupan actualmente toda su anchura, estaban llenos de agua, y sobre las pendientes opuestas de las colinas se ven todavia las antiguas margenes esculpidas por la corriente. El espacio en el cual los arboles de la orilla balancean libremente sus cabezas, estaba ocupado, hasta veinte o treinta metros del suelo, por una masa liquida enorme, corriendo con una velocidad de diez kilometros por hora. Esto es, al menos, lo que nos han dicho los geologos despues de haber hecho remover el suelo por los campesinos y haber observado durante largo tiempo en la llanura y las vertientes de las colinas las arenas, las piedras y arcillas arrastradas en otras epocas por la corriente. Parece que el Sena arrastraba en otro tiempo en sus grandes crecidas un caudal de agua como el Misisipi. Nuestro rio, pues, era grande como el Danubio; por el hubieran podido navegar grandes escuadras, si en aquel tiempo hubiera habido hombres que las construyeran. Para ver hoy el humilde arroyo tal cual fue en otra epoca de nuestro planeta, nos hemos de transportar con el pensamiento sobre las margenes de algun gran rio de la America del Sur. iQue cambio de espectaculo tan repentino! Me encuentro solo, olvidado, sobre una isla de arena, un medio del agua. Ni a uno ni a otro lado distingo la tierra; la curva vaporosa del horizonte une el lienzo gris del rio con la boveda del cielo. Una de las riberas esta tan lejos que ni siquiera distingo las sinuosidades, y los arboles me parece que se levantan encima de las aguas como una muralla de verdura. La otra orilla esta mas proxima, pero el bosque impide ver los accidentes del suelo; no hay ni un claro entre las ramas que permita ver prados, campos y rocas; los troncos de los arboles, tocandose unos con otros, las branchas entrelazadas y las lianas y los tapices de hojas y plantas parasitas, limitan completamente el paisaje. La masa verde, uniforme y grandiosa, se presenta como iluminada: parece que bajo el azul del cielo la tierra esta completamente ocupada por arboles y agua. Ante mi vista corre un rio rapido, imponente. Diferente al arroyo que murmura encantador en sus cascadas de perlas, el gran rio se dirige hacia el mar sin estruendo, casi sin ruido, pero llevando en su seno un impetu furioso; si encuentra un obstaculo, inmediatamente sus aguas lo salvan formando fuertes torbellinos donde se sumergen arrastrados para reaparecer a una gran distancia de alli. Los arboles flotantes y las hierbas arrastradas por la corriente se suceden en procesion interminable; a veces se oye el estruendo de un trueno; es el hundimiento de un trozo de bosque que las aguas habian minado. Trabajando sin cesar, el rio destruye y renueva constantemente sus orillas, sus islas, sus bancos de arena, y como la tempestad y el huracan, es una fuerza de la naturaleza que modifica visiblemente la apariencia exterior de la tierra. Tal vez en el porvenir esta corriente de agua que fue un rio y que actualmente es un arroyuelo, disminuira su caudal hasta el punto de que un pajaro pueda secarlo. El cambio de las riberas continentales, el descenso gradual de las alturas que detenian las nubes de lluvia y de nieve, la direccion distinta que los vientos humedos seguiran por el espacio; la division de su cuenca actual en valles distintos, y en fin, la apertura de canales subterraneos en los cuales desapareceran las aguas, pueden tener por resultado la extincion de manantiales y la desaparicion completa del arroyo. Asi es como en los desiertos de Africa y Arabia muchos rios, considerables en otras edades, han dejado de existir: sus cauces se han llenado de arena y los indigenas solo los conocen por los inciertos datos de las tradiciones. Segun ellos, son los cristianos quienes con sus operaciones magicas han hecho desaparecer las aguas, y si algun nigromantico poderoso no hace aparecer nuevamente las fuentes, sus valles estaran eternamente secos. De esos rios malditos del Sahara, conocemos algunos cuyos valles tienen cientos y miles de kilometros de anchura. En los parajes donde en remotas edades corria un caudaloso rio, la caravana duerme tranquilamente en nuestros dias durante las noches, y cuando quiere calmar su sed no le queda otro remedio que practicar un hoyo en la arena con la punta de su lanza, para buscar algunas gotas de agua que no siempre halla. CAPITULO XI #Las riberas y los islotes# No es necesario remontarse con la imaginacion a miles de siglos atras para ver al arroyo, tan modesto actualmente, modificar la forma de sus orillas y cambiar su centro. Hasta durante el verano, cuando sus aguas estan en el mas bajo nivel y se arrastran lentamente por entre matas de hierbas aromaticas medio secas, no cesa de trabajar para cambiar su cauce, y renovar, en la medida de sus fuerzas, el aspecto de la naturaleza. Si no es en los puntos donde el hombre interviene para regularizar la pendiente, limpiar el fondo y reemplazar las orillas de tierra friable por empalizadas y diques de piedra, el arroyo, siempre deseoso de cambio, halla el medio de destruir poco a poco sus margenes para reconstruirlos nuevamente. Hasta en los sitios donde las murallas lo han dominado, al parecer, no cesa su trabajo de reforma: ataca a la piedra, roe lentamente sus cimientos, mina los asientos, y, en un momento dado, hunde la muralla y queda libre errando por los campos. Esas incesantes transformaciones de sus riberas, las realiza el arroyo por virtud de un doble trabajo; de un lado, derriba, llevandose granos de arena, moleculas de arcilla, fragmentos desmenuzados de roca y trozos de raiz corroidos por la corriente; de otro, edifica, depositando todos esos restos en una capa que se eleva poco a poco sobre el fondo del agua. Asi, la corriente, enturbiada por el aluvion de que se carga en su carrera, trabaja sin cesar para clarificarse nuevamente, y cuando su curso se detiene, se filtra. Pocos espectaculos son mas interesantes que el de esas nubes de aluviones que arrastra la corriente: ocultan el fondo con su suciedad, pero poco a poco se aligera el color amarillento o rojizo y poco despues no son mas que brumas casi imperceptibles que se desvanecen inmediatamente recobrando el agua toda su limpidez. En los remansos donde el agua da vueltas con lentitud, la purificacion se realiza a la vez que en el fondo en la superficie; los restos de limo, las hojas, las raices, las branchas mojadas caen al fondo y se depositan en bancos de cieno; en la superficie las simientes, el polen de las plantas y las substancias organicas en descomposicion, se amontonan en capas grises que aumentan incesantemente los copos de espuma, llegando en islas, islotes y archipielagos diseminados. Alrededor de esta capa, bastante espesa para ocultar la profundidad de las aguas, se extiende una pelicula transparente de excesiva delgadez, formada por substancias grasosas de origen animal o vegetal. Por el reflejo de la luz, esta pelicula brilla con todos los tonos del arco iris, flotando sobre las aguas como vela de oro, de purpura y azul, no obstante ser casi imperceptible, pues que algunos fisicos que han medido su espesor lo valuan en algunas millonesimas de milimetro apenas. A veces un repentino remolino rompe la irisada capa, y pequenitas manchas de agua pura se destacan en negro como lagos sobre el fondo colorado. En cuanto a los estratos de espuma, unos se detienen por las orillas, otros se ensanchan por el impulso de la corriente, y se curvan formando semicirculos, espirales y ondulaciones graciosas. Por sus pliegues y repliegues de espuma, por su diversidad de colores, sus manchas y tonalidades, la superficie del charco se parece al marmol pulido, el que, por otra parte, no cabe duda que debe sus colores y dibujos elegantes, lo mismo que otras rocas admirablemente maqueadas, a los caprichos de la espuma, a los lentos movimientos de las aguas depositando sus aluviones. Todos estos depositos, por ligeros que sean, contribuyen a levantar el fondo, y tarde o temprano, transcurridos anos o siglos, emergen nuevamente, y fertilizando el terreno, se recubre este de vegetacion. Este trabajo se hace lenta pero continuamente y cada ano, cada dia, la forma del cauce cambia por las continuas sedimentaciones. Dondequiera que un obstaculo contenga la rapidez, el arroyo cesa de empujar los granos de arena del fondo y abandona las particulas solidas que llevaba en suspension. Si una piedra caida, si un arbol derribado, si un haz de canas turba la regularidad del lecho, inmediatamente la tranquila corriente del fondo del arroyo depositara un pequeno banco de arena delante del dique, que mas tarde es probable se convierta en islote. Sobre todos los puntos bajos donde el agua se arrastre con esfuerzo, los depositos se acumulan, nacen los juncos, y las riberas, levantadas sobre pequenas peninsulas, avanzan incesantemente sobre la superficie del arroyo. Clarificandose sin cesar por las asperidades del fondo y de las margenes, la corriente que por arriba habia enturbiado el violento chubasco o los hundimientos de tierra, recobraria bien pronto su pureza si en su marcha no derribara continuamente de un lado para edificar en otro. Contiene su marcha y se purifica contorneando los cabos arenosos, pero se precipita con furia contra los altos ribazos, los mina por la base y se carga nuevamente de materias extranas. De curva en curva y de una a otra ribera, alterna en su trabajo; deja en la derecha lo que ha tomado en la izquierda: el ritmo de los meandros se completa por el del trabajo. En los prados que no estan protegidos por un dique o una hilera de arboles contra el impetu del arroyo, las debiles margenes son facilmente derribadas. El agua que las golpea mina su base; pero durante algun tiempo, las raices entremezcladas en el cesped sostienen la capa superior, saliente como cornisa por encima del agua. Cuando ninos, ha sido la alegria de todos nosotros correr diestramente a lo largo de este borde tembloroso y hundirlo a patadas en enormes fragmentos, huyendo oportunamente para no ser arrastrados en la caida, siendo grande nuestra alegria, cuando una enorme masa de tierra se desprendia y caia con estrepito enturbiando extensamente el agua del arroyo. Pero mas de una vez tambien, la serie de nuestras aventuras ha terminado con un imprevisto remojon y el desgraciado naufrago, repentinamente calmado de su loca alegria, ha tenido que retirarse cabizbajo a la choza inmediata del campesino para enjuenjuagarse ropas en la hoguera de sarmientos. Despues de las paredes de dura roca, las riberas que mejor resisten la fuerza de la corriente son las protegidas por una poderosa plantacion de arboles. Los alamos, chopos y alisos, sirven de baluarte contra la invasion del agua. Sus raices, que penetran profundamente en la tierra, hacen el papel de fuertes pilotes, mientras que las raices pequenas, agitandose como extranas cabelleras y desplegandose en largos haces, se sumergen hasta el fondo del cauce, y por sus millares de fibras se convierten en indestructibles tejidos. En las grandes crecidas, cuando la masa de agua ha disuelto y arrancado la tierra que rodea a esos tejidos de raices, estas contienen la rapidez de la corriente, conservando entre sus mallas las particulas de limo; las obligan a depositarse en sus intersticios y forman una capa que reemplaza a la orilla anterior. Protegidos asi, los margenes, amenazados por la violencia del liquido elemento, se mantienen durante anos y siglos mientras que, desprovistos de vegetacion, cambiarian constantemente. No obstante, el tiempo hace siempre su obra. Como consecuencia de un desprendimiento o de trabajos subterraneos de algunos animales, la ribera concluye por presentar un punto debil al que la corriente ataca para destruir las empalizadas que encajonan el arroyo. Las raices de los arboles quedan al aire, el agua mina la base del tronco, y, privado del punto de apoyo, se inclina por encima del agua. Llegado este momento, el peso del arbol activa su propia ruina; las largas raices que se sujetaban al suelo del prado tienen que resistir a un esfuerzo cada vez mayor; ceden primero por un punto, luego por otro, y el arbol se inclina cada vez mas. Grandes grietas se abren en el suelo violentado por la tension de los cables subterraneos que sostienen el gigante caido; el agua de lluvia se introduce por esas fisuras y las ensancha; alrededor del tronco se forma una depresion circular que facilita mas el desenterramiento de las gruesas raices. En un dia de tormenta o inundacion se vence la resistencia de estas, se rompen las amarras y el coloso cae con estrepito, rompiendo las ramas de los arboles de la otra orilla; el arbol que cae, rompiendo sus ramas pequenas, llega a descansar en la margen opuesta, convirtiendose en un gracioso puente, sobre el cual se puede pasar sin temor. El acceso, no obstante, es algo dificil. Por un lado, la entrada del puente tiene como obstaculo el enorme abanico de raices arrancadas y el monton de tierra y piedras que llenan los intersticios; y por el otro, las ramas enlazadas y las astillas obstruyen el paso. En una comarca virgen, donde el hombre deja sin su intervencion que se realicen con el tiempo los fenomenos de la naturaleza, el arbol se quedaria asi tendido al traves del arroyo durante anos enteros, hasta que el agua cambiara de curso, o que el tronco, carcomido por los insectos, desapareciese convertido en polvo. En nuestros paises civilizados el campesino se encarga de cortar las raices a hachazos y llevarse el tronco del arbol limpiando el suelo hasta de sus mas pequenos trozos. La madera, vendida, se convierte en dinero y el pequeno ramaje lo consume el fuego: solo quedan fragmentos de raices subterraneas; sin embargo, el agua, cambiando de curso, concluira tarde o temprano por arrastrar la tierra que las rodean y por dejarlas aisladas en mitad del arroyo. Desde hace ya muchos anos las ramas pequenas han sido atadas en haces y el tronco serrado en tablas pero se ven surgir del fondo del arroyo los trozos de antiguas raices parecidas a una hilera de estacas plantadas. La fecunda naturaleza ha ocultado con su verde envoltura las roturas de la madera; sobre los viejos pedazos esponjosos, un bosquecillo de musgo vegeta como un grupo de palmeras sobre un islote del oceano. El trozo de raiz se reviste, despojado de su corteza, de un mundo de plantas alegres y verdosas. Antes que la inexorable hacha del lenador haya cortado en viguetas, palos y ramajes el arbol caido, transcurren aun muchos dias durante los cuales podemos aventurarnos a pasar por el singular puentecillo, festoneado de guirnaldas de hiedra banada por la corriente. La travesia no ofrece peligro alguno, porque el tronco es ancho y en caso de necesidad, se puede pasar resbalando con ayuda de las manos; pero es preferible pasar a la orilla opuesta conservando la posicion vertical sirviendose de los brazos como de un balancin. Es cosa agradable cambiar asi de orilla, sentarse tan pronto a la sombra de un alamo como de un sauce, ir de la pradera ya arrasada por la hoz, embalsamada por el olor del heno, al cesped matizado de flores. Y ademas nos hacemos la ilusion de volver a los primeros siglos de la humanidad naciente, cuando el salvaje, sin la suficiente destreza para construir puentes sobre los arroyos, se servia como nosotros de los que le deparaba la prodiga naturaleza. El viaje aereo por encima del agua, viendola correr bajo los pies, no es mas agradable cuando el arbol caido llega a la ribera opuesta que cuando solo descansa en un islote del arroyo. Los convencionalismos de la vida han hecho de la mayor parte de nosotros seres pretenciosos que nos creemos humillados al sentirnos felices por poca cosa; por eso nos es necesario remontarnos a nuestra infancia para comprender, en aquella candida edad, la alegria que nos producia la excursion, de algunos pasos solamente, sobre una pequena isla. Alli adoptabamos actitudes de Robinson: los sauces, que nacian en el lodo, alrededor del banco de arena, eran nuestro bosque; los grupos de juncos eran para nosotros inmensos prados; teniamos tambien grandes montes, pequenas dunas amontonadas por el aire en el centro del islote, y en ellas construiamos nuestros palacios con pequenitas ramas caidas, practicando agujeros en la arena. Los dos brazos del arroyo nos parecian anchisimos estrechos, y para convencernos mas de nuestra soledad en la inmensidad de las aguas, hasta les dabamos el nombre de oceanos: uno era para nosotros el Pacifico; el otro, el Atlantico. Una piedra aislada sobre la que chocaba la corriente, se llamaba la blanca Albion, y mas lejos, una cabellera de limo detenida por la arena, era la verde Erin. Es verdad que mas alla de las islas y los mares, a traves del follaje de los alamos, veiamos sobre la colina el rojizo tejado de la casa paterna; pero, encantados en el fondo de saber que estaba tan cerca, haciamos como que ignorabamos tal cosa, creyendo haberla dejado al otro lado del globo. Con frecuencia, el tronco del arbol separado de la orilla, se queda inclinado por encima de la corriente y su ramaje no esta en contacto con las hierbas de la opuesta ribera. Este arbol medio caido, es tambien una especie de isla por la que nos podemos aventurar sin temor. Como consecuencia del descenso de las tierras, la base del tronco esta sumergida en el agua y cenida de canas y brozas flotantes. De un salto puede posarse uno sobre la isla que se estremece, y luego, extendiendo los brazos para mantener el equilibrio, se sube con precaucion y a cortos pasos por el arbol, que se mece como un ser vivo. Encima precisamente del punto donde el arroyo es mas profundo y el agua pasa ante la vista con mayor rapidez, las ramas grandes se separan del tronco y se dividen en ramitas pequenas curvadas por el peso de sus tiernas hojas. iCuantas veces, ya en plena juventud, buscando la soledad, me he sentado sobre el espacio libre entre rama y rama, descansando encima del arroyo y balanceando mis piernas en el vacio! Alli podia tranquilamente encontrar la alegria de vivir o abandonarme en paz a mis tristezas. Desde lo alto de mi oscilante asiento, seguia con la vista el hilo de agua, las islas e islotes de espuma, unas veces aislados, otras agrupados como archipielagos, las hojas dando vueltas, los largos montones de hierba y los pobres insectos sumergidos, agitandose en vano contra la inexorable corriente. De vez en cuando, mi mirada, abandonada al declive como todos esos objetos flotantes, se remontaba mas alla para dejarse arrastrar por una nueva procesion de trozos de cana y otros fragmentos rodeados de espuma. Alegre o melancolico, me dejaba asi fascinar por la corriente, simbolo de ese curso que nos arrastra a todos hacia la muerte, y luego, sustrayendome con pena a la atraccion del agua, elevaba mi mirada a los frondosos arboles, en los que se estremecia la vida, y hacia los ricos prados y serenos montes inundados de sol. CAPITULO XII #El paseo# Si es encantador y variado para el Robinson tendido en el islote o encaramado al tronco de un arbol, el aspecto del arroyo, es mucho mas hermoso todavia para el visitante que sigue la orilla de sinuosidad en sinuosidad, caminando tan pronto sobre las rocas tapizadas de zarzas, como sobre la espesa hierba de la pradera, o bajo la movil sombra de las ramas agitadas. No todos, sin embargo, saben gozar de la belleza de las aguas corrientes. El desgraciado que se pasea por holgazaneria y para "matar el tiempo", que no sabe en que emplear, ve en todas partes objetos que le aburren, hasta en las cascadas, en los remolinos, en las hierbas ondulantes del fondo y en los torbellinos de espuma. Para saborear todo cuanto ofrece de delicioso un paseo por la orilla del arroyo, es preciso que el derecho de la pereza haya sido vencido con el trabajo y que el espiritu cansado tenga necesidad de adquirir nuevo aliento contemplando la naturaleza. El trabajo es indispensable para quien desea gozar del reposo, lo mismo que el recreo cotidiano es necesario al obrero para renovar sus fuerzas. No habra tranquilidad en el mundo, ni equilibrio inestable en la sociedad, mientras los hombres, condenados en numero infinito a la miseria, no tengan todos, despues de la diaria tarea, un momento de descanso para regenerar el vigor y mantenerse asi con la dignidad de seres libres y pensantes. Juguetear por la orilla del agua es un reposo agradable y un poderoso remedio para no llegar al nivel de las bestias. Desde que lei no se donde, en la prosa de un autor latino, que Escipion el Joven y su amigo Loelius gustaban de distraerse paseando por la orilla de los arroyos, siento hacia ellos cierta simpatia. Es verdad que Escipion era un guerrero que hizo matar y mato muchos hombres honrados que defendian su patria contra la invasora Roma y saqueo e incendio muchas ciudades; pero a pesar de sus crimenes, que son los de todos los enemigos del hombre, no era un conquistador vulgar, puesto que en vez de exhibirse orgullosamente en actitud majestuosa entre sus conciudadanos, no se creia rebajado divirtiendose como un nino de aldea, y se entretenia arrojando pedazos de madera al agua y lanzando piedras llanas sobre la superficie para verlas resbalar y saltar por encima del arroyo. Los graves historiadores no creen digno consignar ese titulo de gloria del gran guerrero, pero, a pesar de ellos, es el que mas acreedor le hace a la simpatia de la posteridad. Pero no nos es necesario buscar ejemplos en la antigueedad romana para poder gozar sencillamente de la naturaleza. No es tampoco necesario examinar polvorientos libros para convencernos de que es agradable y bueno pasear por las margenes del arroyo contemplando su variado aspecto. Todas las imagenes graciosas de sus saltos, de sus rizadas ondas y sus bordados de espuma, nos reponen bien pronto de los fastidios del oficio o de las laxitudes del trabajo, reanimando nuestro espiritu, hasta cuando la mirada, fatigada, vaga errante sobre las aguas sin fijarse en ningun objeto determinado. Por otra parte, la vista del arroyo nos fortifica y rejuvenece tanto mas cuanto mayor y variado es el espectaculo que nos ofrece, cambiando cada epoca del ano, cada mes y hasta cada dia. Gracias a la variacion del paisaje que nos rodea, nuestras ideas rejuvenecen tambien; el ambiente que nos rodea satura nuestra vida de nuevas fuerzas. Hasta en la temporada en que la naturaleza se muestra mas avara de sus riquezas, el arroyo nos encanta por su nuevo aspecto. Durante los grandes frios, los hombres que mejor resisten las bajas temperaturas, pueden asistir a presenciar la lucha conmovedora que se verifica entre el hielo invasor y el agua que queda liquida. De cada pequena piedra y de cada raiz descubierta, parten una serie de agujas de cristal que, ordenandose unas tras otras, avanzan por la superficie del agua formando laminas radiantes a derecha o izquierda y una capa de hielo formada por innumerables laminas, se teje lentamente sobre la superficie liquida. Luego, una especie de collarete, graciosamente cortado, oscila alrededor de los puntos prominentes de la orilla, de los juncos y las raices sumergidas en el agua, y cada una de esas franjas de hielo, adquiere sucesivamente desde el tono mate del cristal sucio, al brillo del diamante, segun el movimiento de las pequenas ondulaciones que la agitan y la hacen contenerse, tan pronto sobre una capa de aire como sobre la misma masa de agua. Avanzando poco a poco hacia la anchura, el simple collarete de cristal se agranda, y recubre a una gran distancia de la orilla la tranquila corriente del pequeno arroyo. Solo un estrecho camino por donde pasa la corriente rapida, queda abierta por entre las debiles peliculas con que termina la helada lamina. Sobre la superficie de las rocas que bordean la cascada, las gotas de agua forman un tenue capa de hielo y el liquido que se extiende lentamente por las fisuras de la pena se endurece en largos regueros transparentes, tan hermosos como las estalactitas de las grutas. Al fin, si la temperatura continua bajando, el arroyo se solidifica de una a otra orilla, y a veces se congela hasta el fondo, convirtiendose en una calzada de marmol verdoso manchado de puntos blancos por las vesiculas de aire que encierra. Las cascadas, solidificadas, parecen de lejos cortinajes de seda cuyos pliegues han cesado de ondular. Pero en nuestros climas templados, es raro que los inviernos sean bastante frios "para helar" completamente el arroyo transformandolo en piedra; se pasan a veces muchos anos durante los cuales solo se ven sobre la superficie liquida algunas agujas de cristal. En estos inviernos, ordinarios en nuestras zonas, las capas solidas no se extienden de una a otra orilla del arroyo, y a la menor subida del termometro se rompen por el empuje de la corriente y los fragmentos, entrechocandose, se funden muy pronto arrastrados por el torbellino. El hielo desempena un papel de escasa importancia en la historia invernal del arroyo de nuestra comarca; el verdadero aspecto del curso liquido proviene, pues, de la nieve que cubre los montes y la llanura. El efecto de la nieve es admirable, sobre todo durante los dias sin sol, cuando el azul del cielo esta enteramente velado por las nubes y hasta adquiere un tono obscuro por su contraste con la superficie de la tierra, cubierta de resplandeciente blancura. El arroyo tiene entonces el color gris del hierro; las hierbas del fondo ondulan tristemente; el agua, tan alegre y susurrante en la epoca de las flores, parece que en su masa lleve algo doloroso y sombrio. Algunos viejos raigones situados cerca de la orilla aparecen cubiertos con mantos de nieve. En los margenes, los grupos de hierba se destacan en negro a pesar de los copos blancos de que estan cargados, si no estan situados muy cerca del agua, donde la humedad ha producido el desprendimiento de pequenas avalanchas de nieve. Los arbustos, algunos deshojados ya desde el otono y otros cubiertos de hoja todavia, se balancean debilmente sobre el blanco almohadon de armino que les rodea, y con los extremos de sus ramas trazan curvas concentricas. Un pino solitario sostiene la nieve sobre sus ramas extendidas como grandes abanicos horizontales, blancos por encima y verdes por debajo. Otros arboles de corteza rugosa, cuyos troncos salen de la misma orilla del arroyo, solo aparecen blancos de nieve por el lado del viento; el resto del arbol conserva su propio color y las ramas solo aparecen salpicadas de algunos copos. Mas hermosos tal vez que en la primavera, porque su fino ramaje no esta cubierto por multitud de hojas, estos arboles se perfilan en el fondo del cielo con sus grandes y pequenas ramas matizadas de un ligero y delicado tono violeta, y sus innumerables ramificaciones parecen tanto mas elegantes cuanto mas sepultada aparece la naturaleza bajo la monotona capa de nieve. En la llanura, los campos estan por todas partes cubiertos por una capa uniforme: solo suele verse algo de verdura en los parajes regados recientemente. A lo lejos, en las altas colinas, los arboles del bosque dejan entrever a traves del follaje y de las ramas, ya rojizas por los capullos y la savia, algo agradable a la vista como el plumon de las aves: es la nieve tamizada que pudre los brezos y helechos bajo los grandes arboles. Al finalizar el invierno, pequenas flores levantan la tapa de nieve y se nos presentan modestas y timidas, como la dulce promesa de un proximo renacimiento. Es que este viene en efecto; la nieve se funde por las rafagas de aire tibio y se infiltra en el suelo, o bien, mezclada con el barro, se dirige hacia el arroyo por los vallecillos y regueros; la vegetacion, adormecida durante los frios, despierta lentamente. Todo parece renacer. Un halito venido del Mediodia ha renovado la vida en la arboleda, en el arroyo y en nosotros mismos. El palido invierno se ha alejado hacia el Norte, perseguido en el espacio por vivificantes rayos, y desde el hombre al insecto, lo mismo la gota de agua que las hojas todas, nos sentimos reanimados por el calor perfumado del sol de primavera. Las yemas de las plantas, tan apretadas durante el invierno, tan preservadas por su capa de vello y tan solidamente cubiertas por sus escamas de goma, abren con alegria su prision, y como dardos, aparecen en el vacio sus tiernas hojitas; el pajaro, cantando, levanta el vuelo de su nido que las hojas empiezan a abrigar; los mosquitos y las libelulas, salidos de sus larvas, vuelan alegremente por el espacio; a la orilla del agua, que rie y centellea, se abren las flores amarillas de los ranunculos y jacintos; hasta las desmoronadas ruinas cubiertas de floridos girofles, parecen rejuvenecidas, como si la primavera, como el invierno, no trabajara igualmente para consumar su destruccion. La belleza del cielo, del agua que corre y la verdura de las plantas nos extasia. En este renacer del ano, nos sentimos como transportados hacia la juventud del mundo y al nacimiento de la humanidad. A pesar de los siglos pasados nos sentimos tan jovenes como los primeros mortales, despertando a la vida en el seno de la madre bienhechora; hasta somos mas jovenes que ellos, puesto que tenemos plena conciencia de nuestra vida. La tierra es hoy tan bella como el dia que nutria a los Centauros, y nosotros, mas que esos monstruos, llevamos en nuestro pecho un corazon de hombre. Lo que mas nos encanta, es el juego de luz que penetra en las profundidades del agua y nos ofrece delicadisimos espectaculos, incesantemente modificados por los rizos y las ondulaciones de la superficie. Inclinandonos sobre la corriente, donde la sombra de los arboles se retuerce en espirales y se desdobla en delicadas curvas, miramos al fondo con sus piedras que parecen estremecerse, su arena que bulle, y sus hierbas ondulantes. Ramitas y hojas se suceden sin cesar por la superficie radiante, y sus sombras, deformadas por la refraccion, resbalan por las arenas y las plantas, cuyas raices y hojas brillan como hilos de plata. Cualquiera que sea el contorno del objeto flotante, aparece siempre modificado por la luz: la hoja, desarrollada en forma de corazon, o prolongada como el acero de una lanza, toma sobre el fondo el aspecto de un disco o de un ovalo; la paja o el junco se refleja como hilera de pequenos circulos, parecido a un collar prolongado; el insecto de agua, patinador insumergible, que remonta la corriente por repentinos empujes, se representa sobre el lecho de arena o de cieno por cinco circulitos, de los cuales uno, el mas pequeno, lo determinan las dos patas anteriores, mientras que los otros cuatro, agrupados a pares, se aproximan o separan segun los movimientos del animal. Alrededor de cada disco, gris o negro, un circulo de luz se determina como anillo de fino oro; sombras y rayos de luz, cambiados asi por las condiciones y circunstancias del medio que atraviesan, se proyectan sin cesar sobre el fondo, cambiando constantemente de aspecto. El centelleo de la luz, tan encantador sobre las piedras lisas que cubren el lecho del arroyo, lo es mas todavia en las partes donde el fondo esta alfombrado con multitud de hierbas acuaticas. Los guijarros estan tapizados de musgo de un verde sombrio con plateados reflejos; las delicadas algas que forman el limo, se levantan en piramides empujadas por las burbujas de aire que se desprenden de la arena y que, parecidas a globos envueltos en inmensos cordajes, brillan como perlas bajo la temblorosa red de fibras. Manojos de hierbas, desplegadas como largas cabelleras, ondulan por el impulso del arroyo: agitadas por la rapida corriente se estremecen de impaciencia, y en los remansos de agua casi inmovil, se mueven majestuosamente; pero lentas o precipitadas en sus ondulaciones, se alejan y aproximan a la vista, a causa de sus variados tonos que cambian incesantemente del blanco mate al verde obscuro. En otra parte, un grupo de hojas ovaladas, triangulares y en forma de lanza, sobresalen por encima de otro grupo de plantas, tan bien entremezcladas, que parecen salir todas de una misma raiz, a las que agita a un tiempo mismo una sola onda del arroyo. En un rincon, en el fondo del cual los remolinos han depositado una capa de barro, las nenufares extienden sus anchos discos, donde el agua produce reflejos de perlas, y sus hermosas flores blancas que para nuestros antepasados los egipcios e indostanos, representaban el simbolo de la vida. Mas lejos, los juncos crecen en apretadas lineas en medio del arroyo sobre un banco que se transformara tarde o temprano en islote: las ramitas inclinadas vibran por la presion de la corriente en movimientos convulsivos, y cada una de ellas se rodea de olitas, donde la sombra y la luz forman una red que se agita sin cesar. Hasta ciertos arboles de la orilla contribuyen a la riqueza de la vegetacion acuatica por innumerables radiculas flotantes que cubren las gruesas raices de largos mantos color de rosa. En medio de ese mundo de plantas se agita el mundo infinito de los animales. Peces azulados, rojos, grises y blancos, surcan como rayos la cristalina agua o pasan bajo las guirnaldas del bosquecillo acuatico como si pasaran bajo arcadas triunfales. La vida esta en todas partes; en el fondo, donde las formas graciosas e indistintas se agitan sobre la arena y el lodo, entre el espeso tapiz de plantas estremecidas constantemente por las sacudidas de una pululante multitud, oculta en la superficie por donde corren los girinos y se enlazan los insectos patinadores por entre los juncos donde brilla el ala matizada de la libelula, y bajo los arbustos de la orilla, donde resplandece como un zafiro el plumaje del martin-pescador. ?A quien pertenece, pues, el arroyo, del cual nos titulamos propietarios como si fueramos los unicos en gozarlo? ?No pertenece tambien, o mejor que a nosotros, a todos los seres que lo pueblan, del que sacan la subsistencia y la vida? Pertenece a los peces y a las plantas, a los mosquitos que vuelan en torbellinos encima de los remolinos y a los grandes arboles que el agua y los aluviones del arroyo hinchan de savia. Entre estos seres que buscan para ellos la mayor parte de cuanto es de su dominio, existe una guerra implacable; cada uno, en lucha por la existencia, vive en detrimento de su vecino. En cuanto a mi, quisiera vivir en paz con todos; procuro respetar, la flor y el insecto; pero sin apercibirme, icuantos seres destruyo! Aplasto multitudes infinitamente pequenas cuando dejo caer mi pesada masa sobre la hierba; arraso y produzco cataclismos en la historia de un mundo imperceptible cuando subo a un arbol para balancear mis piernas por encima del agua. Como un barbaro, ique de atrocidades he cometido sin querer, cuando en los primeros anos de mi infancia salia a estudiar por el campo y me instalaba en el tronco cavernoso de un sauce, para leer comodamente alguna novela o declamar versos con retumbante voz...! CAPITULO XIII #El bano# Cuando se siente amor al arroyo, no produce bastante satisfaccion el mirarlo, estudiarlo y pasear por sus riberas; se siente la necesidad de mayor intimidad con el, sumergiendose en sus aguas. Como nuestros antepasados, nos convertimos en tritones. Pero no siempre es esto cosa facil, y durante el invierno, cuando el aire frio silba en las ramas, cuando la nieve cubre el suelo, o en la superficie del agua se forman laminas de cristal, son poco numerosos los hombres bastante activos que se atrevan a banarse en el agua helada. El contacto con el agua corriente da ciertamente fuerza a los que no temen rozarse con ella; sin embargo, antes de realizar la ceremonia del bano nos suele parecer singularmente peligrosa. Es preciso que nos desnudemos rapidamente detras del tronco de un arbol, para estar al abrigo del aire helado, que nos olvidemos del frio que contrae nuestros miembros; todo es en vano; el viento nos recuerda la dura realidad. A nuestros pies corre el agua, rapida y sombria; sin tocarla, sentimos que esta helada; el soplo de aire que la riza nos hace temblar de frio. Para sentir menos la violenta caricia del agua tendriamos que obrar con decision y arrojarnos bruscamente en el arroyo; vacilamos, no obstante, y antes de realizar el salto definitivo tomamos aliento dos o tres veces. Despues de haber triunfado de los pueriles temores, describimos una curva por debajo del agua y sentimos el aire silbar en nuestros oidos; la superficie, abierta por nuestra cabeza, se agita en derredor; nos sentimos como perdidos en un abismo rugiente que nos aprisiona. En un abrir y cerrar de ojos, por un movimiento de ascension, saltando del fondo con un empuje del pie y un esfuerzo de los brazos, salimos a la superficie; pero, al menos yo, no ceso de agitarme como para librarme del escozor que el agua helada me produce: nado a la desesperada igual que si luchara contra una corriente amenazadora. No obstante, para tranquilidad de mi conciencia, me sumerjo de nuevo completamente; luego, satisfecho de haber cumplido con mi deber, me precipito hacia la orilla, que salvo con rapidez, enjugo mi cuerpo enrojecido por el frio y me cubro de prisa con mis ropas todavia calientes. A mi inquieta agitacion sucede la tranquilidad del alma: por los sufrimientos de un momento, me he hecho mas fuerte, mas dispuesto, mas feliz, y dirijo una mirada altiva sobre esa corriente rapida y obscura que un minuto antes miraba aterrorizado. No obstante, declaro que es mas agradable el bano frio que se toma en pleno verano en las profundas balsas del torrente, por donde pasan las primeras aguas del arroyo en las gargantas mismas de la montana. La masa liquida que parece helada, es nieve apenas fundida que no se ha entibiado todavia absorbiendo abundante aire; conserva toda la crudeza primera, y su color, de un azul fuerte, tiene yo no se que de hostil. Se tiembla anticipadamente, no solo de frio, sino tambien de deseo, y para calmar el cansancio de la marcha nos arrojamos voluptuosamente en el agua helada. Las piedras y arena del fondo brillan con un tono amarillo palido a traves de la capa liquida; pero en algunas brazadas nos encontramos encima del abismo; el agua transparente parece aire condensado, y, no obstante, no distinguimos el fondo; parece que nos hallemos suspendidos en el espacio y nadamos con precaucion como si repentinamente fueramos a caer en una sima. Despues sentimos que el frio nos domina poco a poco, y dando unos cuantos empujes nos dirigimos a la orilla para volver al calor de la vida y gozar de nuestro acrecentado vigor. iOh lagos queridos de los Pirineos y los Alpes, Seculejo, Doredom, Lauzannier, os conservo todavia en mi memoria tal cual os veia cuando yo, con otros amigos, resbalaba rapidamente sobre vuestra superficie. Veo aun las piedras de granito amontonadas en la orilla, el bosque de pinos reflejado sobre el agua rizada, los declives, las altas vertientes de los prados y, mas lejos, las grandes explanadas donde empieza la curva oscilante de la cascada! iOs veo tambien, hermosos manantiales de los grandes rios, que vais a perderos en el mar a cientos de kilometros de vuestro origen! iCon solo cerrar los ojos, mi pensamiento se transporta hacia un alegre torrente, al Vesubio, al Gordolarque, al susurrante Embalire, o hacia cualquier otro sitio de la libre montana! En la primavera, el arroyo de la llanura no produce la fuerte voluptuosidad de reaccionar contra el frio glacial del agua, y las inmersiones producen apenas impresion. La tibieza del aire se ha comunicado a la masa liquida, y hasta los ninos pueden banarse y juguetear en el agua fresca. Los muchachos, sentados en los bancos de la escuela, levantan con frecuencia los ojos de los libros de estudio para mirar con avidez el camino que conduce al arroyo; luego, cuando al salir se sienten libres, se dirigen con alegria hacia el charco profundo, donde retozones y alegres van a banarse. Rapidamente se desnudan, y cada uno se convierte en un Neptuno "levantador de olas"; y trabaja con todas sus fuerzas para agitar las ondas y convertirlas en masa de espuma, produciendo pequenas tempestades en el arroyo conquistado para ser su dominio durante una hora. En el verano, durante los dias calurosos en que el aire permanece inmovil, es cuando mas agradable resulta convertirse en triton. No es preciso tener doce o quince anos para arrojarse al agua lleno de felicidad como en su elemento propio; cualquiera de nosotros, si los convencionalismos y falsedades de la vida no nos han corrompido enteramente, puede volver a las alegrias de la juventud dejando por un momento sus ropas en la orilla del agua. Por mi parte, declaro que me siento todavia nino cuando me arrojo en el arroyo querido. Despues de haber satisfecho mi primer entusiasmo atravesando varias veces el charco profundo donde se agitan las aguas, y despues de haber querido remontar la corriente, levantando a mi alrededor un caos de olas precipitandose unas con otras, descanso abandonandome tranquilamente a la felicidad de la vida sobre el agua dulce que me acaricia. iQue alegria sentarme sobre una piedra bajo el chorro de la cascada, sentir caer el agua sobre mi como sobre una roca y verme envuelto en un manto de espuma! iQue placer tambien dejarme arrastrar por las aguas corrientes hasta un escollo donde me agarro con una mano, mientras que el resto de mi cuerpo, levantado por las olas, flota de un lado a otro bajo el impulso de la corriente! Me dejo arrastrar, y voy a parar como un madero sobre un banco de arena donde cristalitos de mica brillan como pepitas de oro y plata. Por el peso de mi cuerpo, el banco se hunde, los granos de silex y las delgadas piedras cambian de punto. Corrientes parciales, pequenos remolinos, se forman a mi lado como alrededor de un islote; muellemente acostado, contemplo el espectaculo interesante que bajo la pequena capa de agua me ofrece la transformacion del banco de arena, disminuyendo de un lado por la corriente y aumentando del otro por el continuo arrastre de aluviones. A veces, el fondo sobre que me arrastra la corriente, esta cubierto de verdes y oscilantes hierbas, muelles sinuosidades que me acarician, me enlazan; improvisandome un lecho encantador. ?Es el agua? ?es la ondulante cabellera de las plantas la que me levanta asi, haciendome flotar en la superficie del arroyo? No lo se; mi imaginacion se pierde ademas en una especie de ensueno. Hasta me parece que me he convertido en parte integrante del medio que nos rodea; me siento homogeneo a las hierbas flotantes, a la arena que se arrastra por el fondo, a la corriente que hace oscilar mi cuerpo; miro con extraneza los arboles que se inclinan sobre el arroyo, los espacios del cielo azul que se ven por entre las ramas, y el escueto contorno de las montanas que distingo a lo lejos en el horizonte. ?Es acaso real todo ese mundo exterior? Yo tambien, como el pescador de la leyenda, veo la maravillosa sirena hacerme senas con el dedo, me siento atraido por su mirada que fascina y oigo resonar el eco de su canto perfido y melodioso, "iAh! ven, ven conmigo y seremos felices." A veces me siento envidioso del joven que cede al llamamiento de la sinuosa ondina, cuya flotante cabellera va a mezclarse con las del verde limo. Pero yo se que, desembarazandose de las amargas preocupaciones de la vida, su existencia va a extinguirse por las caricias del agua pura y las ondulaciones de las estremecidas hierbas. La naturaleza tiene para sus amantes seducciones de las que es preciso desconfiar como de la voz de las sirenas o de la belleza de la hada Melusina. iHaciendonos amar demasiado la soledad, nos arrastra lejos del campo de batalla, donde todo hombre de corazon tiene el deber de combatir por la libertad y la justicia! La naturaleza es hermosa, si; todos debemos comprender su encanto, pero hemos de saber gozarla con prudente alegria, no abandonandonos jamas a sus fatales sugestiones. Uno de los grandes placeres del bano, de los cuales no siempre nos damos cuenta, pero que no por eso deja de ser real, es que momentaneamente se vuelve a la vida de nuestros remotos antepasados. Sin ser esclavos por la ignorancia como los salvajes, somos, como ellos, fisicamente libres sumergiendonos en el agua; nuestros miembros no sufren el odioso contacto de las ropas, y con nuestro vestido dejamos tambien sobre la orilla una parto por lo menos de nuestros prejuicios de profesion o de oficio; no somos ni obrero, ni comerciante, ni profesor; olvidamos por una hora las herramientas, libros e instrumentos, y, vueltos al estado natural, podriamos creernos todavia en las edades de piedra o bronce, durante las cuales los pueblos barbaros levantaban sus chozas sobre pilotajes en medio de las aguas. Como los hombres de remotas edades, estamos libres de convencionalismos; nuestra gravedad de encargo puede desaparecer para ser sustituida por franca y ruidosa alegria; nosotros, civilizados, envejecidos por el estudio y la experiencia, nos encontramos hechos ninos como en los primeros tiempos de la infancia del mundo. Recuerdo todavia con que extraneza vi por vez primera una compania de soldados tomar el bano en un rio. Nino todavia, no podia imaginarme a los militares de otro modo que con sus vestidos colorados, las hombreras rojas o azules, los botones de metal, los diversos adornos de cuero, de lana y tela; no los comprendia sino marchando a paso acompasado en columnas regulares con tambores al frente y oficiales a los costados, como si formaran un inmenso y extrano animal empujado hacia adelante por no se que ciega voluntad. Pero, fenomeno hermoso; aquel ser monstruoso al llegar a la orilla del agua, se fragmento en grupos o individuos distintos; vestidos rojos y azules se arrojaban en montones como vulgares ropas, y de todos esos uniformes de sargentos, cabos y simples soldados, veia salir hombres que se arrojaban al agua lanzando gritos de alegria. No mas obediencia pasiva, no mas abdicacion de su persona; los nadadores, con voluntad propia por algunos instantes, se dispersaban libremente por el agua: nada les distinguia a unos de otros. Pero, desgraciadamente, al poco rato se oyo un silbido, y la salida se opero repentinamente. Mientras nosotros continuabamos jugando en el arroyo, nuestros companeros desaparecieron en sus trajes encarnados con los botones numerados, y bien pronto los vimos alejarse marchando en linea con paso monotono por la polvorienta carretera. Desde entonces he tenido ocasion de ver, en otro clima distinto al de Francia, como disminuye la hostilidad repentinamente entre enemigos que acaban de despojarse de sus vestidos, con los cuales han adquirido la costumbre de verse y odiarse. Era cerca de una ciudad de las costas de Colombia, en la desembocadura de un profundo arroyo separado del mar por un estrecho banco de arena, contra el que se estrellan las olas. Todas las mananas, cientos de individuos pertenecientes a dos razas casi siempre en guerra, se encontraban en este punto del arroyo. De un lado, estaban los descendientes de los espanoles, mas o menos mezclados, que venian a hacer sus abluciones cotidianas; del otro, los indios que se aprovechaban de una tregua para dirigirse al mercado de la playa. De orilla a orilla se lanzaban miradas de odio y palabras de insulto, porque se acordaban de combates y degollaciones, de victimas estranguladas, ahogadas, enterradas con vida; pero cuando los guerreros rojos, despojandose de su tunica parecida a la de los antiguos helenos, aparecian con la resplandeciente belleza de sus formas y al lanzarse al rio para atravesarlo de unos cuantos empujes, se olvidaban del antiguo odio y hasta parecia que nos amabamos. A pesar de todo, ?no eramos hermanos? Tambien ellos me parecia que nos miraban sin ira, pero al salir del agua sacudian su larga y negra cabellera, alejandose altivamente sin volver la cabeza, desapareciendo muy pronto tras un saliente de la playa. CAPITULO XIV #La pesca# El arroyo no es solo para nosotros el mas gracioso ornamento del paisaje y el lugar encantado de nuestras alegrias; es ademas para la vida material del hombre un deposito de alimentacion, y su agua fecunda nutre las plantas y los peces que sirven para nuestra subsistencia. La incesante batalla por la vida, que nos ha hecho enemigos del animal de los prados y del pajaro del cielo, excita tambien nuestros instintos contra los habitantes del arroyo. Al ver la trucha resbalar rapida por la masa liquida como un rayo de luz, no nos contentamos con solo admirar la forma prolongada de su cuerpo y la maravillosa rapidez de sus movimientos, sino que lamentamos tambien no poder coger al animal y tener el placer de comernoslo. Esta terrible boca poblada de dientes que se abre en medio de nuestra cara, nos hace parecidos al tigre, al tiburon y al cocodrilo. Nosotros, como estos animales, resultamos bestias feroces. En siglos pasados, cuando nuestros ascendientes ignoraban el arte de cultivar el suelo y sembrar el grano alimenticio para convertirlo en espiga, el hombre que no tenia el recurso de la antropofagia, habia de recurrir, para alimentarse, a desenterrar raices del suelo, a comerse las matas de hierbas sabrosas, los cadaveres de los animales cazados en el bosque y los peces cogidos en el mar o en los rios. Asi llegaron, apremiados por la necesidad, a adquirir una habilidad como pescadores, que hoy nos maravillaria. No menos habil que el sollo, se le escapaba raramente la presa que habia divisado. Inmovil sobre la orilla, parecido a un tronco de arbol, esperaba pacientemente que el pez pasara a la distancia de su brazo, y, cogiendolo con rapidez, le aplastaba la cabeza con una piedra. Los indios de America, que son todavia salvajes, atraviesan al pez que pasa con su ayagaza o el dardo salido de su cerbatana, con una seguridad admirable. Ademas, los arroyos y los rios estaban en otro tiempo bastante mas ricos de peces que en nuestros dias. Despues de haber cogido en las aguas lo necesario para el sustento de la familia, el salvaje, satisfecho, dejaba los millares y millones de huevos que se desarrollaran en paz, y gracias a la inmensa fecundidad de las especies animales, las aguas estaban siempre pobladas y exuberantes de vida. Pero el ingenio del hombre civilizado ha hallado el medio de destruir esas razas tan prolificas, que cada hembra podria en algunas generaciones llenar las aguas de una masa solida de carne. Con su imprevisor afan ha llegado a hacer desaparecer muchas especies que vivian en otros tiempos en nuestros arroyos. No solamente se ha servido de redes que tamizan la masa liquida y aprisionan todos los seres que la pueblan, sino que ha recurrido tambien al veneno para destruir de una sola vez grandes multitudes y hacer una ultima captura mas abundante que las anteriores. Sin embargo, los verdaderos pescadores, los que se honran con tal titulo, reprueban esos medios vergonzosos de destruccion que no tienen el merito de la sagacidad ni el conocimiento de las costumbres de los peces. De otra parte, por un contraste que parece extrano a primera vista, el pescador ama a todas esas pobres bestias de las que es perseguidor; ha estudiado sus habitos y genero de vida con cierto entusiasmo y procura descubrir sus virtudes e inteligencia. Como el cazador que habla de los interesantes hechos del chacal y el jabali, el pescador se exalta contando las finezas de la carpa y las astucias de la trucha, respetandolos casi como adversario, los combate con habil juego y se irrita contra los indignos sujetos que destruyen la raza. Paseandome con frecuencia por la orilla del arroyo, he podido estudiar detenidamente al pescador ideal, al tranquilo pescador de cana, detras del cual las aranas tejen tranquilamente su nido. Mas de una vez he notado que el pacifico pescador no agradecia mi presencia que turbaba sus ritos casi religiosos; no volviendo hacia mi la cabeza ni haciendo un gesto de impaciencia, he comprendido no obstante, su hostilidad, y, temeroso de excitar su ira, he pasado por detras de el, marchando sobre la hierba y conteniendo hasta el aliento. Cuando ya no me veia mas que como una linea del paisaje igual que una piedra o un tronco de arbol, yo, satisfecho de verlo a el tranquilo, le miraba tranquilamente. En el no hay fraude alguno. Con fe sincera pone su cebo, lanza su cana y durante minutos y horas espera que el pez indiscreto tenga la desgracia de morder el anzuelo. Nada consigue distraerle de su ocupacion; con su aguda mirada atraviesa el agua profunda; ve relucir como imperceptible reflejo la aleta del pez que pasa, distingue la marcha del pequeno gusanillo sobre el cieno; en ciertos estremecimientos del agua adivina al pez oculto bajo las hierbas acuaticas; interroga a la vez a las olas y los remolinos, las estrias de la corriente y las rafagas de viento. Atento a todos los ruidos, a todos los movimientos, dirige con su cana el anzuelo por el fondo o lo sube un poco, segun le aconsejan los elementos de la naturaleza que le rodea. Estando tan bien acompanado ?que le importan los profanos? Ni se digna dirigirles una sola mirada, dedicado completamente a vigilar al pez en su madriguera. Un dia, un aeronauta, enredado en el cordaje de su barquilla, asfixiandose por el gas que se escapaba del globo, cayo en medio del Sena, entre dos hileras de pescadores, inmoviles como estatuas a lo largo del margen. Ninguno se movio. Mientras los barqueros desamarraban a toda prisa sus embarcaciones para operar el salvamento del naufrago, los perseverantes pescadores continuaban esperando tranquilamente el bienhechor movimiento que les advertia de la captura deseada. Por otra parte, ningun hombre es mas fuerte que el pescador contra las adversidades del destino. El pez puede maliciosamente no dejarse coger, jugar con el anzuelo sin engancharse; el hombre de la cana, silencioso y prudente como un airon sobre su pata, no deja por eso de tener su brazo preparado y su mirada fija; jamas se desespera: al sentarse en la orilla del agua se halla depositado de las pasiones humanas, de impaciencia e ira. Consagrado a su ocupacion, espera y espera hasta sin esperanza. Yo conocia un pescador a quien la desgracia le perseguia por todas partes. Jamas caia en su anzuelo una trucha ni una tenca; sus dolorosas experiencias negativas le hacian afirmar que la captura de un pez era cosa imposible y que todas las historias de pesca, prodigiosas o no, eran invenciones novelescas. Y, sin embargo, en cuanto disponia de una hora de tiempo, aquel esceptico, consagrado a la desgracia, cogia su cana, y sin desilusion, suspendia su anzuelo en medio de los burlones peces que jugaban dando vueltas alrededor del inofensivo instrumento. En cambio, hay pescadores que parecen fascinar el pescado, atraerlo irresistiblemente. El publico desocupado que los contempla, cree que ejercen una especie de magnetismo sobre su presa como la culebra sobre las ranas; hasta cuentan que truchas y carpas, arrastrados a su pesar, van a morder el fatal anzuelo. No es asi, sin embargo, sino a fuerza de ciencia como esos pescadores han llegado a ser para nosotros especies de magos ordenando a sus victimas la marcha en procesion hacia su anzuelo. Si atraen con tanto exito al pobre pez fuera de su madriguera de hierbas o roca, es porque conocen todas las necesidades, apetitos y astucias del animal, porque observan sus costumbres y hasta los vicios particulares: a primera vista saben que caracter es el de la pobre victima. Ademas, por una larga experiencia, han aprendido a combinar todos sus movimientos; la mirada, el brazo, la mano, la cana y tambien la inteligencia, obran casi siempre de concierto. Raros son, no obstante, los pescadores geniales, y el adepto los reconoce por no se que rasgo caracteristico emanado de su ser. En 1815, cuando por segunda vez Paris, rendido por quince anos de servidumbre militar, oia el rodar de los canones prusianos por sus calles, dos hombres, indiferentes a la causa publica, estaban tranquilamente sentados a las orillas del Sena con su cana en la mano. Jamas se habian visto anteriormente, pero cada uno de ellos habia oido celebrar la gloria de un rival. Sin mirarse siquiera se reconocieron, al ver de reojo cada uno a su companero con que seguridad en la mirada y los movimientos estaba manejado el instrumento y con cuanta inteligencia hacia que el cebo buscara a los pescados. --"?Indudablemente es usted el celebre X? --Para servirle. ?Es acaso al famoso Y. a quien tengo el honor de contestar?" Grandville, caricaturista con frecuencia demasiado ingenioso, se imagino figurar los pensamientos intimos de un pescador de cana, presentando al pobre hombre con su craneo abierto y dividido en regiones segun el sistema de Gall. En cada una de las cavidades cerebrales se tramaba un crimen horrible. Y el pobre pescador inofensivo, con su mirada pura y llena de candor, aparecio sonando siempre en perpetrar toda clase de atrocidades posibles. Bajo la protuberancia de la "adquisividad" solo pensaba en descerrajar puertas y llevarse montones de oro; bajo la de la "secretividad", falsificaba toda clase de documentos; en la caja de la "combatividad" asesinaba a un anciano; en cualquier otro rincon de la cabeza raptaba la mujer de un amigo, y que se yo cuantas infamias mas. Todas las monstruosidades imaginables se fraguaban en ese cerebro. El artista calumniaba villanamente al pescador de cana, atribuyendole todas esas alucinaciones criminales; mientras tiene su vista fija en el agua y su brazo presto a levantar su cana, el pobre hombre no tiene conciencia de las fugitivas imagenes, buenas o malas, que flotan en su cerebro; se encuentra fascinado por las ondulaciones que brillan, por los hoyuelos variables que sin cesar cambian, por el agua que le sonrie y el pez que espera. Tal vez a causa de esta extrana fascinacion que ejercen sobre el pescador las aguas libres del arroyo, haya hecho tan pocos progresos el arte de la piscicultura desde los tiempos mas remotos. Millones de hombres se dedican a sorprender el pez salvaje que se agita en las aguas: y muy poco numerosos relativamente son los que se ocupan en coger su presa para cautivarla y devorarla cuando lo crean conveniente. En los paises llamados civilizados, la caza no es otra cosa que un pasatiempo y la persecucion de las bestias salvajes ha sido reemplazada por la cria de animales para el matadero. Solo los hombres holgazanes y vanidosos que quieren mantener las tradiciones de sus antepasados para distraer su ociosidad, han hecho de la caza la principal ocupacion de su vida. Pero desde hace ya miles de anos, los pueblos arianos, de evolucion en evolucion han cesado de ser cazadores, y se dedican a cultivar la tierra, tomando a la vez por companeros o victimas a los toros descendientes del urus salvaje que perseguian en el bosque en otras edades, En nuestros dias, los pieles rojas, tan combatidos por los americanos, y que presencian la dispersion de los ganados al ruido de las locomotoras que pasan silbando por las praderas, aprenden tambien a uncir los bueyes al yugo, y pasan sin transicion del estado de cazadores al de pastores y cultivadores del suelo. Pero en lo que se refiere a la explotacion de la fauna de las aguas, los hombres estan todavia y en todas partes, salvo en China, pais de las gentes _listas_, en las practicas rudimentarias de la barbarie primitiva. Han reemplazado el simple palo por una cana mas flexible y elegante, han aprendido a torcer hilos mas delgados y fuertes, a perfeccionar los anzuelos, a atraer a cada especie por un cebo especial, y hasta han modificado la forma natural de los cursos de agua, haciendo en las cascadas peldanos como los de una escalera, por los cuales el pez salido del mar puede remontar el arroyo hasta la fuente primitiva; no obstante, es muy excepcional el modo de coger al pez, de fecundarlo artificialmente y mantenerlo como animal domestico, pudiendo asi presentar al mercado por quintales y toneladas, la carne exquisita del buen pescado como se hace con la de ternera y carnero. En algunas partes, sin embargo, pescadores e industriales han intentado reemplazar la pesca por la recria del pescado. Como hombres ociosos la mayor parte, han obtenido resultados curiosos, completamente inutiles para aumentar nuestros conocimientos sobre los animales, sus costumbres y naturaleza, y casi insignificantes bajo el punto de vista economico. En un pequeno establecimiento de piscicultura, oculto por las murallas de un parque, y vedado a los transeuntes, he podido formarme una idea de la ciencia y habilidad profundas que debiera tener un buen recriador de peces para el buen exito de su empresa. La piscicultura exige saberlo todo y preverlo todo tambien. Es preciso conocer la naturaleza del fondo y de las aguas favorables a cada especie; observar los fenomenos del aire y las variaciones de la temperatura para elegir el momento favorable de la extraccion artificial de los huevos en las hembras y la materia fecundadora en los machos; regularizar el impulso de la corriente y darle la fuerza necesaria calculada anticipadamente; estudiar los huevos con el microscopio y extraer todos los que no tengan el color y la transparencia necesarias; examinar la materia fecundante y arrojarla si no tiene el suficiente color y fluido y ... ?que se yo cuantas cosas mas? El piscicultor debe ademas saberse servir de infinidad de instrumentos delicados; limpia los huevos con un pincel, separa los cuerpos extranos y malsanos por medio de unas pinzas; se sirve de ampolletas para trasvasar la simiente de uno a otro recipiente, construye lugares a proposito para los huevos que se adhieren a las hierbas y ramitas del fondo y muchas otras operaciones entretenidas e inteligentes. Durante la epoca de la incubacion necesita velar con cuidado para evitar que los enemigos de toda especie, barbos, mosquitos y setas de agua, ataquen a la poblacion naciente, variando de hora en hora la corriente y la temperatura. Despues de la salida del huevo es preciso saber alimentar a los animalitos oportunamente y con las, mismas substancias que ellos mismos se hubieran buscado. Y ademas de todo esto, tiene aun que prevenir ciertas terribles enfermedades que repentinamente pueden aparecer en su cultivo y destruirlo en algunos dias. Entre los piscicultores hay algunos que consiguen asi salvar de toda desgracia a la morralla que ha de transformar en pescado de peso. En presencia de su exito, ique triste recuerdo de las cosas humanas se despierta en nosotros pensando en los miles de criaturas, bien constituidas para llegar a hombres, que perecen todavia en la cuna! Es cierto que los ninos recien nacidos o ya de algunos anos estan mas ligados a nuestro corazon que el salmonete y la trucha, pero no por eso deja la muerte de llevarselos a miles tambien. Nuestros hospicios para la infancia, bastante mas preciosos que todos los establecimientos de piscicultura, no son frecuentemente otra cosa que el vestibulo del cementerio. Los huevos de la tenca o del barbo, lo mismo que los de otros peces mas exquisitos, son para nosotros menos preciosos que los ninos confiados a la sociedad por la desgracia y la miseria, y menos dignos de nuestra defensa contra las asechanzas de la muerte. Si alguna vez se llega a domesticar completamente el pescado de agua dulce y suministrarlo a voluntad para la aumentacion publica, sera ciertamente motivo de jubilo, puesto que todas las vidas inferiores se emplean aun para alimentar la del hombre; pero no se podra evitar el recordar con tristeza el tiempo en que todos nadaban en completa libertad. Contemplando las corrientes de agua regularizadas y reducidas a cajas cuadrangulares, donde los peces se engordan como esclavos, nuestros descendientes pensaran con cierta tristeza en nuestros arroyos libres todavia. Lo mismo que a nosotros nos encanta el relato de la vida salvaje en la selva virgen, lo mismo sentiran ellos el encanto cuando se les hable del libre arroyo, donde multitud de peces errantes remaban contra la corriente, retozones y alegres, con sus aletas y cola, o del pez solitario que atravesaba la corriente como un rayo de luz apenas entrevisto, o bien de las hierbas flotantes estremecidas constantemente por las ocultas multitudes que las poblaban. Comparado con el guarda del criadero de pescado, el pescador actual, sentado bajo la discreta sombra de un arbol, les parecera una especie de Nemrod, un heroe de remota antigueedad. CAPITULO XV #El riego# Consolemonos, no obstante. En el porvenir que nos prepara la explotacion cientifica de la tierra y sus riquezas, la mayor utilidad del arroyo no sera la de ser una fabrica de carne viva. El agua que entra en tan grandes proporciones en todos los organismos, plantas y animales, no cesara de emplearse, como actualmente se hace, en alimentar el mundo vegetal de sus orillas. Bebida por las raices que se mojan en el arroyo, el agua sube de poro en poro por los intersticios capilares del suelo, hincha de savia multitudes sin fin de arboles y hierbas, y sirve asi indirectamente a la alimentacion del hombre por tuberculos, matas, hojas, frutos y simientes. En el trabajo agricola es donde principalmente el arroyo se hace un poderoso auxiliar de la humanidad. Despues del sol, que lo renueva todo con sus rayos, el aire, que con sus vientos y la mezcla incesante de gases puede llamarse "halito del planeta", el agua del arroyo es el principal agente de renovacion. Por el amor inmenso que hacia todo cambio sentimos, escuchamos con satisfaccion el relato de las metamorfosis, sobre todo, aquellos de nosotros que son aun ninos y que el conocimiento de las inflexibles leyes no turba todavia su ingenua credulidad. Leyendo las _Mil y una noches_, se complace nuestro espiritu viendo como los genios se convierten en vapor y los monstruos nacen de un reguero de sangre; nos gusta contemplar todos los objetos de la naturaleza, bajo los aspectos y formas que adquieren sucesivamente, lo mismo que en el aire caliente del desierto distinguimos tan pronto palacios con columnatas como ejercitos en marcha. En las fabulas de la antigueedad griega, en los mitos persas y en los viejos cantos indostanes, lo lo que mas nos seduce son las transformaciones de la piedra y de la hierba, del animal, del hombre y del dios, simbolos primitivos del encadenamiento infinito de la vida en el universo. A la vista del nino, cualquier viejo tapiz se puebla de seres animados. iCon que sencilla fe contempla sobre los viejos y apolillados lienzos la imagen de Syrinx extendiendo aun los brazos, cuando ya esta convertida a medias en grupo de canas, Procrios echando raices para convertirse en alamo, o la ninfa Byblis fundiendose en llanto, para correr eternamente en forma de fuente! Pues bien; cambios parecidos a los que inventaron la imaginacion de los pueblos en su infancia y la ficcion de los poetas, no cesan de realizarse en el gran laboratorio de la naturaleza; solo que se efectuan por un lento trabajo interior, por transicion gradual de vida y de muerte entre todo lo que muere y lo que nace, y no por subitos milagros. La gota de agua se cambia en celula de planta, esta se transforma en simiente, luego en pan y, en el cuerpo del hombre, en parte de vida. Parece a primera vista que el arroyo no pueda transformarse asi en otras plantas que en las de sus orillas. Sin duda que la vegetacion de los margenes, aspirando la humedad por sus raices y bebiendo abundante vapor por sus hojas, es bastante mas viva y alegre; las parras salvajes, los alamos blancos y el temblon con sus hojas de plata constantemente estremecidas, se levantan hacia el espacio altos, derechos, hinchadas de jugo sus fibras y lisa su corteza, rompiendose por el impulso de la savia que se desborda. Las hierbas, en apinados y compactos grupos, y multitud de arbustos, llenan los intersticios entre los troncos; el mas pequeno espacio vacio se puebla inmediatamente de plantas deseosas de aproximarse al arroyo bienhechor. Pero el agua realiza tambien su obra lejos de sus bordes. Hasta durante la sequia, extiende su vivificante frescura rezumando por las pedregosas y arenosas margenes, y penetra en el subsuelo donde alimenta las raicillas de las plantas. Despues de las lluvias, cuando se eleva el nivel del arroyo, la percolacion subterranea se propaga y se extiende a lo lejos bajo las capas superficiales del suelo de los campos, y durante las grandes crecidas, las aguas desbordadas renuevan la tierra, la saturan de humedad y suministran asi los elementos de vida a la multitud vegetal. El espectaculo de los campos inundados es triste ciertamente. Los cercos medio cubiertos determinan aun los limites bien conocidos que separan la propiedad; los arboles frutales, inclinados por la corriente, sumergen en el agua fangosa la extremidad de sus ramas; corrientes y remolinos socavan el suelo donde crecian hermosas cosechas. Hasta los bordes del lago temporal, todos los surcos abiertos por el arado, se convierten en otros tantos regueros, y los caballones dibujan en la corriente largas estelas paralelas. La inundacion, que desvanece la esperanza del campesino, es una desgracia, y, sin embargo, en sus temidas aguas, lleva el arroyo un tesoro para anos venideros. Al destruir las cosechas del ano presente, deposita el aluvion fertilizante que alimentara las futuras fructificaciones. El suelo de la llanura, removido constantemente por el trabajo del labrador, se esterilizaria bien pronto si las rocas de la montana, trituradas y tamizadas por la corriente, no se extendieran en capas renovadoras y fecundas sobre los campos de la ribera. Segun nos ensenan los sondeos geologicos, la tierra vegetal y el subsuelo son capas de aluvion sucesivamente depositadas de siglo en siglo y arrastradas desde las estribaciones de las rocas. En el llano ninguna planta hubiera podido germinar si la montana no se deshiciera sin cesar, y si el arroyo no bajara cada ano estos residuos para suministrar un nuevo elemento a la vegetacion de sus riberas. ?Pero que hacer para evitar que las aguas desbordadas devasten los cultivos y depositen al mismo tiempo el aluvion fertilizante? ?Como regularizar las oscilaciones del nivel para aprovechar sus beneficios, sin tener que sufrir sus desbordamientos? Poco numerosos son los agricultores que han sabido resolver ya ese problema, hallando el medio de dominar al arroyo, dirigiendolo a su gusto. Durante el verano la corriente no es mas que un pequeno hilo liquido, y el campesino se queja; en otras epocas, en la primavera y el otono, segun los climas, el arroyo se sale de madre y el campesino se queja tambien. Por otra parte, se lamentara siempre, y con razon, hasta que sepa asociarse con su vecino para utilizar los recursos que ofrece el agua corriente. Actualmente la explotacion de esas riquezas se hace con el mayor desorden y casi al azar, segun el capricho de los propietarios riberenos, siendo el resultado de estos disparates, el desastre para todos, con muchisima frecuencia. Uno seca terrenos pantanosos, construyendo canales subterraneos que desembocan en el arroyo y aumentan su caudal; otro lo empobrece, al contrario, haciendole sangrias a derecha e izquierda para regar sus campos; otro aun, rebaja su nivel medio limpiando el fondo, destruyendo las aristas de las piedras en las corrientes y cascadas, mientras que en otra parte, los industriales, elevan la superficie del arroyo, construyendo presas para llevar el agua a sus fabricas. Todo esto son fantasias contradictorias, avideces en conflicto, que pretenden todas, no obstante, determinar la marcha del arroyo. ?Que seria de un pobre arbol, a cuantas enfermedades monstruosas no se veria condenado, si, lozano y lleno de vida, fuera repartido entre varios propietarios, si numerosos duenos pudieran ejercer el derecho de uso y abuso, uno sobre sus raices, otro sobre su tronco, sus ramas, sus hojas y sus flores? El arroyo, en conjunto, puede ser comparado con un organismo vivo como el de un arbol. Tambien el, desde su nacimiento hasta su desembocadura, forma un todo armonico con sus manantiales, sus sinuosidades y las oscilaciones regulares de sus aguas, y es una desgracia publica el que la serie natural de sus fenomenos sea alterada por la explotacion caprichosa de propietarios ignaros. Gracias a la ciencia y a los esfuerzos particulares, podemos desde hoy vislumbrar la epoca en que el arroyo sera util al interes comun de los pueblos. Como riqueza perteneciente a todos, el trabajo asociado lo transformara en una verdadera arteria de vida para la produccion agricola. Los numerosos trabajos de canalizacion, presas y azudes ejecutados para el riego de los campos en muchas partes a orillas de los rios, nos permiten imaginar cual sera el regimen de nuestro arroyo en un porvenir mas o menos lejano: con la prevision que nos da la ciencia, lo vemos ya desde hoy. Como en los tiempos antiguos, antes de la explotacion del bosque, pinos y hayas entremezclados, volveran a crecer en las faldas de la montana, de donde bajan las primeras aguas; las raices que brotan, el musgo que las cubre, las hierbas que la rodean y que la cabra no vendra a arrasar, contendran en su caida las gotas de lluvia y los hilillos de nieve fundida. En vez de convertirse en corrientes de una hora, el agua se filtrara en el interior del suelo durante las lluvias, y descendiendo lentamente por los poros, reaparecera en el lecho inferior del arroyo durante las epocas de sequia. El caudal medio de la corriente sera mas igual, y no pasara subitamente de la sequia a la inundacion. En los abruptos declives no se ahondaran repentinamente profundos barrancos, y las praderas del valle no desapareceran bajo los amontonamientos de piedras y troncos arrastrados desde las laderas. Acequias abiertas en lineas paralelas sobre las redondeces, alternativamente salientes y entrantes de las curvas y promontorios, llevaran la vida y haran germinar las flores hasta en las aridas pendientes. Puede suceder que la accion reguladora de los bosques y el empleo de las aguas del torrente en el riego de las altas huertas, no fuera suficiente para prevenir las repentinas crecidas por lluvias torrenciales; pero hay otros recursos para evitar este peligro. El valle no es igualmente ancho en toda su longitud. En ciertos parajes, su fondo nivelado se extiende en forma de circulo o de ovalo, donde antes hubo un antiguo lago, llenado gradualmente por sucesivas capas de aluvion; en otras partes, las alturas rocosas que se levantan a derecha e izquierda del arroyo, se aproximan unas a otras, y solo estan separadas por una estrecha fisura, por la cual se desliza el agua rugiendo. En este punto se encontraba antes el dique que contenia las olas del lago. Durante las grandes lluvias, esta muralla retenia las aguas crecientes, las obligaba a extenderse hacia arriba hasta los estribos de las colinas, y, lentamente, salvando la valla inferior, descendian por la llanura, saltando de cascada en cascada. La naturaleza, con su incesante trabajo, ha concluido por derribar esta presa; los troncos, arrastrados como palos de buque por la corriente, han conmovido las rocas; el agua se ha infiltrado por las hendiduras, y mas o menos pronto, el lago ha podido vaciarse, abriendose paso por la brecha practicada entre las dos colinas. Pues bien; este lago puede crearlo el hombre nuevamente y determinar a su gusto la altura, la extension y el contenido; puede levantar el dique calculando con precision su fuerza para resistir la presion de las aguas en las grandes crecidas. Posesor de este lago artificial y de ese parapeto con sus esclusas movibles, el agricultor se convierte en director de las lluvias y sequias; impide a las aguas impetuosas correr en torrentes devastadores sobre los campos cultivados, prohibe al arroyo bajar en demasia su nivel durante la epoca de sequia, y le obliga a alimentar constantemente los canales de riego, llevando a los campos la frescura y la vida. El aluvion depositado en el fondo del lago, le servira ademas para renovar el vigor de sus cultivos, y si quiere, encargara al arroyo el transporte de todos esos abonos al suelo que debe ser fecundado. Esperamos tambien, puesto que sonamos en el porvenir y hacia el se dirigen nuestras miradas, que los ingenieros encargados de la regularizacion del arroyo, sabran hacer del gran deposito liquido de alimentacion, no una charca vulgar con sus playas malsanas y aguas corrompidas, sino un lago puro y encantador, sembrado por grandes arboles y bordado de plantas acuaticas, para que el artista, lo mismo que el labrador, experimente un gran placer al contemplar las aguas cristalinas bajadas de la montana. El verdadero peligro para el porvenir, es el que el agua, considerada con justicia por los campesinos como el mas preciado de sus tesoros, sea utilizada hasta la ultima gota por los primeros en disfrutarla. En vez de amenazar los campos con sus crecidas, el arroyo, sangrado por innumerables arterias, puede quedarse seco, dejando en la pobreza a los riberenos de su curso interior. Tal es la desgracia que ocurre ya en algunas regiones del Mediodia, en la Provenza, en Espana, en Italia, en la India. A su salida de los montes, el susurrante arroyo parece que vaya a salvar de un solo salto la distancia que le separa del mar; su espuma choca contra las piedras, corre precipitadamente por las pendientes y llena las depresiones profundas de un azul insondable. Como joven que entra en la vida sin desconfianzas, el arroyo encuentra delante el espacio inmenso y quiere aprovecharlo; pero, a derecha e izquierda, perfidas presas y pequenas esclusas, restan a su caudal porciones de agua que van a ramificarse a lo lejos por los jardines y las huertas. Empobrecido de azud en azud, el arroyo se convierte en pequeno torrente, sus aguas sin impulso se arrastran serpenteando por entre las piedras y luego desaparece bajo la arena, en la que el campesino practica hoyos para recoger las ultimas gotas del precioso liquido. Al llegar a los primeros campos de la llanura, el alegre arroyo de los montes ha desaparecido por completo. Sin embargo, desapareciendo de su cauce el agua corriente y dividida en pequenas arterias sin nombre, no cesa un instante de trabajar. Reducida a hilitos bastante pequenos para ser bebidos a su paso por las raicillas de las plantas, entra mas facilmente en el torrente de la circulacion vegetal para cambiarse en savia, luego en madera, en hojas y en flores, y esparcirse de nuevo por la atmosfera mezclandose con los perfumes de las corolas. En el llano, transformado en inmenso cultivo, no se ve agua en parte alguna y, no obstante, ella es quien da a la tierra la frescura y fecundidad; la que puebla los jardines de flores, arbustos y follaje; la que multiplica las ramas dando asi a las umbrosas avenidas el profundo misterio que nos encanta. Bajo otra forma, es tambien el agua la que nos rodea y nos hechiza. A veces oimos a nuestros pies un murmullo argentino como ruido de perlas rodando por el suelo; es la voz del agua que corre por un canal subterraneo, y cuyos fugitivos reflejos nos aparecen vagamente a traves de los intersticios de las losas. Cerca de una casita, oculta bajo la verdura, un pequeno chorro de agua se lanza al vacio descubriendo una curva que el viento ondula, y las gotitas de niebla irisada caen a lo lejos sobre las flores como rocio de diamantes. CAPITULO XVI #El molino y la fabrica# El valiente arroyo no se limita solo a fertilizar nuestras tierras; sabe tambien trabajar de otro modo cuando no se le emplea completamente en el riego de los campos. Es un gran factor en nuestras empresas industriales. Mientras su aluvion y sus aguas se transforman cada ano en trigo por la maravillosa quimica del suelo, su corriente sirve para convertir el grano en harina, lo mismo que podria amasar esta misma harina para convertirla en pan si quisieramos confiarle este trabajo. Si su masa liquida es suficiente, el arroyo sustituye con su fuerza la de los brazos humanos para realizar todo lo que en otros tiempos hacian los esclavos o las mujeres siervas de su brutal marido: monda el trigo, muele los minerales, tritura la cal convirtiendola en mortero, prepara el canamo y teje telas. Por eso el humilde molino, aun cuando su base este carcomida y sus paredes pobladas de plantas parasitas, me inspira veneracion; gracias a el, millones de seres humanos no estan ya tratados como bestias de carga; han podido erguir la cabeza y ganar en dignidad al mismo tiempo que en felicidad. iQue recuerdo mas encantador conservamos del pequeno molino de nuestra aldea! Estaba medio oculto, y tal vez lo este todavia, en un nido de grandes arboles, alamos, chopos, nogales y sauces; a lo lejos se oia su tic-tac, pero sin ver la casa, oculta por la vegetacion. Solo en invierno, las paredes sucias y agrietadas se veian por entre las ramas desprovistas de hoja; pero en cualquiera otra epoca del ano, para ver el molino, habia que penetrar en la plazoleta que se extendia ante su puerta, espantar el grupo de ocas y despertar de su cuchitril al perro guardian, siempre grunendo. No obstante, protegidos por el nino de la casa, companero nuestro de colegio y de juego, nos atreviamos a llegar cerca del leal Cerbero y hasta aproximar nuestra mano a su terrible boca, acariciandole dulcemente la cabeza. El monstruo se dignaba al fin reconocernos y meneaba su rabo con benevolencia en senal de hospitalidad. Nuestro sitio predilecto era una pequena isla en la cual podiamos entrar, bien pasando por el molino, construido transversalmente sobre el arroyo, o resbalandonos a lo largo de una estrecha cornisa construida en forma de acera en el exterior de la casa; alli estaban las palas y adonde el molinero iba a regularizar la marcha del agua. Nuestro camino preferido era este. En unos cuantos saltos llegabamos a nuestro islote, instalandonos bajo la sombra de un gigantesco nogal can su corteza lisa por los frecuentes escalos. Desde alli, los arboles, el arroyo, las cascadas y las viejas paredes, se presentaban a nuestra vista en su aspecto mas encantador. Cerca de nosotros, en el gran brazo del arroyo, un dique formado por fuertes maderos contenia la corriente; una cascada caia por encima del obstaculo y la espuma iba a chocar contra las pilas de un puente con sus grietas pobladas de verdura. Al otro lado, el viejo molino llenaba todo el espacio desde los arboles de la orilla hasta los del islote. Del fondo de una sombria arcada, practicada bajo las murallas, el agua agitada salia como arrojada por un monstruo, y en la negra profundidad del antro abierto distinguiamos vagamente pilotajes musgosos, ruedas medio dislocadas que daban vueltas torpemente como ala rota de gigantesco pajaro, y palas que se sumergian en el torbellino produciendo cada una su pequena cascadita. Alrededor de la arcada, espesa hiedra tapizaba las paredes y, trepando hasta el tejado, enlazaba las vigas con su cordaje nudoso y se estremecia alegremente por encima de las tejas. En el interior de la casa icuan extrano nos parecia todo, desde el asno filosofo doblandose bajo el peso de los sacos que descargaban cerca de las muelas, hasta el molinero mismo con su larga blusa siempre blanca por la harina! En toda la casa ni un solo objeto dejaba de agitarse convulsivamente o vibrar por la trepidacion de la invisible cascada que rugia bajo nuestros pies. Las paredes, los tabiques, el techo, todo temblaba incesantemente por las sacudidas de la fuerza oculta. En un rincon del molino, el arbol motor rodaba y rodaba como el genio del caseron; ruedas dentadas, correas tendidas de uno a otro extremo del local, transmitian el movimiento a las rechinantes muelas, a la tolva oscilante, con ruido seco, a una porcion de artefactos de madera o metal, que cantaban, crugian o gritaban en hermoso concierto. La harina, que salia como humo de los granos molidos, flotaba en el aire de la casa, blanqueando todos los objetos con su fino polvillo; las telaranas colgadas en las vigas del techo estaban rotas por el peso que las cargaba y se balanceaban como blancos cordajes; las huellas de nuestros pasos se marcaban en negro sobre el piso. En el inmenso estruendo que producian todos aquellos engranajes, muelas, aparatos, y hasta las paredes mismas, apenas se podia oir mi propia voz por mas que ni siquiera osaba hablar, preguntandome si el habitante de este extrano caseron no seria brujo o hechicero. Su hijo, mi companero de colegio, me parecia menos temible, y en ciertas ocasiones no tenia miedo de ir con el a todas partes; sin embargo, no podia remediar el error de ver en mi simpatico amiguito un ser misterioso, con cierto dominio sobre las fuerzas de la naturaleza. Conocia todos los secretos del fondo del agua; nos decia el nombre de hierbas y peces; podia distinguir en la arena o el cieno movimientos imperceptibles a nuestras miradas y revelarnos dramas intimos solo por el visibles. Sus companeros le creiamos anfibio, no defendiendose apenas de nuestras acusaciones. Habiase paseado por el cauce del arroyo hasta en los sitios mas profundos y media con exactitud extrana los remolinos que nuestras perchas no alcanzaban a sondear. Conocia tambien la fuerza de la corriente en todos los puntos contra la cual habia luchado nadando o con los remos; mas de una vez habia estado proximo a ser arrastrado por las ruedas y triturado entre los engranajes; pero familiarizado con el peligro, lo desafiaba resueltamente, contando con su fuerza y con una cuerda que le arrojarian en ultimo caso. Uno de sus hermanos, menos afortunado, hallo la muerte en una concavidad de la roca, a donde le arrastro un remolino. Nosotros mirabamos asustados el paraje siniestro al que el padre, lleno de un horror sagrado, habia hecho arrojar piedra y tierra. El misterio que para nosotros rodeaba al viejo molino, no envolvia a la gigantesca fabrica, situada bastante mas abajo, en la llanura, donde el arroyo ha recibido ya a todos sus afluentes. La fabrica, desde luego, es una enorme construccion que, lejos de estar rodeada de arboles, se levanta en medio de un espacio desnudo casi a la altura de las colinas cercanas. Al lado del edificio, una chimenea parecida a un obelisco, se eleva a mas de diez metros sobre el edificio y parece aun prolongarse hacia el cielo por las negras columnas de humo que de ella salen. Durante el dia, sus paredes enjalbegadas la destacan en blanco del fondo verde de la huerta que le rodea; por las tardes, en cuanto el sol se pone, centenares de cristales se alumbran en su fachada; ya de noche, las luces del interior irradian su luz por las ventanas, y, como la de un faro, brillan a diez leguas de distancia. Tanto en el interior como en el exterior, la fabrica no presenta mas que angulos rectos y lineas geometricas. Sus grandes salas llenas de la luz que entra a raudales por las ventanas, tienen no obstante algo de terrible en su aspecto. Pilares de hierro se levantan a distancias iguales, sosteniendo el techo; maquinas, tambien de hierro, hacen dar vueltas a sus ruedas con movimientos regulares, lo mismo que sus bielas y curvos brazos; dientes de acero cogen la materia que se les echa para dividir, triturar, moler o amasarla de nuevo, y la convierten en pasta, en hilos o en nube apenas perceptible, segun lo exige la voluntad del dueno. De todos esos monstruos de metal, el hombre ha hecho sus esclavos; los hace producir la labor para que fueron creados y los detiene en su furioso triturar cuando ha concluido la tarea; sin embargo, tiembla ante esa fuerza brutal que ha dominado. Que olvide el desgraciado obrero por un solo instante poner en armonia su propio trabajo con el de la formidable maquina, que bajo la impresion de una idea, de un sentimiento, se detenga en sus movimientos ritmicos, y tal vez el poderoso mecanismo lo descuartice lanzandolo contra la pared, convertido en masa sangrienta. Las ruedas dan vueltas con movimiento uniforme, lo mismo si aplastan a un obrero que si tuercen un hilo apenas visible. De lejos, cuando nos paseamos por las colinas, oimos el terrible gemido de la maquina que hace vibrar a su alrededor la atmosfera y la tierra. Esta fuerza disciplinada y, no obstante, temible, con sus engranajes y brazos de hierro, no es otra cosa que la fuerza del arroyo transformada en energia mecanica. El agua, que en otro tiempo no realizaba mas trabajo que derribar sus margenes para establecer otros y ahondar unas partes de su lecho para elevar otras, es ahora el auxiliar directo del hombre para tejer ropas y moler granos. Guiado por el ingeniero, el movimiento torpe del agua sigue la direccion que se le traza, y se la ha distribuido por las mas finas pinzas y delicadas brochas, igual que por los mas fuertes engranajes de la poderosa maquina. Su impulso indirecto rompe y tritura cuanto ponen bajo el martillo-pilon y estira los metales pasados por el laminador; pero sabe tambien elegir y juntar los hilos casi imperceptibles, amalgamar los colores, afelpar las telas y realizar a la vez los mas diversos trabajos, los que ni siquiera podia sonar un Hercules, y los que no podrian realizar los habiles dedos de un Aracneo. Dando su fuerza a la maquina, el arroyo se ha convertido en un gigantesco esclavo, reemplazando el solo a los millares de prisioneros de guerra y la servidumbre de mujeres que llenaban los palacios de los reyes; toda la labor de estos tristes animales encadenados, sabe el torrente hacerla mejor que jamas fue hecha, iy cuantas otras cosas haria ademas! Bien utilizada, una catarata como la del Niagara animaria las maquinas suficientes para realizar todo el trabajo de una nacion. Incalculables son las riquezas con que la fabrica ha enriquecido a la humanidad, y estas aumentan cada ano, gracias a la fuerza que se sabe sacar de los combustibles, y gracias tambien al empleo mas sabio y general que se da a las aguas corrientes que ruedan por el inclinado cauce del arroyo. Y, sin embargo, esos productos tan numerosos que salen de las fabricas para enriquecer a la humanidad entera, e iniciar de cambio en cambio a los mas lejanos pueblos en una civilizacion superior, no alcanzan a todos los hombres, dejando en la mas negra miseria a los que los producen. No lejos de la majestuosa fabrica, cuyos monstruos de hierro han costado tanto; no lejos de esa magnifica residencia senorial, rodeada de hermosos arboles exoticos, importados con grandes gastos del Himalaya, del Japon y de California, pequenitas casas de ladrillo, ennegrecido por la hulla, se alinean en medio de un espacio lleno de amontonamientos antiesteticos y de charcas de agua fetida. En esas humildes habitaciones, menos repugnantes, es cierto, que los tugurios de los siervos dominados por el castillo del senor feudal, las familias se reunen raramente alrededor de la misma mesa; unas veces el padre, otras la madre o los hijos, llamados por la inexorable campana de la fabrica, deben alejarse del hogar y sucederse al servicio de las maquinas, que trabajan sin tregua ni descanso, lo mismo que la corriente del arroyo que las pone en movimiento. Con frecuencia, la honrada casita se encuentra completamente vacia, a menos que en cualquier rincon no quede algun nino de teta, reclamando inutilmente la presencia de su madre con llantos desesperados o enternecedores suspiros. La pobre criatura, envuelta en humedos panales, crece raquitica a causa de la falta de aire o de cuidados, y tarde o temprano sera roida por el escrofulismo a menos que una enfermedad cualquiera, tisis, sarampion o colera no se la lleve en sus primeros anos. Por esta razon no todo es alegria y felicidad en las orillas del encantador arroyo, donde la vida parece ser tan agradable, donde parece natural que todos se amen y gocen de la existencia. Tambien alli la guerra social produce sus estragos; tambien alli los hombres aparecen envueltos en ese torbellino de "la lucha por la existencia." Lo mismo que en la gota de agua las monadas y los vibriones procuran arrancarse la presa unos a otros, igual sobre las margenes cada planta busca quitar a la vecina su parte de sombra y humedad. En el arroyo el sollo se arroja sobre la espinola, y esta a su vez sobre el gubio: todo animal es para otro un cebo, un plato ya servido. Entre los hombres, la lucha no ofrece ese aspecto de tranquila ferocidad, pero nos miramos unos a otros con rencor y odio, envidiosos del manjar que nuestro hermano se lleva a la boca, al cual no todos tenemos derecho, segun parece. Los espectros del hambre y la miseria se levantan tras nosotros, y para evitar que nosotros y nuestras familias seamos presas de sus terribles garras, corremos todos tras la fortuna, aunque la hayamos de conquistar, directa o indirectamente, en detrimento de nuestros semejantes. Sin duda esto nos entristece a muchos, pero movidos por el engranaje, igual que el martillo-pilon que se levanta y aplasta, aplastamos tambien nosotros sin querer hacer dano. ?Tendra fin esta lucha feroz, por la existencia entre los hombres nacidos para amarnos? ?Seremos siempre enemigos unos de otros? Los ricos ?se abrogaran eternamente el derecho de despreciar a los pobres, y estos a su vez, condenados a la miseria, no cesaran de contestar al desprecio con el odio y a la opresion con el furor? No; no sera siempre asi. En su amor a la justicia, la humanidad, que cambia incesantemente, ha empezado ya su evolucion hacia un nuevo orden de cosas. Estudiando con calma la marcha de la historia, vemos al ideal de cada siglo convertirse en la realidad del siglo siguiente, vemos el ensueno del utopista adquirir forma precisa, para hacerse necesidad social en la voluntad de todos. Con la imaginacion podemos ya contemplar la fabrica y los campos que la circundan tal cual el porvenir los habra cambiado. El parque se ha ensanchado; actualmente comprende la llanura entera; grandes columnatas se levantan sobre la verdura, chorros de agua caen por encima de los macizos de flores, y alegres ninos corren por sus avenidas. La fabrica esta alli todavia; ahora mas que nunca se ha convertido en un gran laboratorio de riquezas, pero estos tesoros no se dividen ya en dos partes, de las cuales una pertenece a uno solo, siendo la otra, la de los obreros, una miserable limosna; definitivamente pertenece a todos los trabajadores asociados. Gracias a la ciencia que les hace utilizar mejor el poder de la corriente y otras fuerzas de la naturaleza, los obreros no son los esclavos desgraciados de la maquina de hierro; despues del trabajo del dia, gozan del reposo y de la fiesta, las alegrias de la familia, las lecciones del anfiteatro, las emociones de la escena. Son iguales y libres, son duenos de si mismos y se miran frente a frente con la cabeza erguida, porque ninguno lleva en su cara impreso el estigma de la esclavitud. Tal es el cuadro que podemos contemplar anticipadamente parandonos por la tarde cerca del arroyo querido, cuando el sol poniente se rodea de un circulo de oro con las volutas de vapor que se escapan de la fabrica. Esto no es aun mas que un espejismo, pero si la justicia no es una palabra vana, este espejismo nos refleja ya la ciudad lejana, medio oculta detras del horizonte. CAPITULO XVII #La navegacion y la armadia# Al traves de los siglos, los progresos materiales de la humanidad pueden medirse por los distintos servicios que el arroyo ha prestado. Actualmente, el impulso de su corriente se transforma en fuerza viva para moler el trigo, tejer telas y producir un sinnumero de transformaciones en la primera materia. Sus aguas y aluviones se cambian en savia y tejidos vegetales en los prados y alamedas; en la agricultura y la industria es nuestro gran auxiliar. En otro tiempo no sucedia asi. El bosque sin limites cubria los montes y llanuras; las sendas que serpenteaban entre los arboles eran muy raras y mal trazadas, obstruidas por hierbas y maleza; por eso, los salvajes utilizaban la superficie del arroyo para ascender o descender por su cauce sobre el tronco de arbol vaciado que les servia de embarcacion. En nuestros dias, gracias a las carreteras, caminos y sendas que atraviesan nuestras campinas en todas direcciones, la navegacion seria sobre el arroyo es cosa casi desconocida; solo se boga ya por el placer de remar y sentirse balanceado muellemente por las rizadas ondas. Para el hombre es este uno de los mas agradables recreos fisicos que pueda proporcionarse. No nos es posible tener un ensueno de felicidad, sin imaginarnos inmediatamente que flotamos con seres queridos en una barca que surca las aguas impelida por remos que se sumergen acompasadamente. Hasta cuando estamos solos, es una voluptuosidad real poder animar con los brazos uno de esos barquitos afilados que cortan el agua con agilidad de pez. Se cambia de punto a capricho; tan pronto nos acercamos a una cascada, como descansamos en un charco tranquilo; aqui nos rozamos con el cesped de la orilla, alla con el tronco de un sauce; se pasa de la obscura avenida, negra de sombra, a la superficie salpicada de luces que cae como lluvia a traves del follaje. Y ademas, ?no se forma un mismo cuerpo con la barquilla, especie de extrano animal a la vez hombre y delfin? Con sus largos remos, parecidos a poderosas aletas, se producen remolinos en cada lado de la barca y se hace caer como lluvia de perlas las gotas sobre la superficie del agua; a voluntad se abre el liquido en surcos espumosos, y detras se deja una larga estela donde vibra la luz serpenteando. Desgraciadamente, sobre el arroyo las embarcaciones no se ven con frecuencia. Apenas si barquichuelos de uno o dos remos se reflejan en los remansos donde las aguas se acumulan antes de caer sobre las ruedas de la fabrica y poner en movimiento muelas y engranajes. A veces suele verse algun viejo barquillo atado con una cadenita a una rama cualquiera, o a una estaca clavada en la orilla; casi siempre esta medio sumergido en el agua; indudablemente en otro tiempo sirvio a algun pescador, pero ahora sus tablas estan desunidas, el agua penetra por todas partes y los unicos navegantes que se aventuran a utilizarla son los malos estudiantes en los dias que hacen _novillos_; poniendo cada uno de los pies sobre una de las bordas, adelantan con precaucion para mantener el equilibrio; luego, apoyandose en el bichero, empujan la casi deshecha embarcacion al medio de la corriente, y, de un salto vigoroso, alcanzan la opuesta orilla; a veces se quedan cortos y caen sobre el barro, pero la travesia, bien o mal, se ha realizado y se marchan alegres a continuar sus proezas por el monte. A todo esto se reduce para los ninos la navegacion por el arroyo. No obstante, cuando llega la primavera, se entretienen construyendo pequenos navios vaciando un pedazo de corcho donde plantan un palito cualquiera o a veces el portaplumas, adornado en su extremidad con una bandera roja o azul; luego, con gritos de alegria, lo arrojan al agua, dandole por toda tripulacion algun insecto, esclavo de los terribles calafates. Perfectamente inutil para el transporte de viajeros, el arroyo es casi innecesario para la navegacion. Los bosques de la llanura han desaparecido, reemplazados por los prados, los campos y los pueblos y para los arboles cortados sobre las colinas, los caminos han facilitado medios de transportes menos caprichosos que la corriente del arroyo. Para imaginarnos el aspecto de nuestra corriente de agua y los servicios para que la utilizaron nuestros antepasados en los tiempos de la barbarie primitiva, nos es preciso atravesar el Oceano y desembarcar cerca de las costas del mar de las Antillas, en uno de esos bosques de Honduras, del Yucatan y el Mosquitos, donde los caribes y los zambos cortan la acacia, el cedro y el campeche. El arroyo no es mas que una larga calle abierta en el espesor del bosque; la superficie liquida, sombreada por las bovedas de arboles, esta unida como un cristal; solo los oblicuos rayos de luz que en algunos puntos agujerean la espesa enramada, hacen brillar como pepitas de oro los mas pequenos insectos y hasta el polen de las plantas; las lianas que se mojan en el agua la rayan con pequenitos surcos negros donde vacila un instante la imagen de las ramas. Repentinamente, en una vuelta aparecen algunos hombres sentados en un tronco vaciado y seguidos de un gran haz de troncos, medio sumergidos en el agua: es la armadia de acacia que resbala silenciosa por la superficie del arroyo. La tripulacion no tiene que hacer mas que dejar a la deriva el monton que le sigue, acompanando con su cantinela la cadencia de los remos. Si algun obstaculo se presenta, si los troncos se detienen sobre un banco de arena o una roca oculta, los atletas caribes, de musculos poderosos y ancho torax de bronce, ponen bien pronto a flote el convoy entero, y cuando llegan a la playa donde los esperan grandes navios, un fuerte movimiento con el palo que les sirve de remo basta para abordar. iCuan hermosos resultan, esos hombres de la naturaleza, cuando a la desembocadura de los rios, y mas heroicos aun en plena mar, se aventuran en su debil esquife sobre las grandes olas, donde tan pronto parecen sepultados bajo las aguas como reaparecen rodeados de espuma! iY cuan abnegados y honrados son estos buenos barbaros, y que profunda y grata impresion dejan en el cansado viajero que ha recibido una sola vez hospitalidad en su cabana! La historia de su raza es la de las grandes degollaciones de su pais; en sus antepasados, tal vez no haya uno durante tres siglos despues de la conquista de las Antillas, que no haya sido brutalmente degollado por algun _civilizador_; sin embargo, no conservan ningun rencor, y su honrada bondad se armoniza con su limpido cielo, sus tierras tan fecundas, y sus arroyos con inmarcesibles y encantadoras riberas. El trabajo de nuestros madereros de Europa es mucho mas penoso. La tala gradual de los bosques de la llanura les ha obligado a continuar su industria en los accidentados desfiladeros de las sierras. En vez de dejarse mecer dulcemente por el curso tranquilo de una corriente sinuosa, es preciso disciplinar el salvaje torrente, refrenar ese monstruo furioso deteniendolo unas veces y activando su corriente otras. El peligro les amenaza a cada instante, y si muchas veces salvan su vida, no es mas que por la fuerza, la agilidad y un continuo heroismo. El paraje mismo donde trabajan, tiene en si algo de terrible; no durante el verano, cuyo ardiente sol dora las hojas de los arboles y hace sonreir hasta el horror de los precipicios, pero en el otono, cuando las nubes pasan corriendo por encima de los sombrios barrancos y dejan en las cimas de los montes sus jirones como gigantescos lienzos rotos, y el viento, ya helado, penetra con estruendo en los estrechos valles, produciendo un prolongado ruido de trueno que repercute a lo lejos. Luego, la nieve se extiende sobre las alturas, y, con frecuencia, la niebla que sube por la pendiente del monte, deja tras si un triple fenomeno de tristeza; en lo mas alto ha tenido de blanco el obscuro bosque; mas abajo, un color gris de agua y de nieve, y en las gargantas de la sierra lluvia fria y abundante. No obstante, en la glacial atmosfera los cortadores de madera sudan a chorros porque manejan el hacha y cada golpe descargado sobre el tronco del arbol, pone en movimiento todos sus musculos. En lucha con el enorme pino, que desde muchos siglos vivia libremente en las faldas del monte, se sienten poco a poco poseidos de ese furor que se apodera siempre de los hombres consagrados a destruir otras existencias. Como el cazador persiguiendo su presa, como el soldado dedicado a matar a sus semejantes, el cortador de arboles enloquece en su obra de destruccion porque siente tener ante si a un ser vivo. El tronco gime por la mordedura del acero, y su lamento se repite de arbol en arbol por todo el bosque, como si participaran de su dolor y comprendieran que el hacha se volvera contra ellos tambien. Por fin, el pino cae pesadamente sobre el suelo, rompiendo en su caida las ramas de los arboles vecinos. Los lenadores rodean al coloso caido; cortan las ramas y las extremidades flexibles, y luego, cuando esta limpio el tronco, lo arrastran por las vertientes que rayan los flancos del monte y por las cuales corren las piedras desprendidas y las nieves fundidas en la altura. Cientos y a veces miles de palos se aproximan sucesivamente cerca del precipicio con objeto de que un simple empujon baste para lanzarlos rodando por la pendiente. Cuando todos los preparativos estan terminados empieza el arrastre: los troncos se ponen en movimiento por el plano inclinado; al principio lentos y luego, con velocidad creciente, terminan su carrera en rapidez vertiginosa, y, embadurnados de barro y despojados de su corteza, arrastran en la caida tempestades de piedra para ir a parar al lago de agua que se ha formado por un azud, al pie mismo de la pendiente. Generalmente, los arboles caen asi, sin detenerse, pero a veces la extremidad saliente de una roca o una punta de palo clavado en el suelo, contiene la avalancha en su descenso; entonces es preciso que un hombre baje y, con exposicion de su vida, pone en movimiento nuevamente los troncos detenidos. Por fin, todos los maderos, mas o menos enteros, se reunen en el lago artificial; amontonados unos sobre otros, se mueven debilmente por la presion del agua. Como animales cansados que el pastor acaba de encerrar en el parque, descansan los troncos, esperando el momento de ponerse en marcha. Nada mas extrano durante la noche que ver el espectaculo de esos grandes monstruos tendidos y reflejando luz por los rayos de la luna. Una manana, todos los maderos bajados del monte, se han agrupado sobre la piedra del desfiladero, al lado de la barricada que contiene las aguas del lago, y sobre la cual cae el agua sobrante en debil cascada. Los troncos de pino, los pies derechos y contrafuertes que sostienen solidamente el dique, se retiran con cuidado; luego, a una senal, la traviesa que servia de cerrojo a la enorme puerta, es precipitada al fondo, la compuerta se levanta y la masa impetuosa del agua corre con furor hacia la salida que le acaban de abrir. Levantada del centro para salir por el orificio en columna poderosa, se precipita en cataratas para convertir en rio tumultuoso el tranquilo arroyo que corria sin ruido por las profundidades del desfiladero. Pero el nuevo rio no corre solo; arrastra con el toda la madera amontonada en el deposito lacustre. Los troncos se dirigen hacia la salida como enormes reptiles; se chocan, ruedan y saltan; luego, inclinandose por la cascada, se juntan y dan vueltas, ensenando a traves de la espuma las rojas manchas del hacha, y desaparecen un instante en el abismo para surgir mas lejos en el hervor del agua, y resbalarse oscilando sobre la corriente rapida. Asi se suceden en una serie de inmersiones los troncos que no ha mucho se balanceaban en el bosque, produciendo murmullos que eran la voz del monte. Todos los ruidos aislados se pierden en el estruendo de ese lago y esa selva que desaparecen juntos por el sonoro valle. Lanzados por la fuerza de proyeccion del gran deposito, los troncos corren precipitadamente unos tras otros, y detras de ellos, por el pedregoso camino que baja serpenteando por la ladera, corren los lenadores. Marinos a su modo, tienen que dirigir la navegacion de la flotilla de madera. Al principio les basta con seguir a lo largo del torrente, pero muy pronto es necesario que intervengan directamente, y entonces los intrepidos companeros necesitan todo el vigor de sus agudos ganchos, toda la agilidad de sus brazos, toda la habilidad de su mirada y toda la energia de su voluntad. Si un palo se detiene dando vueltas en un remolino, un lenador lo ha de sacar de la atraccion del torbellino; armado de su bichero salta de saliente en saliente hasta llegar al margen del agua con grave peligro de caer en el circulo liquido; se deja entonces caer hasta cerca del agua, casi suspendido de una fuerte raiz, y con su gancho, empuja al tronco hacia el hilo de la corriente haciendole salir del circulo fatal. Mas lejos, otro tronco ha sido cogido entre el promontorio y una anfractuosidad de la piedra, y, aunque vibrando por la presion del agua, no puede continuar su camino. El lenador tiene que penetrar en el arroyo con agua hasta la cintura y coger por una extremidad la viga para lanzarla al medio del arroyo. En otra parte, un tronco se ha atravesado en el cauce, deteniendo como un dique todas las maderas que bajan. Se forma una presa, presa irregular y graciosa que aumenta sin cesar con todos los troncos que arrastra la corriente. Alli es donde los conductores del convoy tienen que desafiar la muerte cara a cara. Las aguas, detenidas por la barrera, aumentando su nivel y salvando los obstaculos, se desbordan en cascadas; el torrente, fuera de su curso normal, se lanza en repentinos y gigantescos borbotones; los monstruos se agitan convulsivamente haciendo temblar y gemir su madera. A este caos movible tiene que atacar con denuedo el conductor de la armadia. Los valientes lenadores se han de lanzar sobre ese andamiaje enganador que tiembla bajo sus pies; uno a uno tienen que arrancar todos los troncos superiores y hacerlos rodar por encima del dique a la parte libre del arroyo, pero bien un palo medio libre se levanta de improviso, o un pie resbala sobre la madera lisa y mojada, o un salto de agua, un remolino repentinamente formado viene a chocar contra la madera donde el flota, o un palo caido en la corriente salta hacia los lenadores, y algunos de ellos, lividos y sangrientos, flotaran tambien en compania de los muertos pinos, por el rio abajo; los que a fuerza de energia, destreza y suerte, escapan de todos esos peligros, los que desde el bosque a la serreria saben conducir la flotilla de pinos sin tener ninguna desgracia, tienen motivos para creerse afortunados; pero que esperen semanas y meses porque el cortejo de las enfermedades les sigue con paso incierto. Algunas veces sucede que son vanos todos sus esfuerzos para conducir los pinos a la serreria que los ha de cortar; el agua falta en el arroyo, y contra todo el ingenio y la fuerza de los trabajadores, no pueden conseguir que floten las pesadas masas que se detienen en todas partes, sobre los bancos de arena, sobre las piedras del fondo y sobre las puntas de las rocas. Tienen que esperar la crecida que ponga en movimiento los troncos atascados; pero entonces, estos, arrastrados demasiado pronto y demasiado rapidos, suelen salvar las margenes y se van a lo lejos a correr mundo, a pesar de los obreros que los miran codiciosos al pasar. En las desembocaduras de los rios que bajan de los Apeninos al Mediterraneo, multitud de pinos, sorprendidos de repente por la inundacion, van a perderse en el mar y convertirse en islas flotantes que los marinos extranjeros toman por escollos. Los barqueros que se lanzan en busca de los troncos extraviados, van a pescarlos como cachalotes, y los conducen atados a la popa de sus barcas. Mas o menos pronto, esta industria de armadia, actualmente relegada a los mas lejanos e inaccesibles montes, dejara de existir. Las carreteras y caminos de facil transito, van subiendo desde los valles hacia los mas inaccesibles promontorios, y llegaran a sitios los mas elevados de los montes; los caminos de hierro y todas las poderosas maquinas inventadas, vienen a ponerse tambien al lado del lenador para facilitarle su tarea; los bosques combatidos por los agricultores, se baten en retirada hacia las altas cimas, y alli donde se mantengan, donde conquisten extension, tomaran un aspecto nuevo, porque los arboles en vez de crecer en libertad, se plantan en todas partes a distancias regulares y crecen bajo la vigilancia de guardabosques que los cortan antes de la edad. Nuestros descendientes no conoceran mas que por tradicion la flota de armadias, rudo empleo de la navegacion, que sin duda inspiro a los salvajes ascendientes de Cook y de Bougainville la idea de aventurarse sobre las olas del oceano. Disciplinadas en lo sucesivo las aguas del arroyo, ni siquiera nos serviran para transportar a nuestras poblaciones astillas y lena para el fuego. CAPITULO XVIII #El agua de la ciudad# En nuestros paises de la Europa civilizada, donde el hombre interviene por todas partes para modificar la naturaleza a su gusto, el arroyo cesa de ser libre y se convierte en cosa de los habitantes de sus riberas. Lo utilizan, segun les conviene, para regar las tierras o para moler el trigo. Pero, frecuentemente, no saben utilizarlo con inteligencia y lo aprisionan entre murallas mal construidas que la corriente derriba; conducen el agua hacia hondonadas donde se estaciona en charcas pestilentes; las llenan de basura que debiera servir de abono a sus campos y transforman el alegre arroyo en lugar inmundo. A medida que se va acercando a la gran ciudad industrial, el arroyo se llena de impurezas. Las aguas de las casas inmediatas se mezclan a su curso; viscosidades de todos los colores alteran su transparencia, repugnantes haces llenan sus orillas cenagosas y cuando el sol las seca un olor fetido se esparce por la atmosfera. Por fin, el arroyo, convertido en cloaca, entra en la ciudad, donde su primer afluente es una repugnante alcantarilla, con su enorme boca ovalada, cerrada con barrotes de hierro. Casi sin corriente, por la escasa inclinacion del suelo, la masa fangosa corre lentamente por entre dos lineas de casas con sus paredes cubiertas de algas verdosas, su maderamen roido por la humedad y sus enlucidos cayendose a pedazos. Por esas casas, donde trabajan los peleteros, los curtidores y otros industriales, la corriente cenagosa es aun una riqueza, y sin cesar los obreros aprovechan el agua nauseabunda. Sus margenes han perdido toda forma natural; ahora son murallas perpendiculares, en las que a trechos se ven algunas gradas de escalera; sus orillas estan cubiertas de resbaladizas losas; las curvas son aqui repentinas vueltas; en vez de ramas y follaje, ropas extendidas sobre cuerdas, se balancean por encima del foso, y tabiques u otras barreras, pasando de uno a otro lado, indican los limites de propiedad. Al fin la obscura masa penetra bajo una siniestra boveda. El arroyo que yo he visto salir a la luz, tan limpio y alegre en el manantial, no es ahora mas que una alcantarilla, en la que toda una ciudad arroja sus desechos. En un intervalo de algunos kilometros el contraste es grande. Alla arriba, en el libre monte, el agua centellea al sol y transparente, a pesar de la profundidad, deja ver las blancas piedras, la arena y las hierbas estremecidas de su lecho; murmura dulcemente entre las canas; los peces surcan la corriente, rapidos, como flechas de plata, y los pajaros hacen temblar la superficie al choque de sus alas. En sus orillas surgen mazos de flores; arboles llenos de savia extienden sus largos brazos, y el que se pasea a lo largo de su orilla puede tranquilamente descansar a su sombra, contemplando el esplendido cuadro que se desarrolla entre dos sinuosidades. iCuan diferente es el arroyo bajo las ciudades! El agua es igual en substancia, pero solo para el quimico. En realidad, aparece cargada de tantas inmundicias, que hasta es viscosa. No se ve luz bajo la sombria boveda, sino de trecho en trecho, en que algun rayo de sol pasa por entre barrotes de hierro, reflejandose sobre las viscosas paredes. La vida parece ausente de esas tinieblas, pero existe, no obstante; repugnantes hongos, alimentados por la podredumbre, crecen en los rincones; infinidad de ratas se ocultan en sus agujeros. Los unicos seres humanos que se aventuran por tan tristes lugares son albanaleros, encargados de restablecer la corriente separando los amontonamientos de barro. Por fin, la infecta masa llega al rio, desembocando en el pesadamente. Negra o violacea, se prolonga a lo largo de la orilla, sin mezclarse con el agua relativamente pura de la corriente, y determinando una linea sinuosa francamente trazada. Durante larga distancia se ve esta masa corriendo por un flanco del rio sin mezclarse con el; pero los remolinos, los reflujos de toda especie causados por los accidentes del fondo y las sinuosidades de la orilla, consiguen al fin la fusion de las aguas; la linea que las separaba se borra poco a poco, gruesos y transparentes borbotones surgen del fondo a traves de la masa cenagosa; las materias impuras, mas pesadas que el agua que las arrastra, se depositan en los margenes. El arroyo se purifica cada vez mas, pero al mismo tiempo deja de ser el mismo, y se pierde en la poderosa corriente del rio, que lo lleva hacia el oceano. Su pequena masa, gota a gota y molecula a molecula, se ha confundido con la gran masa: la historia del arroyo ha terminado, al menos en apariencia. Pero la boca de la alcantarilla no ha vomitado en el rio toda el agua que corria entre las margenes sombreadas mas arriba de la ciudad y de sus fabricas. Mientras que una parte de la corriente sigue su cauce natural, transformado en foso y luego en canal subterraneo por la mano del hombre, otra parte del arroyo, arrancado de su curso normal, entra en un amplio acueducto y se dirige hacia la ciudad, siguiendo el flanco de las colinas y pasando por enormes sifones por debajo de los barrancos. El agua, protegida contra la evaporacion por las paredes de piedra o de metal, llena a su entrada en la ciudad un vasto deposito de mamposteria, especie de lago artificial donde el liquido se detiene y purifica. De alli es de donde sale para distribuirse de barrio en barrio, de calle en calle, por las casas y por los pisos, por conductos y ramificaciones infinitas y sobre la gran superficie habitada. El agua es indispensable en todas partes; se necesita para limpiar las calles y las habitaciones; para beber todos los seres que tienen vida, desde el hombre y los animales domesticos, hasta la modesta flor que crece en la maceta de la ventana o en el cesped que humedece el vapor emanado de las fuentes. Por esas miriadas de bocas y de poros absorbiendo incesantemente venillas, gotas o simple humedad derivada del arroyo, la ciudad se convierte en un inmenso organismo, en un monstruo prodigioso absorbiendo torrentes de un solo sorbo para calmar su sed. Hay ciudades que no se satisfacen con solo un arroyo y se alimentan a la vez de varios, afluyendo de todos lados por acueductos divergentes. Una sola ciudad, Londres, la capital mas populosa del mundo, consume cada dia mas de un millon de metros cubicos de agua, los suficientes para llenar un sitio donde pudieran flotar comodamente cien navios de gran porte. Despues de infinitas ramificaciones por las calles y casas, el agua de los acueductos, ya sucia por el uso y mezclada a impurezas de toda clase, emprende nuevamente su camino para alejarse de la ciudad donde engendraria la peste. Cada caneria vomita como boca inmunda las aguas de uso domestico y de las calles, y se convierte en un torrente nauseabundo; al llegar a una curva se precipita en cascada por un tragadero. Este torrente impuro es el unico que los ninos de la ciudad pueden estudiar y que contribuye, mas de lo que parece, a hacernos amar a la naturaleza. Recuerdo todavia lo que hacia de nino. Cuando la fuerte lluvia habia limpiado las piedras de la calle, llenandola casi de agua, otros amiguitos y yo construiamos vallas, encerrabamos las aguas en un desfiladero, la haciamos precipitar en corrientes y formabamos a capricho islas y peninsulas. Llegados a hombres, los pequenos ingenieros que chapoteaban en el agua con tanto jubilo, no pueden recordar sin alegria los juegos de su infancia; a pesar suyo miran con cierta emocion el pequeno torrente cenagoso que corre junto a la acera. iDesde los primeros anos de nuestra ninez, en el espacio de una generacion, cuantos y cuan diversos residuos, arrastrados por la corriente viscosa, han seguido su camino hacia el mar! iHasta la sangre de los ciudadanos se ha mezclado con el barro! Todas las impuras corrientes de las calles se dirigen hacia un centro comun que, con frecuencia, suele ser el del antiguo arroyo, de modo que la ciudad se parece a esos polipos cuyo unico orificio se abre alternativamente para la defecacion y el alimento. Sin embargo, en la mayor parte de las corrientes subterraneas de nuestras ciudades, se ha tenido el cuidado de establecer cierta separacion entre dos distintas direcciones del agua. Tubos de hierro o de obra superpuestos, sirven de conductos a distintas corrientes cuya direccion suele ser inversa; unos llevan el agua pura que va a ramificarse por las casas; otros el agua sucia que sale de ellas. Como en el cuerpo animal, las arterias y las venas se acompanan; un circulo no interrumpido se forma entra la corriente que lleva la vida y la que produciria la muerte. Desgraciadamente, el organismo artificial de las ciudades, esta lejos todavia de parecerse por su perfeccion a los organismos naturales de los cuerpos vivos. La sangre venosa, expulsada del corazon a los pulmones, se renueva al contacto del aire; se limpia de todos los productos impuros de la combustion interior, y, recibiendo de fuera el alimento de su propia llama, puede emprender de nuevo su viaje desde el corazon a las extremidades, llevando el calor de la vida desde las mayores a las mas pequenas arterias. En nuestras ciudades, al contrario; cuerpo informe donde se bosqueja la organizacion, el agua sucia continua corriendo por las alcantarillas y va a enturbiar los rios, donde no se purifica sino lentamente, cuando la industria humana no la recoge para alimentar la ciudad entrando en la circulacion subterranea. Pero en esta depuracion que la ciencia del hombre comete la torpeza de no llevar a efecto, las fuerzas de la naturaleza trabajan de concierto con los habitantes del agua. En las desembocaduras de las grandes alcantarillas, donde no sumerge su avido anzuelo el pescador de cana, multitud de peces, amontonados en verdaderos bancos como los arenques del mar, se nutren con los restos del festin arrastrados por el cenagoso torrente; el limo de las murallas, las margenes y las hierbas del fondo, detienen tambien y hacen entrar en sus propias substancias el cieno que las bana; los residuos mas pesados descienden y se mezclan con la grava del fondo, los objetos flotantes son arrojados a la orilla o se detienen en los bancos de arena; poco a poco el agua se clarifica; gracias a su fauna y a su flora hasta se desembaraza de las substancias disueltas que la desnaturalizan, y si en su curso no fuera ensuciada de nuevo por otras impurezas arrastradas de otras ciudades, concluiria por volver a su primitiva pureza antes de llegar al oceano. En la ciudad futura, lo que aconseje la ciencia haran los hombres. Ya muchas ciudades, sobre todo en la inteligente Inglaterra, ensayan crearse un sistema arterial y venoso, funcionando con regularidad perfecta y uniendose el uno al otro, de modo que se complete un pequeno circuito de las aguas, analogo al que se produce en la naturaleza entre los montes y el mar por los manantiales y las nubes. Al salir de la ciudad las aguas de las alcantarillas, aspiradas por maquinas, como la sangre lo es por el jugo de los musculos, se dirigiran hacia un ancho deposito cubierto, donde se recogera el agua mezclada con inmundicias. Alli otras maquinas se apoderaran de este liquido fangoso y lo lanzaran por canos hacia diversos conductos que correran bajo el suelo de los campos. Aberturas practicadas de trecho en trecho sobre la cubierta de los acueductos, permitiran que salga a la superficie lo que no pueda contener el canal, pero en cantidades calculadas anticipadamente y sobre todos los campos empobrecidos que sea preciso regenerar por el abono. Esta cenagosa corriente, que seria la muerte de la poblacion si se estancase en ella o corriera por los rios, se convierte, por el contrario, en vida para las naciones, puesto que se transforma en alimentos para el hombre. El suelo mas esteril y hasta la arena pura, producen una vegetacion exuberante cuando se empapan de este liquido; por otra parte, el agua que servia de vehiculo a todas las materias del albanal, se encuentra asi limpia por la operacion quimica de las hierbas y raices; recogida subterraneamente en los conductos paralelos a las canerias de agua sucia, puede entrar en la ciudad para limpiarla y proveerla o bien dirigirse hacia el rio sin enturbiar la limpida corriente. En otros tiempos, debajo de la primera ciudad que banaba, el rio no era otra cosa, hasta el oceano, sino un gran canal de inmundicias; en nuestros dias recobra la belleza de los tiempos antiguos. Los edificios de las ciudades y los arcos de los puentes, que durante siglos no se han reflejado mas que sobre turbias ondas, empiezan ahora a mirarse en un espejo transparente. CAPITULO XIX #El rio# El caudal entero del rio no es otra cosa que el conjunto de todos los arroyos, visibles o invisibles, sucesivamente absorbidos: es un arroyo aumentado miles de veces, y no obstante, difiere singularmente por su aspecto del pequeno curso de agua que serpentea por los valles laterales. Como el debil tributario que mezcla su humilde corriente a su poderoso raudal, puede tener tambien sus saltos y sus corrientes, sus desfiladeros y sus gargantas, bancos de grava, escollos e islas, playas y rocas; pero, con todo, es mucho menos variado que el arroyo, y los contrastes que ofrece en su curso son menos sorprendentes. Como mas grande, llama la atencion por el volumen de su cauce, por la fuerza de su corriente, pero su majestuoso aspecto es casi siempre uniforme. El arroyo, mucho mas pintoresco, aparece y desaparece alternativamente: se le ve correr bajo la sombra, ensancharse como un lago y despues caer en cascada como manojo de rayos luminosos, para ocultarse de nuevo en una obscura caverna. Y el arroyo no solo es superior al rio por lo incierto de su marcha y la belleza de sus orillas; lo es tambien por el impetu de sus aguas: relativamente es mas fuerte que el rio Amazonas para modificar sus orillas, variar sus sinuosidades, depositar bancos de arena y emerger islas. La naturaleza revela su fuerza por sus agentes mas debiles. Vista con el microscopio, la gota que se ha formado bajo la roca, realiza una obra geologica relativamente mas grande que la del oceano infinito. El hombre, por su parte, ha sabido hasta el presente utilizar mucho mejor las aguas del arroyo que las de los grandes rios. De estos, apenas la milesima parte de su fuerza es empleada por la industria; sus aguas, en vez de ramificarse por los campos en canales fecundos, son, al contrario, encajonadas en diques laterales y detenidas inutilmente en su cauce. El arroyo pertenece ya en la historia de la humanidad al periodo industrial, que es el mas avanzado; el rio no representa sino una epoca remotisima de las sociedades, aquella en la que las corrientes de agua no servian mas que para hacer flotar algunas embarcaciones. Y aun esta utilidad disminuye en nuestros dias, a causa de las carreteras y los caminos de hierro que facilitan el transporte a los pueblos de las riberas. Antes que el agricultor y el industrial consigan con entera seguridad hacer trabajos para aprovechar las aguas del rio, es preciso que cesen de temer sus desbordamientos, y sean duenos de distribuirlas segun sus necesidades. Y hasta que la ciencia les suministre los medios de someter al rio, resultaran impotentes para dominarlo, mientras vivan aislados en sus trabajos, sin asociarse para regularizar en concierto la fuerza, aun brutal, de la masa de agua que corre casi inutilmente por delante de ellos. Como nuestros antepasados, continuamos todavia mirando al rio con una especie de terror religioso, puesto que aun no lo hemos dominado. No es, como el arroyo, una graciosa nayade con su cabellera coronada de juncos; es un hijo de Neptuno que, en su formidable mano, blande el tridente. Para contemplar en toda su majestad una de esas poderosas masas de agua, y comprender que se tiene ante la vista una de las fuerzas en movimiento de la tierra, no es necesario hacer un largo viaje, atravesar el Viejo Mundo, o ir a visitar, cerca de su desembocadura el Brahmaputrah y el Yat-tse-kiang, los dos, hijos del mismo dios; no es necesario tampoco salvar el Atlantico y viajar por el Misisipi, el Orinoco o el Amazonas, anchos como mares y sembrados de archipielagos. Nos basta, en los limites del pais que habitamos, con seguir el margen de uno de esos cursos de agua que contienen su marcha y se extienden ampliamente al aproximarse a un estuario donde su masa tranquila va a mezclarse con las olas del oceano. iVisitese el bajo Somme o el Sena cerca de Tancarville, el Loira entre Paimbouef y Saint Nazaire, el Garona y el Dordona en el punto donde se reunen para formar el mar de Gironda! iContemplese sobre todo la punta septentrional de la Camarga donde el Rodano se divide en dos brazos! El rio es inmenso y tranquilo. Su enorme caudal, que ocupa un lecho de mas de un kilometro de ancho, se distingue en seguida entre las dos corrientes: apenas algun remolino de espuma rueda al abrigo de una roca que prolonga la punta de la isla en forma de espuela. Por la izquierda, el brazo menos caudaloso, que llaman el pequeno Rodano, es, no obstante, una poderosa corriente bastante mas fuerte que la del Garona, el Loira y el Sena; por la derecha, el gran Rodano, se oculta a la vista por una ribera poblada de sauces que cubren la mitad del vaporoso espacio. En el inmenso circulo del horizonte no se ve mas que agua o tierras arrastradas por el rio y depositadas en capas por particulas sucesivas; solo al Este se distinguen algunas cimas rocosas de los montes Alpinos, azules como el cielo, y hacia el Norte aparecen vagamente las cimas conicas de Beaucaire, al pie de las cuales empieza el antiguo golfo marino que los arrastres del rio han llenado poco a poco. Islas, peninsulas, riberas, todo esta compuesto de una arena obscura que el Rodano y sus afluentes han mezclado, despues de haber recibido de los torrentes superiores los detritos de los Alpes, del Jura y de los Cevenas. La gran isla de Camarga, cuyos bordes se ven a lo lejos entre los dos Rodanos, y que tiene lo menos ochocientos kilometros de superficie, es en si, un presente del rio que en otros tiempos formaba parte de los montes de Suiza y de Saboya. Tal es el trabajo geologico de la corriente, trabajo colosal que se continua sin cesar. No obstante, el silencio mas profundo impera a su alrededor. Sentado a la sombra de un sauce, se intentaria en vano percibir el murmullo de la villa de Arles, de la que se ve, con solo ponerse en pie, sus arcadas romanas y torres sarracenas. El unico que se oye es el de las locomotoras y los vagones que ruedan al otro lado del rio haciendo trepidar el suelo. No se les ve, pero su trueno lejano se armoniza tan bien con la inmensidad del Rodano, que parece la voz del rio. Nos parece que el hijo del mar, debe tener, como el oceano, su eterno y formidable estruendo. Mas abajo de su bifurcacion, los dos rios presentan largas sinuosidades en su cauce. Las aguas lanzadas de una a otra orilla banan el pie de la ultima colina y reflejan las torres de la ultima ciudad. Ya el humo que se levanta de las casas se confunde con las lejanas brumas, y en las orillas, pobladas de arboles de dorada corteza, no aparecen mas que cabanas y raras quintas medio ocultas en la verdura. Por fin, la ultima casa queda detras, y nos encontrariamos completamente solos si algunas obscuras embarcaciones, parecidas a grandes insectos, no bogaran por el rio. Los arboles de la orilla no se suceden con tanta frecuencia y son menos altos; un poco mas abajo ya no hay mas que maleza, y luego, hasta las plantas desaparecen: no queda otra vegetacion que la de las canas sobre el suelo aun fangoso, saliendo apenas por encima del agua terrosa. En este paraje la naturaleza se presenta tal cual era hace millares de siglos antes de que el hombre se instalara en la orilla de los rios y los arroyos que lo alimentan. Como en los tiempos del pleriosauro, la tierra y el agua se confunden en un caos: bancos de cieno, islas emergiendo aqui y alla, pero apenas distintas del agua que las bana, brillan como ella y reflejan las nubes del espacio. Lienzos liquidos se extienden entre estos islotes, pero no se mezclan con el lodo del fondo: son cieno mas liquido que el barro de las orillas. Por todas partes se esta rodeado de tierra en formacion y, no obstante, nos encontramos ya como en medio del mar; tan hermoso es el paraje en que nos encontramos. Es que, en efecto, todo el espacio abarcado con la mirada era en otro tiempo mar. El rio lo ha llenado poco a podo, pero el suelo, de reciente formacion, no esta todavia afirmado. Sin inmensos trabajos de desecacion, es probable que jamas estuviera en condiciones de ser habitado por los hombres, puesto que de su cieno y agua corrompida se escapan mortales miasmas. Llegado a estos parajes que fueron antes dominios del mar, el rio, gradualmente contenido, se extiende cada vez mas y se hace menos profundo. Por fin, se aproxima al mar, y sus aguas dulces, resbalando tranquilas, van a chocar contra las ondas espumosas de agua salada que se agitan con estruendo continuo. En el choque de los masas liquidas, el agua del rio se mezcla pronto con las olas del inmenso abismo, pero, aun despues de confundida, trabaja todavia. Todas las nubes de barro, que habia arrancado de sus orillas superiores y que tenia aun en suspension, son rechazadas por las olas hacia el lecho fluvial; no pudiendo ir mas lejos, se depositan en el fondo y forman asi una especie de baluarte movil sirviendo de limite temporal entre los dos elementos en lucha. Aunque depositandose molecula sobre molecula, el banco, que obstruye la boca del rio, no cesa de trasladarse para formarse mas lejos. Empujado por la corriente fluvial, incesantemente aumentado por nuevos arrastres, el barro es llevado hacia dentro del mar, y poco a poco la masa entera ha ido progresando. De siglo en siglo, de ano en ano, de dia en dia, ese rio que parece debil ante el poderoso mar, consigue penetrar en el, y hasta se puede calcular cuanto avanzara en un periodo dado por la uniformidad de su marcha. Pues bien, esta victoria del rio sobre el oceano, es debida a los mil pequenos arroyuelos y arroyos de las laderas y los montes. Ellos son los que han roido las paredes de los desfiladeros, los que arrastran los fragmentos de roca, los que muelen y trituran las piedras, y los que arrastran la arena y diluyen la arcilla. Ellos son tambien los que poco a poco rebajan los continentes para engancharlos hacia el mar en vastas llanuras en donde tarde o temprano construira ciudades y practicara puertos. CAPITULO XX #El cielo de las aguas# Lo mismo que los grandes rios, el Rodano, Danubio o la corriente del Amazonas, el mar esta compuesto por millones de arroyos que afluyen a sus tributarios. Una vez mezcladas en el rio sus aguas, afluyendo de todos los puntos de los continentes, se mezclan de un modo mas completo en la inmensa profundidad del abismo marino, bastante grande para contener toda el agua que todos los rios arrojarian durante cincuenta millones de anos. Por sus movimientos de flujo y reflujo; sus movimientos ondulados, sus olas de tempestad y sus corrientes y contra-corrientes, pasea el agua de todos los rios de una a otra extremidad del globo. La gota salida de una roca en las entranas del monte, da la vuelta al planeta, purificada del aluvion que contenia, disuelve las moleculas salinas, y de onda en onda, segun los parajes que atraviesa, cambia de peso especifico, de salinidad, de color y de transparencia; la fauna infinitamente pequena que la habita, se modifica tambien en los diversos climas: tan pronto son animaculos fosforescentes los que la pueblan y la hacen brillar durante las noches, como infusorios que la hacen parecerse a una mancha de leche. Su temperatura varia constantemente. En los mares polares la gota se transforma en un pequeno cristal de hielo; en los mares ecuatoriales se entibia bastante para que los corales puedan depositar sus moleculas de piedra. Comparado con el oceano sin limites, el arroyo de la montana no es nada, y sin embargo, sus aguas, divididas hasta el infinito, se verian en todos los mares y en todas las riberas si fuera posible seguirlas con la vista en todo su inmenso recorrido. Para cada gota marina que corrio en otro tiempo por el arroyo, difiere la duracion del viaje; una, apenas entrada en el oceano, es absorbida por las frondas de una alga marina y sirve para hinchar sus tejidos; otra es absorbida por un organismo animal; una tercera, retenida por un cristal de sal, se deposita en una playa arenosa y otra aun se cambia en vapor y vuela invisible por el espacio. Este es el camino que toma mas o menos pronto toda molecula acuosa. Libertada por su expansion repentina, escapa de los lazos que la detenian en la superficie horizontal de los mares y se levanta en la atmosfera, por donde viaja como viajaba por el oceano, bajo otra forma. El vapor de agua asciende asi por toda la masa aerea, hasta por encima de los ardientes desiertos, donde en cientos de leguas no corre ni un solo hilo de agua; sube a los limites extremos del oceano atmosferico, a sesenta kilometros de altura sobre la superficie del mar, y, sin duda, una parte de este vapor halla tambien camino hacia otros sistemas planetarios porque los bolidos que atraviesan los cielos estrellados formando flechas luminosas y arrojan sus chispas sobre el suelo, deben, en cambio, llevarse consigo un poco de aire humedo que oxide su superficie. Sin embargo, el vapor de agua que se escapa de la esfera de atraccion terrestre para ir con los bolidos a parar a los lejanos astros, es relativamente bien poco; el gran mar de humedad, tenido en suspension en nuestra atmosfera, esta destinado a caer casi en su totalidad sobre el globo terraqueo en forma de lluvia. Las innumerables moleculas de agua son invisibles mientras el aire no se encuentra saturado; pero si el crecimiento de humedad o el descenso de la temperatura determinan el punto de saturacion, inmediatamente las particulas de vapor se condensan, se convierten en gotitas de niebla o de nube, y se engloban con millones de otras moleculas, formando un volumen inmenso, suspendido en las alturas. Si son demasiado pesadas, las nubes se deshacen en lluvia sobre el oceano, de donde han salido, o bien, empujadas por los aires, van a chocar contra las escarpaduras de las colinas, por encima de los continentes, deteniendose en los campos de las mesetas o en las aristas y picos de las montanas. Caen en forma de lluvia o de nieve; luego, gotas y copos, divididos hasta el infinito, penetran en la tierra por las cavernas, las fisuras de las rocas y los intersticios del fecundo suelo. Durante largo tiempo el agua queda oculta; despues aparece a la luz en forma de alegre fuente, y empieza de nuevo su viaje hacia el oceano por los lechos inclinados del arroyo, de barrancos y rios. Este gran circuito de las aguas ?no es la imagen de toda vida? ?No es el simbolo de la inmortalidad? El cuerpo vivo, animal o vegetal, es un compuesto de moleculas que cambian sin cesar, que los organos de la nutricion o respiracion han cogido de fuera para hacerlo entrar en el torbellino de la vida. Arrastrados por el torrente circulatorio de la savia, de la sangre o de otros liquidos, entran a formar parte de un tejido, luego de otro y de otros aun; asi viajan por todos los organismos, hasta que son definitivamente expulsadas, y entran en ese gran mundo exterior, donde millones de seres vivos se empujan y combaten para ampararse de ellas como de una presa y utilizarlas a su vez. A los ojos del anatomista y del micrografo, cada uno de nosotros, a pesar del duro esqueleto y de las formas definidas de nuestro cuerpo, no somos otra cosa que una masa liquida, un rio por el que corren con una velocidad mas o menos grande, como en un cauce preparado por adelantado, innumerables moleculas que provienen de todas las regiones de la tierra y del espacio, empezando nuevamente el viaje infinito, despues de un corto paso por nuestro organismo. Parecidos al arroyo que pasa, nosotros cambiamos a cada instante; nuestra vida se renueva por minutos y, si nosotros nos creemos ser siempre los mismos, es por una ilusion de nuestro espiritu. Lo mismo que el hombre, considerado aisladamente, la sociedad en conjunto puede compararse con el agua que corre. A todas horas, en todos los instantes, un cuerpo humano, una simple milmillonesima parte de la humanidad se rinde o se disuelve, mientras que por otra parte sale un nino de la inmensidad de las cosas, abre sus ojos a la luz y se convierte en ser pensante. Como en una llanura todos los granos de arena y globulos de arcilla han sido arrastrados por el rio y depositados sobre sus orillas, todo el polvo que cubre el planeta ha corrido con la sangre del corazon en las arterias de nuestros antepasados. A traves de las edades, las generaciones se suceden modificandose poco a poco; los barbaros, con su aspecto bestial y luchando por la preeminencia con las fieras, fueron reemplazados por seres mas inteligentes, a los cuales la experiencia y el estudio de la naturaleza han ensenado el arte de domesticar los animales y cultivar la tierra; luego, por el progreso, los hombres llegan a fundar ciudades, a transformar las primeras materias, a cambiar sus productos, a ponerse en relaciones con todas las partes del mundo; asi se civilizan, es decir, se ennoblece su tipo, su cerebro es mas vasto, su pensamiento mas amplio, y, ensanchandose el circulo de las concepciones, los hechos vienen a agruparse en el espiritu. Cada generacion que perece precede a otra diferente, que a su vez, da impulso a otras. Los pueblos se mezclan unos a otros como los arroyos entre si y los rios con los rios; tarde o temprano no formaran mas que una sola nacion; lo mismo que todas las aguas de una misma cuenca, concluyen por confundirse en un mismo rio. La epoca en la que todas esas corrientes humanas se juntaran, no ha llegado todavia: razas y pueblos diversos, siempre aferrados a la gleba natal, no se han reconocido como hermanos, pero se aproximan mas cada dia; cada dia tambien aumenta el amor, y, de concierto, empiezan a mirar hacia un ideal comun de justicia y libertad. Los pueblos que han llegado a ser inteligentes, aprenderan a asociarse libremente: la humanidad, dividida hasta aqui en corrientes distintas, no sera mas que un mismo rio, y reunidos en una sola corriente, descenderemos juntos hacia el mar inmenso donde van a perderse y renovarse todas las vidas. INDICE Capitulos I.--La fuente II.--El agua del desierto III.--El torrente de la montana IV.--La gruta V.--La sima VI.--El barranco VII.--Los manantiales del valle VIII.--Las corrientes y las cascadas IX.--Las sinuosidades y los remolinos X.--La inundacion XI.--Las riberas y los islotes XII.--El paseo XIII.--El bano XIV.--La pesca XV.--El riego XVI.--El molino y la fabrica XVII.--La navegacion y la armadia XVIII.--El agua de la ciudad XIX.--El rio XX.--El ciclo de las aguas End of the Project Gutenberg EBook of El Arroyo, by Eliseo Reclus *** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL ARROYO *** ***** This file should be named 11663.txt or 11663.zip ***** This and all associated files of various formats will be found in: https://www.gutenberg.org/1/1/6/6/11663/ Produced by http://gallica.bnf.fr/, Virginia Paque and the Online Distributed Proofreading Team. Updated editions will replace the previous one--the old editions will be renamed. 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The Foundation makes no representations concerning the copyright status of any work in any country outside the United States. 1.E. Unless you have removed all references to Project Gutenberg: 1.E.1. The following sentence, with active links to, or other immediate access to, the full Project Gutenberg-tm License must appear prominently whenever any copy of a Project Gutenberg-tm work (any work on which the phrase "Project Gutenberg" appears, or with which the phrase "Project Gutenberg" is associated) is accessed, displayed, performed, viewed, copied or distributed: This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.org 1.E.2. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is derived from the public domain (does not contain a notice indicating that it is posted with permission of the copyright holder), the work can be copied and distributed to anyone in the United States without paying any fees or charges. If you are redistributing or providing access to a work with the phrase "Project Gutenberg" associated with or appearing on the work, you must comply either with the requirements of paragraphs 1.E.1 through 1.E.7 or obtain permission for the use of the work and the Project Gutenberg-tm trademark as set forth in paragraphs 1.E.8 or 1.E.9. 1.E.3. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is posted with the permission of the copyright holder, your use and distribution must comply with both paragraphs 1.E.1 through 1.E.7 and any additional terms imposed by the copyright holder. Additional terms will be linked to the Project Gutenberg-tm License for all works posted with the permission of the copyright holder found at the beginning of this work. 1.E.4. Do not unlink or detach or remove the full Project Gutenberg-tm License terms from this work, or any files containing a part of this work or any other work associated with Project Gutenberg-tm. 1.E.5. Do not copy, display, perform, distribute or redistribute this electronic work, or any part of this electronic work, without prominently displaying the sentence set forth in paragraph 1.E.1 with active links or immediate access to the full terms of the Project Gutenberg-tm License. 1.E.6. You may convert to and distribute this work in any binary, compressed, marked up, nonproprietary or proprietary form, including any word processing or hypertext form. However, if you provide access to or distribute copies of a Project Gutenberg-tm work in a format other than "Plain Vanilla ASCII" or other format used in the official version posted on the official Project Gutenberg-tm web site (www.gutenberg.org), you must, at no additional cost, fee or expense to the user, provide a copy, a means of exporting a copy, or a means of obtaining a copy upon request, of the work in its original "Plain Vanilla ASCII" or other form. Any alternate format must include the full Project Gutenberg-tm License as specified in paragraph 1.E.1. 1.E.7. Do not charge a fee for access to, viewing, displaying, performing, copying or distributing any Project Gutenberg-tm works unless you comply with paragraph 1.E.8 or 1.E.9. 1.E.8. 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Despite these efforts, Project Gutenberg-tm electronic works, and the medium on which they may be stored, may contain "Defects," such as, but not limited to, incomplete, inaccurate or corrupt data, transcription errors, a copyright or other intellectual property infringement, a defective or damaged disk or other medium, a computer virus, or computer codes that damage or cannot be read by your equipment. 1.F.2. LIMITED WARRANTY, DISCLAIMER OF DAMAGES - Except for the "Right of Replacement or Refund" described in paragraph 1.F.3, the Project Gutenberg Literary Archive Foundation, the owner of the Project Gutenberg-tm trademark, and any other party distributing a Project Gutenberg-tm electronic work under this agreement, disclaim all liability to you for damages, costs and expenses, including legal fees. YOU AGREE THAT YOU HAVE NO REMEDIES FOR NEGLIGENCE, STRICT LIABILITY, BREACH OF WARRANTY OR BREACH OF CONTRACT EXCEPT THOSE PROVIDED IN PARAGRAPH F3. 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INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone providing copies of Project Gutenberg-tm electronic works in accordance with this agreement, and any volunteers associated with the production, promotion and distribution of Project Gutenberg-tm electronic works, harmless from all liability, costs and expenses, including legal fees, that arise directly or indirectly from any of the following which you do or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause. Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of electronic works in formats readable by the widest variety of computers including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from people in all walks of life. Volunteers and financial support to provide volunteers with the assistance they need, is critical to reaching Project Gutenberg-tm's goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will remain freely available for generations to come. In 2001, the Project Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations. To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 and the Foundation web page at https://www.pglaf.org. Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit 501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at https://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent permitted by U.S. federal laws and your state's laws. The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S. Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered throughout numerous locations. Its business office is located at 809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact information can be found at the Foundation's web site and official page at https://pglaf.org For additional contact information: Dr. Gregory B. Newby Chief Executive and Director gbnewby@pglaf.org Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide spread public support and donations to carry out its mission of increasing the number of public domain and licensed works that can be freely distributed in machine readable form accessible by the widest array of equipment including outdated equipment. Many small donations ($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt status with the IRS. The Foundation is committed to complying with the laws regulating charities and charitable donations in all 50 states of the United States. Compliance requirements are not uniform and it takes a considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up with these requirements. We do not solicit donations in locations where we have not received written confirmation of compliance. To SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any particular state visit https://pglaf.org While we cannot and do not solicit contributions from states where we have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition against accepting unsolicited donations from donors in such states who approach us with offers to donate. International donations are gratefully accepted, but we cannot make any statements concerning tax treatment of donations received from outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff. Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation methods and addresses. Donations are accepted in a number of other ways including including checks, online payments and credit card donations. To donate, please visit: https://pglaf.org/donate Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic works. Professor Michael S. Hart was the originator of the Project Gutenberg-tm concept of a library of electronic works that could be freely shared with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support. Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S. unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily keep eBooks in compliance with any particular paper edition. Each eBook is in a subdirectory of the same number as the eBook's eBook number, often in several formats including plain vanilla ASCII, compressed (zipped), HTML and others. Corrected EDITIONS of our eBooks replace the old file and take over the old filename and etext number. The replaced older file is renamed. VERSIONS based on separate sources are treated as new eBooks receiving new filenames and etext numbers. Most people start at our Web site which has the main PG search facility: https://www.gutenberg.org This Web site includes information about Project Gutenberg-tm, including how to make donations to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks. EBooks posted prior to November 2003, with eBook numbers BELOW #10000, are filed in directories based on their release date. If you want to download any of these eBooks directly, rather than using the regular search system you may utilize the following addresses and just download by the etext year. For example: https://www.gutenberg.org/etext06 (Or /etext 05, 04, 03, 02, 01, 00, 99, 98, 97, 96, 95, 94, 93, 92, 92, 91 or 90) EBooks posted since November 2003, with etext numbers OVER #10000, are filed in a different way. The year of a release date is no longer part of the directory path. The path is based on the etext number (which is identical to the filename). The path to the file is made up of single digits corresponding to all but the last digit in the filename. For example an eBook of filename 10234 would be found at: https://www.gutenberg.org/1/0/2/3/10234 or filename 24689 would be found at: https://www.gutenberg.org/2/4/6/8/24689 An alternative method of locating eBooks: https://www.gutenberg.org/GUTINDEX.ALL